Esperé meses para darle tiempo a los “expertos” en seguridad social, “analistas económicos, analistas políticos” y periodistas investigadores para ver si descubrían el truco o trampa subyacente en la propuesta de reformas al sistema de pensiones del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS). Pero fue mi profesor en INCAE, el maestro Emilio Hernández Torres, quien develó lo oculto tras la propuesta.
Según esta, para los empleadores no hay incremento en sus cotizaciones (clase empresarial inteligentemente cooptada por el partido de gobierno), porque continuaría pagando el mismo 16 por ciento patronal. No así la clase obrera, a la que casi le duplican su actual cuota, pasando del 6.25 por ciento al 12 por ciento. Esto huele y suena a contubernio entre los miembros de una tríada macabra: el poder político, el poder económico y el FMI. Los que están en medio son los asalariados, que vean cómo hacen, o que recurran a Chespirito: “¿y ahora, quién podrá defendernos?”, para evitar el volver a pagar por sus pensiones, con el riesgo de volverlos a perder en manos de una administración ineficiente y corrupta.
La reforma es para repagar la gigantesca erosión financiera que, desde 1956, los diferentes gobiernos, indistintamente del mote de izquierda o derecha de sus banderas políticas, han ocasionado progresivamente al INSS, cuyos fondos, sangre de los cotizantes, han sido utilizados en los últimos tiempos y sin escrúpulos como fuente para préstamos blandos al Ejército, sus testaferros o castas similares; además del despojo de sus activos fijos en la década perdida.
El mismo Estado de Nicaragua retiene una deuda que niega reconocer y por lo tanto, a pagar y que corresponde al aporte estatal en cumplimiento de la Ley Orgánica de Seguridad Social, vigente por el Decreto No. 974, publicado en el Diario Oficial No. 49 del 3 de enero de 1982. Según mis cálculos conservadores y “locos”, como mínimo, dicha deuda asciende a 150 mil millones de córdobas, a una tasa del tres por ciento, sin incluir multas y recargos. Esto no incluye el valor actual de los activos trasladados al fracasado sistema único de salud ni el aporte que como patrón debe enterar el Estado, alcaldías, entes autónomos y los otros poderes, más las retenciones a los empleados.
¿Por qué los actuarios como Melinsky, los de la OIT o los pagados por el FMI, para elaborar estudios actuariales, no incluyen en sus cálculos el pago de esta deuda, para ver cómo cambia el panorama? Simple y sencillamente porque los administradores del INSS no reflejan en los estados financieros esa deuda y ni el antiguo Tribunal de Cuentas ni la actual Contraloría General de la República entienden el sistema contable que se debe aplicar a instituciones de esta índole y permiten la violación de los Principios de Contabilidad Generalmente Aceptados para este tipo de negocios. Si el INSS, la Contraloría y los actuarios hicieran su trabajo correctamente, estoy seguro que no habría necesidad de hacer cambios paramétricos si se hacen los análisis y las recomendaciones pertinentes y adecuadas.
La muerte, el hambre, la peste y la guerra son los cuatro jinetes del Apocalipsis, ya conocemos la cara del jinete de la guerra, los otros tres corceles ya están ensillados, solo faltan las caras de los jinetes ¿quiere usted ponérselos? Escoja entre el gobierno, el Capital y el FMI. Los tres van juntos y separados tras su parte del botín. El autor fue auditor general del Banco Central de Nicaragua y consultor de la Superintendencia de Pensiones.
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