En fecha reciente recibí un interesante correo electrónico, reenviado por una apreciable dama nica residente en el extranjero, sobre la educación en Finlandia, pequeño país europeo, a orillas del Báltico, con cinco millones de habitantes, que por el meritorio valor que se ha dado a la educación, que capitalizada de cierta manera, aún con escasos recursos naturales, ha superado el PIB per cápita a los del Reino Unido, Francia, Alemania e Italia.
En educación invierte no más del 6 por ciento sin contar investigación; pero sí, hay transparencia gubernamental, que ante todo reserva los recursos adecuados para la educación básica; y generalmente se tiene conciencia de que un pueblo educado, sabe elegir a dirigentes honestos y competentes, ya que cuando se ha adquirido una debida y verdadera educación, no se permite tener en puestos de responsabilidad a corruptos ni incompetentes.
El correo en referencia define con claridad la diferencia abismal existente entre la educación y la ignorancia, siendo que ésta especialmente, es la preferida por politiqueros, que tergiversando lo positivo de la educación caen en el pestilente pantano de la corrupción, ya que la susodicha ignorancia es utilizada por ellos, para así con la máscara de la impunidad saciar sus malsanos y ególatras apetitos del erario, lo que se les vuelve insaciable.
Este ejemplo de Finlandia y el de otros países que en mayor o menor cuantía, han sabido darle a la educación el sitial que se merece, es digno de encomio y también meritorio de emulación, ya que al darle la debida prioridad con ella se alcanzan múltiples beneficios. Por ello el Supremo Creador ha dado a su criatura predilecta, los dones de su semejanza que son: inteligencia, voluntad y libertad, los que dignamente utilizados dan vida a plenitud.
Así, la educación además de ser fuente de riqueza, es básica para por su medio, mediante el debido orden, alcanzar la libertad y el desarrollo de los pueblos. Siendo sí, que la libertad en su verdadero sentido se enmarca en reconocer y acatar las leyes constituidas, lo mismo que el derecho ajeno de todos a ser libres, pero que tal derecho, no degenere en libertinaje. Ya que al caer en la tergiversación, el daño que ocasiona a veces es incontrolable y quizá irremediable.
La educación es también fundamento básico de la paz social, que en sí promueve la cultura y a la vez es el necesario puente de comunicación con todos en general, siendo que nadie en la normalidad de la vida, aunque supuestamente crea tenerlo todo, podría pensar que no necesite de nada ni de nadie. Por ese puente, de antaño se han canalizado los avances por generaciones y civilizaciones distintas desde el principio de los tiempos al presente.
Por tales consabidas razones, es penoso y lamentable que en nuestro país, magnánimamente potenciado por Dios de una singular y envidiable riqueza, los gobiernos con rarísimas excepciones, a lo más necesario que es la educación para potenciar esa riqueza, no se le hayan dado importancia con sentido patrio. La revolución usó la alfabetización para dar ideología sectaria y según editorial de LA PRENSA, actualmente en los colegios se hace lo mismo.
La juventud que es la mayoría del país y que ahora tiene por la tecnología posibilidades de prepararse mejor, es tiempo que se de cuenta que la tergiversada política es causa de que con tanta riqueza natural, ocupemos después de Haití el segundo lugar en pobreza del continente americano; y que Dios quiera capacitarles para, venciendo la ignorancia, cívica y moralmente tengan el coraje de elevar a nuestra Patria al sitial que se merece.
El autor es miembro comunitario de Ciudad de Dios y Redemptor Hominis. [email protected]
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