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El espíritu alegre de cuando eran adolescentes se mantiene intacto. María Bertha García, Ruth Kelly Tumas, Nubia Castillo, Ediluz Martínez y Gloria Gómez. Ellas forman parte del grupo de Gaviotas que han permanecido unidas después de más de 50 años de haberse conocido. Cada cierto tiempo se reúnen para compartir y mantienen constante comunicación.

Las Gaviotas

Debajo de la manga de la camisa lleva un papelito con frases de amor, probablemente algún poema o quizá sólo un “hola”. Se lo pasa muy sigilosamente a un muchacho que está del otro lado de las murallas de la escuela y recibe otro papelito que esconde debajo de sus mangas. Con toda la calma del mundo llega hasta el baño donde una compañera la espera y lee apresuradamente la nota, hecha un manojo de nervios escribe una respuesta que la niña delgada lleva nuevamente. Es la segunda mitad de los años 50 y en la Escuela Normal de Señoritas Salvadora de Somoza, de San Marcos, viven muchachas de toda Nicaragua, compartiendo no sólo las clases, sino sus sueños y vivencias que les mantendrán unidas a lo largo de los años y la distancia.

Por los pasillos de la escuela se pasea una niña menuda, con su uniforme blanco de larga falda, camisa mangas largas y calcetines altos. Ella tiene permiso para acercarse al portón, privilegio que sólo las inspectoras auxiliares tienen y que ella se ganó por no tener novio.

Debajo de la manga de la camisa lleva un papelito con frases de amor, probablemente algún poema o quizá sólo un “hola”. Se lo pasa muy sigilosamente a un muchacho que está del otro lado de las murallas de la escuela y recibe otro papelito que esconde debajo de sus mangas. Con toda la calma del mundo llega hasta el baño donde una compañera la espera y lee apresuradamente la nota, hecha un manojo de nervios escribe una respuesta que la niña delgada lleva nuevamente. Es la segunda mitad de los años 50 y en la Escuela Normal de Señoritas Salvadora de Somoza, de San Marcos, viven muchachas de toda Nicaragua, compartiendo no sólo las clases, sino sus sueños y vivencias que les mantendrán unidas a lo largo de los años y la distancia.

Ahora están en la sala de la casa de doña Olga Avilés. Han pasado 50 años de aquellas maravillosas vivencias en el internado y se juntan para recordar, reír, conversar y compartir. Esta vez, están planeando la celebración del aniversario de su graduación, pero no es la primera vez que se reúnen. Ya tienen 20 años, desde 1990, de haberse contactado y se ven periódicamente.

Ruth Kelly, aquella niña que aprovechaba su semana como inspectora auxiliar para servir de celestina a sus compañeras, fue una de las que empezó a contactarlas a todas, junto con doña Olga Avilés.

“Ella tenía el periódico de Novedades donde salimos todas las graduadas y empezamos a buscarlas en la guía telefónica”, cuenta Avilés. El tiempo ha ido empañando las imágenes del periódico que ahora luce amarillo, pero doña Olga Avilés lo guarda como un tesoro. Está pegado en un cuadro de poroplast para poder manipularlo sin que se deteriore más.

Uniformes de diario, de gala y para la banda musical.  Cada ocasión tenía un uniforme.

Ahora lo vuelven a ver y van recordando anécdotas de cada una de las jóvenes que aparecen en el periódico. Tal vez sea un ejercicio para no olvidar a las que ya no están o que se encuentran lejos, aunque la realidad es que en sus memorias está todo fresco.

Hace algunos años lograron reunirse 30 maestras de todo el país. Fue para cuando hicieron un homenaje a la directora de la Normal en aquel entonces, María Teresa Salcedo, “Niña Tere”, una mujer que las formó con mano de hierro y a quien ellas temían, pero que con el tiempo llegaron a admirar enormemente y a tenerle gran cariño porque “viéndolo retrospectivamente” se dan cuenta que “aquel internado les brindó una excelente formación. Le temíamos, era como una academia militar, pero ahora uno dice: ‘bendito internado’”, dice María Bertha García Herrera.

Gloria Gómez considera que los años más significativos de su vida los pasó en la Normal de Señoritas. “A estas alturas de la vida, casi tratando de entregar las cuentas al Señor, vemos cuán positiva fue esa formación que recibimos, esa experiencia de vida, nos marcó nuestra forma de ser, nuestra personalidad. Todos los buenos hábitos que tenemos los adquirimos en la Normal de Señoritas. Entre risas, chistes, alegrías y bromas, pero en el fondo todo muy serio y muy formativo”, comenta un tanto emocionada, mientras todas asienten con la cabeza.

EN LOS AÑOS CINCUENTA

Existía en Managua una Normal mixta y en Jinotepe la de señoritas. En 1957 se decidió construir una Normal en San Marcos, para las muchachas y en Jinotepe quedaron los varones.

Doña María Bertha García muestra la hoja del periódico Novedades en donde salieron todas las graduadas de la promoción de 1961 y que guardan como una reliquia. Abajo, Olga Avilés, Ruth Kelly Tumas y Nubia Castillo visitando el edificio de la Normal.

La Escuela Normal de Señoritas Salvadora de Somoza se convirtió en la escuela con la mejor educación, no sólo de Nicaragua, sino de Centroamérica.

El edificio, en ese momento era de los más modernos del país y estaba acondicionado con aulas, auditorio, comedor, cocina, dormitorios e instalaciones deportivas.

También se construyó la Escuela primaria de niñas, anexa a la Normal. Ahí, las futuras maestras realizaban sus prácticas bajo la supervisión de un técnico.

La UNESCO auspició la Normal de Señoritas y trajo a especialistas en pedagogía, desde Chile y Perú.

Las alumnas recibieron clases con destacados maestros, como el profesor Fidel Coloma, quien fue determinante en su educación.

[doap_box title=”Amistad, esperanza de vida y antídoto contra la soledad ” box_color=”#336699″ class=”aside-box”]

Un estudio de la Universidad de Nijmegen de Holanda, escrito por Nan Stevens y publicado en Internet, resalta la importancia que tiene la amistad en la tercera edad, como soporte frente a los cambios que se producen tanto en uno mismo por el efecto de envejecer como en el entorno inmediato. Sin embargo, no todas las personas mayores tienen amigos accesibles para cumplir con esas funciones, señala.

Se estudió a 40 mujeres durante un año y se comprobó que la mayoría que había ampliado su red de relaciones modificó conductas sociales.

Otra investigación indica que la amistad prolonga la esperanza de vida de las personas mayores, incluso más que las relaciones familiares.

El estudio, realizado en Australia y publicado en la revista Journal of Epidemiology and Community Health, dice que las personas mayores con buenas y variadas relaciones sociales tienen más posibilidades de aumentar su esperanza de vida que las que no tienen relaciones o sólo las tienen con sus familiares.

Los investigadores Lynne C. Giles, Gary F. V. Glonek, Mary A. Luszcz y Gary R. Andrews, del Centre for Ageing Studies de la Universidad de Flinders, examinaron durante 10 años la influencia de las relaciones sociales de personas mayores de 70 años con niños, amigos, confidentes y parientes.

Se tomaron en cuenta variables como la vida social, la salud y los estilos de vida. La finalidad del estudio era descubrir en qué afectaban a sus vidas estas relaciones.

Para realizar la investigación, se hizo un seguimiento a 1,477 personas de 70 años en adelante, con el fin de determinar la influencia de las relaciones en su longevidad.

Durante la investigación, los participantes debieron revelar información acerca de sus relaciones personales, como el número de veces que contactaban telefónicamente con los miembros de la red social en la que se movían: familia, niños o amigos.

Los investigadores analizaron también la tasa de supervivencia de los participantes durante una década, descubriendo que el contacto con niños y familia (primos, hermanos, sobrinos, etc.) no aumentaba la tasa de esperanza de vida de los ancianos.

Sin embargo, aquellos participantes que tenían más y mejores relaciones de amistad, sí que denotaban estadísticamente mayores oportunidades de permanecer con vida hasta el final del estudio, que aquéllos que no contaban con tanta vida social.

La diferencia era de un 22 por ciento de más posibilidades de sobrevivir y de menos riesgo de morir para los más sociables con respecto a los menos sociables de todos. Las relaciones con confidentes o amigos íntimos tenían efectos significantes en la prolongación de la vida de los participantes.

Los investigadores consideran que el trato con las familias no se elige, mientras que la amistad sí, lo que explicaría por qué las relaciones familiares no posibilitan un mayor tiempo de vida.

Asimismo, señalan la importancia de construir nuevas relaciones de amistad en la vejez, con el fin de reemplazar las relaciones con amigos que van desapareciendo con el paso del tiempo.

Los resultados confirman la importancia de la vida social en la tercera edad, como fórmula para mantenerse ilusionados y activos, lo que propicia una mayor calidad de vida y ganas de vivir, que permiten que la vida se prolongue. El tiempo de supervivencia del hombre está, por tanto, relacionado con la fuerza de sus relaciones sociales.

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La mayoría de las muchachas eran becadas y debían sostener sus becas con excelentes notas. Pocos padres pagaban la educación de sus hijas y las que vivían cerca eran becadas externas, es decir, que a las cinco de la tarde se iban a sus casas y regresaban en la mañana.

Ese cambio de normales que las autoridades hicieron juntó para siempre a un grupo de alumnas de ambas escuelas, la Normal mixta y la de señoritas. Iban a empezar tercer año. “Nos integramos como si nos conocíamos de toda la vida. No éramos compañeras, éramos hermanas”, dice María Bertha García.

Ruth Kelly Tumas recuerda que camino a San Marcos lloró durante todo el trayecto porque nunca había estado en un internado. “Venía de una familia pequeña, de cuatro hermanos y mi mamá me consentía mucho en la alimentación porque era muy flaquita. Nunca imaginé que haría hermanas y amigas de todo Nicaragua que mi vida sería tan feliz en la Normal”, dice.

AQUELLA ESCUELA

De señoritas estaba hecha de estrictas reglas y la disciplina de aquellos años determinó la forma de ser de estas señoritas a lo largo de sus vidas.

Un día en la Normal iniciaba a las cinco de la mañana y terminaba a las diez de la noche.

La Niña Tere dirigió con mano de hierro la Escuela Normal de Señoritas. Hoy, las ex alumnas se sienten agradecidas por la formación que recibieron y hace algunos años le hicieron un reconocimiento.

A las cinco de la mañana era la hora del baño y debían hacerlo en tan sólo cinco minutos. Si se tardaban más, la inspectora de turno les tocaba la puerta y les exigía prisa.

Después de bañarse y vestirse pasaban al comedor para tomar el desayuno. Ahí habían mesas de cuatro y durante toda la semana comían en absoluto silencio. “Como unas desconocidas, como si en la mesa ni en toda la sala del comedor hubiera alguien más”. Solamente los domingos tenían permiso para hablar durante comían, cuenta doña Ediluz Martínez.

A las ocho de la mañana se dirigían a las aulas para recibir clases hasta las doce del mediodía, cuando regresaban al comedor para almorzar. Otra vez en absoluto silencio. A las dos de la tarde regresaban a clase y a las cinco tenían estudio libre. A las seis de la tarde era la cena y una hora después iniciaba un estudio dirigido. Antes de dormir, a las nueve de la noche, se rezaba el rosario.

Los sábados era el día de los oficios. Había que lustrar zapatos, lavar ropa de cama y arreglar todo. “¡Y pasaban revista! Era como una academia militar”, enfatiza Ediluz Martínez.

Ella, 50 años después, todavía tiene esa costumbre y también continúa bañándose en cinco minutos, a menos que sea día de lavarse el cabello.

La llegada del domingo llenaba de entusiasmo a las estudiantes. No solamente podían hablar con sus compañeras en el comedor. También era día de ir a misa y afortunadamente dentro de la Escuela no había una iglesia. Así que iban hasta la capilla de San Marcos, fuera del colegio.

“Para nosotros era como un paseo, ese día nos arreglábamos el cabello y aunque íbamos en formación hasta la iglesia y bien vigiladas por la directora, subdirectora e inspectoras, para nosotras era un chance para ver a los muchachos, aunque fuera de reojo”, dice entre risas María Bertha García.

Pero no todo era estudios y reglas de estricto cumplimiento. También se organizaban paseos que ellas disfrutaban con tanto entusiasmo que todavía los recuerdan con añoranza.

Uno de los lugares que visitaban era La Calera, una finca del entonces general Somoza, ubicada donde ahora es la Universidad Agraria y en la que no sólo disfrutaban de las aguas del río y la presa, sino también de la comida del casino militar, otro lugar donde fueron a pasear.

EN UN AULA DE CLASES

Entra un señor bajito y un poco gordito. Viste de impecable traje y sus zapatos están tan bien lustrados que las alumnas se reflejan en ellos. Es el maestro de música. Una de las muchachas se acerca a él y disimuladamente le ensucia los zapatos. El maestro, que es de los pocos que no trataba con rigor a las alumnas, finge no verla y el resto de compañeras contienen las risas. Cuando la clase termina, el maestro saca un pañuelo de su bolsillo y limpia los zapatos.

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Las carcajadas resuenan en la sala de Olga Avilés, donde ahora varias de aquellas chavalas están contando anécdotas y recordando travesuras.

Ruth Kelly Tumas ha entrado cantando: “Ya vine de donde andaba, se me concedió volver…” Todas se levantan a saludar con abrazos. La reciben con alegría y el bullicio continúa.

Nubia Castillo Calero, la más hablantina, cuenta una y otra anécdota, todo es algarabía. Los recuerdos parecen llegar de golpe a la mente de cada una y todas hablan casi a la vez.

Esta vez en el aula de clases no hay maestro, pero las niñas no pueden andar por los pasillos y aprovechan la ausencia de autoridad para hablar, jugar, reír. Todas hablan y hay desorden. El alboroto llega hasta los oídos de una inspectora que llega al aula. “¿Quién está haciendo desorden?”, pregunta. Y todas las alumnas se quedan en silencio. La inspectora repite l a pregunta y les ofrece castigo, pero ninguna contesta. “Aquí no había alboroto”, se atreve una de ellas. “Estábamos en silencio”, dice la otra. Y la inspectora, sintiendo que se están burlando de ella decide castigarlas a todas.

“Todas asumíamos, éramos solidarias en todo sentido, cada una hacía una semana de inspectora auxiliar, que era para supervisar y delatar a las que cometían faltas, pero nosotras, en lugar de apoyar a la inspectora, más bien estábamos en la puerta para avisar a las demás que venía alguien”, dice Nubia Castillo.

Doña María Bertha García muestra la hoja del periódico Novedades en donde salieron todas las graduadas de la promoción de 1961 y que guardan como una reliquia. Abajo, Olga Avilés, Ruth Kelly Tumas y Nubia Castillo visitando el edificio de la Normal.

Las auxiliares también aprovechaban la libertad que tenían para estar cerca de los portones, para pasar notitas a los enamorados de las muchachas. “Es que algunas tenían novios”, dice María Bertha García. Y muchos de esos noviazgos terminaron en matrimonio, incluso, cuando Olga Avilés y Ruth Kelly Tumas decidieron buscarlas en la guía telefónica, lo hicieron también con los nombres de los novios de aquellos entonces, que ahora eran esposos.

Esa solidaridad de aquellos años continúa intacta y Olga Avilés considera que ha sido una de las bases para que la amistad se haya mantenido a través del tiempo. “La solidaridad es una de las cosas que une”, dice. Y ellas, además de haber vivido juntas en un internado en los años de adolescencia, ahora continúan brindándose apoyo.

“Estamos juntas en las buenas y en las malas. Hemos celebrado alegrías cuando algún familiar se gradúa, se casa o se bautiza y hemos sido solidarias cuando alguna está de luto. Siempre hay comunicación y estamos al tanto si alguna tiene problemas para ayudar”, agrega.

También les ha tocado despedir a varias integrantes del grupo. Doce han muerto y ellas no solamente han reunido dinero para llevar ofrendas florales en nombre de “Las Gaviotas”. En la medida de lo posible han visitado a sus compañeras en sus lechos de enfermas y han acompañado a sus familiares.

El cariño ha perdurado. María Bertha García cree que en esa edad en que ellas se conocieron y convivieron, la adolescencia, es cuando “los lazos de amistad y de afecto son más fuertes y no desaparecen. Es algo diáfano. No hay egoísmo ni intereses de por medio”, opina.

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Es hora de ir a dar clases a la escuela anexa a la Normal donde hacían sus practicas de maestras. Las muchachas están llenas de nervios y tensión. El técnico que supervisa las practicas, Alejandro Cobarubia, está sentado en una esquina del aula y la alumna da su clase a las niñas tratando de controlar sus nervios. El técnico es muy exigente y ella, aunque no quiera, está pendiente más de él que de las niñas que ahora hacen de sus alumnas. Si a él no le gusta cómo da la clase, ella tendrá que oír una frase muy temida por las normalistas: “Señorita, usted está perdiendo su tiempo miserablemente” .

Ahora se ríen a carcajadas cuando Nubia Castillo lo imita, pero aquellos momentos eran realmente tensionantes y se ponían tristes si les tocaba oír aquella frase.

Ruth Kelly Tumas se levanta de su mecedora y pregunta: “¿Recuerdan el buggy buggy de Somoza?” “Claro, nos la hicieron cantar en La Calera”, responde Nubia Castillo. Todo parece haber quedado intacto en la memoria de estas maestras. A coro y sin ponerse de acuerdo empiezan a cantar.

La Niña Tere dirigió con mano de hierro la Escuela Normal de Señoritas. Hoy, las ex alumnas se sienten agradecidas por la formación que recibieron y hace algunos años le hicieron un reconocimiento.

Tantas vivencias hicieron difícil la despedida. Del día de la graduación recuerdan muchos detalles. La solemnidad del acto, los padres orgullosos acompañando a sus hijas a recibir su diploma, pero sobre todo, “nos impactó despedirnos, separarnos. Cada una iba a su lugar de origen donde ya nos estaba esperando una plaza de maestra. Ya no nos volveríamos a ver”, dice María Bertha García. Ninguna de ellas pensó que 50 años después estarían reunidas, riendo a más no poder de todas las ocurrencias de aquellos años de adolescencia.

Amistad, esperanza de vida y antídoto contra la soledad Journal of Epidemiology and Community Health, dice que las personas mayores con buenas y variadas relaciones sociales tienen más posibilidades de aumentar su esperanza de vida que las que no tienen relaciones o sólo las tienen con sus familiares.

Espectáculo

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COMENTARIOS

  1. Hace 9 años

    Como ex alumna de la Normal de Señoritas, me da mucho regocijo y nostalgia el recordar mi paso por ese Centro del saber. Leyendo el articulo me remote a mis años de internado,en los comienzos del fsln ,cuando Tomas Borge estaba preso, y muchas compañeras eran castigadas por leer la prensa ( que estaba prohibida en el internado, y solo permitian Novedades el diario de la familia Somoza). Mi participacion en el orfeon, banda musical , banda de paz ( asi le llamada niña Tere a la banda de guerra ), viviamos bajo un estricto reglamento, militarizado, estoy muy agradecida por todo lo que aprendimos ,somos privilegiadas de haber formado parte de la Escuela normal de Señoritas donde salian las mejores maestras de Nicaragua.

  2. juan perez
    Hace 13 años

    la dictadura somosista le dio gran desarrollo a la educacion normalista, en managua, en jinotepe, san marcos, esteli, rivas y otras que se escapan, los maestros de primaria se sometian a educacion y practicas fuertes que nuestro sistema era ejemplo en america.- por curiosidad comparemosla con la de hoy, bajo la dictadura orteguista, que diferencia, donde estan las normales, donde practican los futuros maestros de primaria Y SI INCLUIMOS LA ESCUELA DE CIENCIAS DE LA EDUCACION que diferencia?

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