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Luis Sánchez Sancho

Sirenas y “sirenos”

Me preguntan si entre las sirenas de la mitología griega había hembras y machos que se relacionaban sexualmente para reproducir su especie. Es decir, que si había sirenas y “sirenos”. La respuesta es sí y no.

Se conoce que las sirenas eran seres fabulosos que tenían la parte superior del cuerpo en forma de mujer, y de la cintura hacia abajo eran peces. Pero las sirenas sólo eran tres o cuatro, ellas estaban claramente identificadas con sus nombres propios y no formaban parte de una especie que se pudiera reproducir.

En cuanto a los “sirenos”, cabe mencionar que en la mitología griega se reconocía la existencia de los tritones, los cuales eran seres parecidos o iguales a las sirenas, pero de género masculino: de la cintura hacia arriba tenían forma de hombres pero en la parte inferior de sus cuerpos eran peces.

Las sirenas nacieron de la unión del dios río Aqueloo con Calíope, la musa de la elocuencia y de la poesía heroica. Se reconocía la existencia de tres sirenas, que según algunos autores se llamaban Parténope, Leucocia y Ligea, pero otros las denominaban Aglafenia (la de la voz brillante), Telsipia (la de las palabras encantadoras) y Pisonea (la que persuade el espíritu). Algunos narradores de los antiguos mitos griegos agregaban una cuarta sirena, a la que daban el nombre de Molpo (la que canta).

En un ensayo de la mexicana Luz María Fernández se dice que las sirenas tenían “un rostro precioso encuadrado por una larga cabellera dorada, o blanca y a veces hasta verde. Dicha mata de cabellos puede estar ornamentada con conchas, caracolillos y diversos elementos del mar. Son seres graciosos, juguetones, amorosos, dulces hasta el enternecimiento. Lo que más caracteriza a una sirena es la voz melodiosa dotada de grandes poderes de seducción que los navegantes no podían resistir”.

Pero de las sirenas también se decía que eran seres monstruosos, los cuales encantaban a los hombres con una música y cantos maravillosos con el propósito de destruirlos. De allí que Odiseo (o Ulises), cuando su barco iba a pasar por Sirenusa (la isla de las sirenas), ordenó a sus hombres que se pusieran tacos en los oídos, para que no escucharan el canto de las sirenas, y que a él lo amarraran fuertemente al mástil de la nave a fin de que, oyéndolo, no pudiese ser atraído por ellas. Y cuenta la leyenda que, furiosas por ese fracaso, las sirenas se arrojaron contra unas rocas y de esa manera se mataron ellas mismas.

Sobre los tritones, se decía que eran hijos de Tritón, hijo de Poseidón, dios de los mares, y de su esposa Anfitrite, quienes también engendraron al cíclope Polifemo. De Tritón no se conoce con quién se habría apareado para tener a sus hijos, los tritones, quienes igual que su padre tenían cabeza y torso de hombre y la parte de abajo del cuerpo en forma de pez.

Los tritones vivían en un hermoso palacio de oro y piedras preciosas que era la residencia de Poseidón en el fondo del mar. Y cuando Poseidón salía a recorrer sus dominios acuáticos, los tritones iban adelante abriendo paso entre las criaturas marinas con una estruendosa música (semejante al rugido de las olas embravecidas) la cual ejecutaban con grandes conchas que usaban como trompetas.

Antiguas leyendas hablaban de un tal tritón-centauro, el cual supuestamente tenía el torso de un hombre, la cola de un pez y las patas delanteras de un caballo. Y aunque parezca mentira, muchísimas personas juraban haberlo visto.

Columna del día Opinión sirenas sirenos archivo
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