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Fabio Gadea Mantilla

El mundo al revés

Querida Nicaragua: No sé si habrá quién esté en contra de lo que voy a comentar. Debe haber unos cuantos, pero eso no me impide expresar mi criterio, dar mi opinión, comentar y tratar de orientar sobre valores humanos.

Aunque ocurrió en Argentina, se trata de un tema de enorme trascendencia para la humanidad. Desde tiempos inmemoriales, desde el principio del mundo Dios creó al hombre y le puso por compañera a la mujer. No está bien que el hombre esté solo, dijo Dios, y de una costilla de Adán creó a la mujer. Desde entonces el hombre busca a la mujer como el complemento ideal para formar con ella una familia, y procrear.

El rito matrimonial de nuestra Iglesia católica dice: dejará el hombre a su padre y a su madre para unirse a su mujer y serán una sola carne. Nunca dijo ningún texto bíblico que el hombre debía unirse con otro hombre o que la mujer debería unirse con otra mujer.

Algunos varones nacen con exceso de hormonas femeninas y algunas mujeres con exceso de hormonas masculinas, pero todo eso puede ser tratado por la ciencia moderna para equilibrar el funcionamiento hormonal del ser humano.

Lo lamentable es que muchos hombres afeminados se sientan orgullosos de ello, busquen pareja de su misma especie, pretendan crear hijos y por último legalizar esa aberración para tener los mismos derechos que tiene cualquier familia compuesta por un varón y una mujer.

Argentina, el gran país del sur, acaba de sufrir la vergüenza. Su congreso aprobó, en horas de la madrugada, como a escondidas y por cansancio, la ley del matrimonio igualitario, que permite el casamiento gay, la unión legal entre hombre y hombre o mujer y mujer.

Qué repulsión sentí cuando vi, por obligación periodística, la película Brokeback Mountain , (en español Terreno vedado ) en la que dos vaqueros aparecen abrazados en pleno romance perdidamente enamorados, hombres de bigote y barba besándose entre sí. Y encima, tan al revés anda el mundo que la película ganó un Oscar como la mejor del año.

No me opongo a que quieran ser gay, homosexuales o maricas. Cada quien es dueño de su vida, pero hacer ostentación de eso y andar dos hombres por las calles tomados de la mano como colegiales enamorados, me parece una falta de respeto a toda la sociedad y una desvergüenza. Que sus aberraciones las practiquen en privado, pero no ante la vista y paciencia de todos, inclusive de niños y niñas que no entienden semejante situación que puede perturbar sus mentes infantiles.

Argentina, la tierra del gran Carlitos Gardel, el apuesto, varonil y famosísimo cantante de tangos que debe estar revolviéndose en su tumba, ha sido la primera nación en América en legalizar este tipo de matrimonios. Qué pena. No hay duda de que el mundo anda al revés. Cinco mil desvergonzados homosexuales hicieron vigilia esperando el resultado de la votación. 33 contra 27 y 3 abstenciones.

Ya nada puede extrañarnos en este mundo donde la vagancia, la extravagancia, la desfachatez, la ausencia de valores éticos y morales parece ir tomando terreno cada día. Argentina, uno de los países tradicionalmente cultos en la América Latina despunta con esta desvergüenza. Esto no es progreso ni tiene por qué enorgullecer a nadie. Esto es depravación. Esto no es respetar el derecho de las minorías. Es fomentar la degeneración de las sociedades que se llaman “modernas”.

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