Radio Corporación y Radio 15 de Septiembre están transmitiendo todos los días, en diversos momentos de sus programaciones, el fragmento de sentido totalitario de una declaración que el antiguo comandante sandinista Tomás Borge, dio el 26 de julio recién pasado a la estación internacional de televisión de Hugo Chávez denominada Telesur.
“Todo puede pasar aquí, menos que el Frente Sandinista pierda el poder”, aseguró el mencionado dirigente del FSLN, quien agregó: “Me es inconcebible la posibilidad del retorno de la derecha en este país. Yo le decía a Daniel Ortega: hombré… podemos pagar cualquier precio, digan lo que digan, lo único que no podemos es perder el poder. Digan lo que digan, hagamos lo que tenemos que hacer, el precio más elevado sería perder el poder. Habrá Frente Sandinista hoy, mañana y siempre”.
Para algunas personas esta proclama de Tomás Borge no sólo ha sido intimidante sino también, sorprendente. Pero la verdad es que ya se había advertido, desde la campaña electoral del 2006, que si Daniel Ortega y el FSLN recuperaban el poder ocurriría en Nicaragua lo que en efecto está ocurriendo ahora, y lo peor que falta y podría pasar en el futuro según las siniestras declaraciones de Borge.
En realidad, no es cierto que al permitir las elecciones libres de 1990 y entregar el gobierno después que perdió las votaciones del 25 de febrero de ese año, el Frente Sandinista demostró que era democrático. El FSLN permitió aquellas elecciones libres obligado por la guerra de la Resistencia, por la lucha de la oposición cívica y por las presiones internacionales. Y sobre todo, porque los comandantes sandinistas estaban absolutamente convencidos de que ganarían aquellos comicios.
Después, el 25 de abril de 1990, el FSLN entregó el gobierno —aunque no el poder— obligado también por la presión internacional y porque los comandantes ya no podían seguir gobernando el país que habían llevado al desastre absoluto y la ruina total. Y aún así, por boca de Daniel Ortega amenazaron con seguir gobernando “desde abajo”, lo que significó la criminal estrategia de paros violentos, asonadas, asesinatos, secuestros políticos y toda clase de sabotajes que multiplicaron las dificultades que son propias de una transición y aumentaron los costos y los plazos de la reconstrucción nacional.
Pero los dirigentes del FSLN siempre creyeron —y creen hasta ahora— que cometieron un grave error al entregar el Gobierno después de perder las elecciones del 25 de febrero de 1990. Ellos pensaron y siguen pensando que debían haber desconocido el resultado de las elecciones y negarse a entregar el Gobierno a doña Violeta Barrios de Chamorro y la UNO, aunque tuvieran que ahogar a la nación en un mar de sangre, aunque hubieran provocado una intervención militar de Estados Unidos. Precisamente por eso es que ahora esos dirigentes extremistas del FSLN aseguran que nunca más volverán a cometer el error de rifar el poder en unas elecciones libres y transparentes. Y mucho menos entregar otra vez el poder, así sea que tengan que pagar el precio más alto y cometer las peores acciones que consideren necesarias, como lo advirtió Tomás Borge en sus declaraciones del 26 de julio pasado a Telesur.
Pero eso está por verse. Torres más altas que la prepotencia totalitaria de los gobernantes del FSLN se han derrumbado a lo largo de la historia. Adolfo Hitler se ahogó —junto con el imperio nazifascista de mil años que pretendió construir—, en la sangre que él mismo derramó a torrentes. Hasta la poderosísima Unión Soviética totalitaria de Lenin y Stalin, se derrumbó 70 años después de haber sido construida sobre una montaña de cadáveres de seres humanos. Si los misérrimos estados comunistas de Corea del Norte y Cuba subsisten hasta ahora, es porque, como el mismo Lenin lo advirtiera, en ciertos momentos de la historia algunos regímenes condenados a morir pueden prolongar su agonía, en una situación que él denominó como “putrefacción de la crisis”.
Tal vez por su larga vida Tomás Borge pueda ver la segunda y seguramente definitiva caída del poder, del FSLN. Si es cierto que conoce algo de la dialéctica de la historia, Borge debe saber que el Frente Sandinista tendrá que entregar el poder o ser echado del mismo. Y el inmenso precio que se tenga que pagar no será para que el orteguismo se mantenga por siempre en el poder, sino para su ineluctable desaparición.