14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

¿Siempre debemos decir no?

Es cierto que durante los primeros años, el “no” es una manera de frenarlos, de protegerlos de los peligros Eso está bien, aquello está mal, así se hace, así no… Nos da la impresión de que los primeros años de nuestros hijos los pasamos señalando todo lo que se puede y, sobre todo, lo que […]

Es cierto que durante los primeros años, el “no” es una manera de frenarlos, de protegerlos de los peligros

Eso está bien, aquello está mal, así se hace, así no… Nos da la impresión de que los primeros años de nuestros hijos los pasamos señalando todo lo que se puede y, sobre todo, lo que no se puede hacer. Muchos padres tienen la sensación de decir “no” mil veces al día. O, al menos, de tener ganas de decirlo, porque con frecuencia nos frena la inseguridad de prohibir cosas a nuestros hijos. En realidad, poner unos límites claros y razonables es una de las tareas más importantes para que los niños no se conviertan en chigüines “que se lo merecen todo”.

Normalmente, a los padres nos resulta más fácil o cómodo decir “sí” a todo aquello que piden los hijos o dejarles hacer lo que quieren, pero decir un “no” a tiempo también es conveniente y necesario. De esta manera, enseñaremos a los niños a interiorizar unas normas, transmitiendo con ello una disciplina que harán suya desde pequeños hasta que, progresivamente, se responsabilicen de su comportamiento.

Resulta divertido ver cómo desde muy pronto nuestros hijos aprenden a decir “no”. Se niegan a ir a la cama, apagar “la tele”, no quieren lavarse las manos antes de comer, etc. Realmente no se trata de ser rígidos e intolerantes ni de convertirse en unos padres despóticos y autoritarios que siempre se opongan a los deseos de sus hijos, sino de entender la realidad y posibilidades de los pequeños en cada etapa de su desarrollo, mostrándoles convenientemente lo que pueden y no pueden hacer, lo que está permitido y lo que no lo está.

Es cierto que durante los primeros años el “no” es una manera de frenarlos, de protegerlos, ya que los niños, llevados por su curiosidad, comienzan muy pronto a explorar su entorno y su afán descubridor puede llevarles a menudo a situaciones peligrosas: como es el caso de llevárselo todo a la boca, etc. Hay que tener en cuenta que, en ese momento, para ellos resulta difícil entender las consecuencias de su acción y olvidan nuestras advertencias.

Nunca resulta fácil decir “no”, ni todas las familias son iguales. Cada una tiene su forma de educar a los hijos pero, aunque a veces y en determinadas edades sea difícil encontrar el término medio entre dejarles hacer y prohibirles, lo más importante es ser coherente y mantener la decisión con los razonamientos más convenientes para cada ocasión. También es normal y lógico cometer algunos errores ya que muchas veces un “no” responde más al estado de ánimo de los padres o a nuestros propios temores que a la situación concreta que se está sancionando. En estos casos los niños pueden darse cuenta de la arbitrariedad de nuestra decisión e incluso, si son mayores, cuestionarla. Es entonces cuando es preciso hablar con ellos y enseñarles que los padres, como los hijos, también podemos equivocarnos y, si es necesario, debemos disculparnos asumiendo la equivocación, ya que nadie es perfecto.

Por último, es preciso tener en cuenta que los niños aprenden mucho imitándonos y observando nuestras actitudes, valores y comportamientos y, por tanto, éstos deben estar en consonancia con nuestras palabras, ya que de otro modo perderán, a sus ojos, todo su sentido.

Espectáculo

Puede interesarte

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí