14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

El rey de las crucetas. El pino reina en las montañas de Las Crucetas y se ha convertido en la esperanza económica de esta olvidada región de la costa Caribe. (FOTOS LA PRENSA/ M. ESQUIVEL)

Las Crucetas, esperanzada en la extracción sostenible

Una alejada comunidad con muchas dificultades produce la madera con la que se brinda confort a los huéspedes de las cabañas de uno de los hoteles más populares del balneario de San Juan del Sur. Once mil hectáreas de Las Crucetas son el nuevo experimento de aprovechamiento racional de la madera que impulsa en el […]

  • Una alejada comunidad con muchas dificultades produce la madera con la que se brinda confort a los huéspedes de las cabañas de uno de los hoteles más populares del balneario de San Juan del Sur. Once mil hectáreas de Las Crucetas son el nuevo experimento de aprovechamiento racional de la madera que impulsa en el país el Fondo Mundial por la Naturaleza, luego de los resultados positivos que tiene una iniciativa similar en Layasiksa

III y última entrega

No es lo mismo decir que un lugar es el fin del mundo, que sentirse en el fin del mundo. Las Crucetas es el fin del mundo, y no en el sentido apocalípico, sino en el particular aspecto de que la vida tranquila de esta pequeña comunidad miskita sólo es perturbada por los motores de alguna panga ocasional mientras surca las aguas del turbio río Prinzapolka. El alejamiento del mundanal ruido moderno es tal que dicen los comunitarios más viejos que tienen años de no ver pasar un helicóptero.

Hay un poco exageración en todo lo que dicen los comunitarios. Tal vez es así porque tratan de llamar la atención con la esperanza de que el Gobierno vuelva a acordarse de la comunidad y no se crea que con la construcción de un par de letrinas y una escuela primaria ya cumplió con su cuota de responsabilidad en Las Crucetas.

Esta exageración es clara al notarse que la tranquilidad de este sitio no es interrumpida ocasionalmente solamente por el paso de alguna panga. En realidad, esto sucede bastante más seguido, por el fuerte ruido del moderno aserradero en el que se guardan las esperanzas de esta comunidad para poder subsistir económicamente por su cuenta.

CAMINOS EN MAL ESTADO

Lógicamente, para foráneos como nosotros, la llegada a Las Crucetas es dura e incómoda. Para sus habitantes es otro viaje más de sus vidas. Primero, son dos horas y media en autobús por un camino a ratos fangoso, a ratos pedregoso y a ratos polvoriento (hay para todos los gustos), desde Rosita hasta Alamikamba. Este punto representa estar a unos 450 kilómetros desde Managua. Y aún falta camino por recorrer.

En Alamikamba se tiene que abordar una panga para navegar por otras tres horas por el río Prinzapolka. Un viaje en el cual es común encontrarse con alguna nube negra de las que reinan en los cielos de la Costa Caribe nacional, la cual se encargará de darle a uno una refrescante mojada (con el calor húmedo imperante, una lluvia no molesta para nada), mientras se navega por el río.

CUIDADO CON EL CAYUCO

Las únicas paradas que hace nuestro panguero es cuando divisa un cayuco. Estos frágiles botecitos pueden voltearse con el oleaje originado por los poderosos motores de una panga. Muchos de los cayucos que vemos son llevados por mujeres o niños, así que es una regla tácita del buen manejo en el río darles siempre la preferencia de paso, con los motores apagados.

¡Por fin en tierra! Estamos a un kilómetro de Las Crucetas. Eso es en distancia, pero en tiempo es casi una hora de caminata, nos dice el miskito que nos recibe en la orilla del río.

Esto es claro cuando mis piernas se hunden en el fango hasta la rodilla. “Va a ser una caminata muy larga”, me dice resignado el costarricense Jeymer Gamboa, otro periodista que se aventuró en estos lejanos parajes para conocer in situ el segundo proyecto modelo en el país de tala racional de la madera con réditos económicos.

Bienestar Y COMODIDAD

Seis horas después de que salimos del poblado Rosita, por fin tenemos enfrente a Las Crucetas. Una alejada comunidad con muchas dificultades en las que irónicamente se produce la madera con la que se brinda confort a los huéspedes de las cabañas de uno de los resort hoteleros más populares del balneario de San Juan del Sur.

Las once mil hectáreas de Las Crucetas son el nuevo experimento de aprovechamiento racional de la madera que impulsa en el país el Fondo Mundial por la Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés), luego de los resultados positivos que tiene una iniciativa similar en Layasiksa.

La organización es una ferviente impulsora en el mundo, principalmente en comunidades alejadas como Las Crucetas, de las capacitaciones sobre aprovechamiento racional de la madera que conlleve la obtención de ganancias económicas para beneficios de las mismas comunidades.

PRIMERAS VENTAS

El experimento va bien. Las Crucetas ya han logrado vender hasta tres mil dólares en lo que va de este año, el primero en el que incursionan en el negocio de la venta de madera por medio de su empresa comunitaria, Compañía Exportadora de Pinos S.A. (Cepisa).

Gracias a las gestiones de la WWF la empresa comunitaria de Las Crucetas cuenta con un comprador fijo de la madera que se corta en la comunidad: Exchange, una empresa especializada en la fabricación de muebles y construcción de cabañas. Tiene vínculos financieros con el Morgan Rock, uno de los principales complejos hoteleros en San Juan del Sur.

FAMILIA-COMUNIDAD

Chabelo Andrews (ese es su nombre formal) es el gran patriarca de Las Crucetas. Su poder se basa en que esta comunidad prácticamente está conformada por familiares cercanos. Son 53 familias vinculadas con el apellido de este personaje en algún grado.

Hijos, primos y hermanos de Chabelo representan el grueso poblacional de la comunidad y por lógica tribal, también le significa el control del aserradero y la empresa comunitaria.

Insiste en que no rige el manejo de Cepisa como si fuera un rey, que las opiniones de todos los líderes comunitarios son tomadas en cuenta, y que incluso él da trabajo en el aserradero a miskitos foráneos de la comunidad.

Pero también es evidente que su casa de madera es de tres pisos, y está conectada a la planta de combustible que genera la electricidad con la que opera en el aserradero, brindándole durante las noches un poco de este servicio básico, que es un lujo en estos lugares.

Las proyecciones de Andrews son lograr al menos 40 mil dólares por venta de madera para el año próximo, con los que busca cumplir la promesa con la cual logró convencer a toda su familia-comunidad a embarcarse en el negocio maderero, que obtener ganancias suficientes para reinvertirlas en Las Crucetas y mejorar la vida de sus habitantes.

Cuenta con la ventaja de que la planta de energía y la sierra principal del aserradero fueron donadas por el Banco Mundial y la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), por lo que no tienen una deuda bancaria por estos equipos básicos para la operación del aserradero, lo cual es una evidente ventaja.

“No tenemos apoyo económico de nadie y la empresa comunitaria es la única cosa de la que nos podemos agarrar para darle a Las Crucetas las cosas que necesita”, dice bastante convincente.

SIN EDUCACIÓN Y SALUD

Las necesidades en esta comunidad son bastante apremiantes. La escuela construida por el Fondo Social de Emergencia (FISE) tiene un año de no tener maestra, por lo que los niños pasan sus días cortando leña, arreando vacas y jugando beisbol en el suelo húmedo.

La única medicina con la que cuentan es la que crece en sus alrededores y el barco con el que sacan la madera no se encuentra siempre en la comunidad, por lo que sacar un enfermo hasta Alamikamba depende de si la suerte de éste lo favorece con el paso de alguna panga que pueda llevarlo.

El pino es el rey en las montañas de Las Crucetas. Trabajar con métodos sostenibles para la explotación de la madera dificulta un poco las cosas, ya que por lo menos hay que adentrarse diez kilómetros para extraer la madera ya apta para cortar. La sacada de las tucas no es nada fácil también, ya que la fuerza de los bueyes es lo único que se tiene a la mano para arrastrar los troncos.

SEGUIR SEMBRANDO

Ezequiel Andrews es hijo de Chabelo y su mano derecha. Es el príncipe de Las Crucetas. Está más capacitado que su padre tanto en el manejo de la empresa, su venta y la operación del aserradero. También es el que más entiende el concepto de aprovechamiento de la madera, pero desde el punto de vista de la preservación de los bosques.

El está bastante claro de que los bosques se están perdiendo y que la única forma para preservarlos y de paso sacarle algo de plata al asunto, es por medio de métodos de aprovechamiento sostenibles. “Ustedes pueden ayudarnos a tener más bosques”, me dice cuando estábamos despidiéndonos, luego que dejábamos Las Crucetas para navegar hasta Bilwi.

Lo primero que pienso es que se refiere al reportaje que voy a escribir, a esa usual esperanza que rodea el hecho de que proyectar públicamente sus problemas va a provocar que las autoridades vuelquen su atención a Las Crucetas.

Pero, me doy cuenta de lo equivocado que estoy, cuando Ezequiel me entrega una bolsa con semillas de caoba, una de las maderas más preciosas que crecen en el país. “Sembralas en Managua. Acá casi no hay y me imagino que allá tampoco, pero nunca hay que dejar de sembrar”, me dice al dármelas.

Reportajes

Puede interesarte

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí