- Macaralí, una comunidad de Jalapa, fronteriza con Honduras, es una muestra de cómo las plagas y la mano del hombre ha destruido los recursos naturales, y aunque el desastre está a la vista, los pobladores dicen que no han escuchado propuestas serias para resolverlo
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Durante las décadas de los setenta, ochenta y noventa, Macaralí era considerada un verdadero paraíso terrenal por su gran cantidad y variedad de pinos, escena que cambió drástica y dramáticamente en la entrada del nuevo siglo.
Hoy muchas fuentes de agua superficiales han desaparecido y los cerros ya no cuentan con los frondosos bosques de pino y la erosión ha abierto zanjones en los suelos aparentemente fértiles.
El problema del desastre ambiental, en zonas como Macaralí, en el municipio de Jalapa, es fácil identificarlo, basta una mirada a lo que antes fueron inmensos bosques, pero tanto los pobladores como las autoridades locales lamentan que éste sea un tema que ni siquiera aparece en las agendas electorales, menos en el Plan de Inversión Pública.
gorgojo y el hombre, causantes de su destrucción
Macaralí, una comunidad casi fronteriza con Honduras, ubicada a unos 16 kilómetros al noreste del poblado de Jalapa, fue antes de 1999 una inmensa montaña cubierta y tupida de pinos, casi virgen, después de que por unos 15 años quedó despoblada por los riesgos que implicaban los conflictos bélicos de la década de los ochenta.
Pero el fin de la guerra y el proceso de pacificación en Nicaragua fueron determinantes para que Macaralí nuevamente se poblara y que la mano del hombre empezara a aprovechar al máximo los recursos naturales que privilegiadamente la zona tenía.
Pero no sólo el hombre hizo uso de estos recursos, sino también el gorgojo descortezador o Dendroctonus Frontalis y en poco tiempo consumió miles de árboles de pino.
A finales de 1999 ambientalistas y autoridades locales empezaron a identificar e informar al Instituto Nacional Forestal (Inafor) de los primeros brotes de la plaga en apenas una o dos manzanas de bosques en Teotecacinte e inmediatamente después en Macaralí, municipio de Jalapa.
Agenor Zeledón, ambientalista de Jalapa y ahora a cargo de la Secretaría Municipal Ambiental, recuerda que una vez descubierta la plaga invitaron a funcionarios del Inafor al punto exacto donde se observaba el brote de una o dos manzanas, pero éstos manifestaron que no podían hacer nada porque no había dinero. “Argumentaron incluso que estábamos exagerando”, indicó.
Desde entonces la plaga se expandió prácticamente a todo el departamento de Nueva Segovia hasta alcanzar una magnitud de afectación de aproximadamente 32,600 hectáreas, siendo Jalapa el municipio más afectado con el 85 por ciento del área total de sus bosques, seguido de San Fernando, El Jícaro, Dipilto y Mozonte.
El impacto fue devastador, con pérdidas de más del 50 por ciento del área boscosa, lo que a su vez causó millonarios daños al país y en particular a los dueños de bosques, tal es el caso del empresario Luis Salgado, quien tuvo que cerrar su industria y dejar en el desempleo a más de 100 personas porque el gorgojo acabó con todos sus pinares.
COMO LA BOMBA DE HIROSHIMA
El Inafor por fin consiguió dinero, pero para adquirir más de 100 motosierras que en pocos días hicieron una franja “supuestamente de contención” de más de 15 kilómetros de largo por tres kilómetros de ancho, donde se hizo una tala rasa y no quedó un solo árbol en pie, recordó Zeledón.
Comentó con lástima que miles de metros cúbicos quedaron tendidos en el terreno, “parecía que había caído la bomba de Hiroshima, era un verdadero desastre, donde los causantes fueron el gorgojo y el Inafor, porque el objetivo era talar el área y sacar la madera, que estaba prohibido sacar por una ordenanza municipal”.
ÁRBOLES NO INFEsTADOS TAMBIÉN FUERON TUMBADOS
El Gobierno Municipal de Jalapa tuvo que autorizar que la madera saliera para que no se perdiera en el suelo. Pero miles de miles de árboles quedaron tumbados por incapacidad de sacar toda esa madera no infestada. “La franja era con segunda intención, sacar madera. Hoy han reconocido que cometieron (Inafor) un grave error”, señaló Zeledón.
El control mecánico del gorgojo provocó que muchas fuentes de agua superficiales desaparecieran en el municipio de Jalapa. Lo que en Macaralí era un río inmensamente caudaloso (río Los Pocitos) hoy es un riachuelo que apenas cubre las necesidades mínimas de la población.
Los cerros han quedado desprotegidos, sin bosques, y la erosión ha abierto barrancos y zanjones. Un 40 por ciento de los suelos presenta un nivel de sobreutilización, debido principalmente a la actividad ganadera, en zonas de vocación forestal.
Según el ambientalista, en el 2000 ya era un desastre ambiental y varios diputados de la Asamblea Nacional (en el período de Arnoldo Alemán) vieron que la plaga se estaba extendiendo y tuvieron la oportunidad de ver que el bosque aún estaba bonito.
“Señalamos el lugar por donde avanzaba la plaga, pero ninguno se comprometió a darle solución al problema, porque ellos mismos decían que no estaba en sus manos resolverlo”, manifestó todavía molesto Agenor Zeledón.
ES POSIBLE RECUPERARLO
La plaga de gorgojo descortezador que atacó los bosques de pino entre 1999 y el 2002, no es la primera que se registra en el país, según Francisco Aguirre Godoy, de 73 años.
Aguirre, quien tiene 18 años de vivir en Macaralí, dice que la señora Rosa Quiñónez le relató que ella fue testigo de una destrucción similar hace 35 años, “pero parece que habían quedado más sobrevivientes y gracias a la guerra, se recuperó porque nadie sacó un solo árbol más”.
Dice que en su finca tiene unas 30 manzanas de bosque de pinos que no tocó el gorgojo, “creo que fue Dios que quiso que no se fregara”.
Recordó que en ese entonces tenía un Plan de Manejo, pero no le daban permiso de sacar madera, “hasta que vieron que todo se estaba gorgojeando me dieron permiso de sacar unos cuantos metros, eso sí, lo he cuidado de los incendios y he estado reforestando”.
Aguirre cree que Macaralí aún tiene la posibilidad de recuperarse y muestra de ello es que el Programa Socio Ambiental de Desarrollo Forestal (Posaf) adscrito al Ministerio del Ambiente y Recursos Naturales (Marena), “ha ayudado mucho, ha quedado regando semilla, que algunos han sabido aprovechar, pero creo que con un poco de atención dentro de unos quince años tendríamos nuevamente bosque”.
Considera que el Gobierno debería incentivar a los dueños de propiedad para que cuiden el bosque, “que no lo sigan destruyendo para sobrevivir, que no lo dejen quemar y aquí jamás ha habido eso por parte del Gobierno”.
Dice que muchos en Macaralí están quemando los pinos para dejar el área para pasto. Añade que toda esta situación hace que ahora ya no llueva como antes y que los ríos y quebradas hayan perdido sus caudales.
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