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Bates quebrados

Edgard Tijerino M. Roman, Times, serif”>Preocupación rumbo a lo alarmante Bates quebrados Edgard Tijerino M. Ver gráfico No hay algo más difícil que batear. Los más hábiles fallan siete veces de cada diez. Claro que es terriblemente difícil. “¿Cómo diablos puedes pensar y batear al mismo tiempo?”, preguntaba Yogui Berra, el mismo de la frase […]

Edgard Tijerino M.

Roman, Times, serif”>Preocupación rumbo a lo alarmante

Bates quebrados


Edgard Tijerino M.




Ver gráfico

No hay algo más difícil que batear. Los más hábiles fallan siete veces de cada diez.

Claro que es terriblemente difícil. “¿Cómo diablos puedes pensar y batear al mismo tiempo?”, preguntaba Yogui Berra, el mismo de la frase “el juego no se acaba hasta que se acaba”, y agregaba que lo clave es anticiparse combinando tu intuición con tu destreza, porque de no hacerlo, no tienes tiempo.

Aunque en nuestro beisbol no hay tiradores tan violentos como en “el Paraíso”, la situación es la misma.

La bola viene hacia el plato convertida en proyectil con una velocidad de 85 millas por hora, y se encuentra con un swing acelerado. El sonido que produce el impacto, cuando aciertas, fabrica un suspenso instantáneo: ¿hacia dónde va la pelota sobreviviendo a la deformación?

Asunto de ángulos de contacto, más la cantidad de impulsión y movimiento, diría un estudiante de física.

EL PROBLEMA, LA BOLA

Hay preocupación por los pobres porcentajes que se están viendo en el inicio de la Liga Profesional, y nos aproximamos a lo alarmante si consideramos que la tendencia es dirigirnos hacia un hundimiento por “la flojera” de la bola, un tema que ha sido prohibido de abordar para los bateadores, víctimas del problema.

El regreso al bate de madera, más una bola que necesita correcciones en su confección, es una mezcla macabra para el bateo de poder.

Después de los primeros 10 juegos de cada equipo, León no había podido conectar de jonrón en 335 veces al bate, Chinandega tenía sólo uno en 325 oportunidades, el Bóer 2 y el San Fernando 4.

Claro, desde que desapareció el “ping” del aluminio, el poder decreció, pero no es para tanto, excepto cuando la pelota conspira contra el bateo.

EL FACTOR PITCHEO

“Hay un pitcheo más consistente. Eso es innegable”, me dice Nemesio Porras, quien después de haber visto cómo advirtieron a Marlon Abea, no quiere opinar sobre la bola, pero al no hacerlo, está opinando.

“Cierto, el pitcheo es más fuerte, pero todo depende de pegarle bien a la pelota”, dice Henry Roa, quien conectó tres hits contra el temible pitcheo de Liga Mayor de Vicente Padilla. Roa también opinó sobre la pelota guardando distancia.

La medida más drástica en contra de los bateadores era la altura de 15 pulgadas que tenía el montículo. En 1968, el bajón ofensivo fue escandaloso. Denny McLain ganó 30 juegos y Cal Yaztremski fue campeón bate de la Liga Americana con apenas 301 puntos, Juan Marichal ganó 26, en tanto Sam McDowell y Bob Gibson poncharon a medio mundo.

Cuando se redujo la elevación de los montículos a 10 pulgadas, el bateo volvió a crecer bruscamente, y en los años ochenta con la “sospecha” de haber metido un conejo adentro de cada bola, se provocaron estragos haciendo saltar las cifras de poder como tapones de corcho.

SÓLO DOS CAMBIOS

La especulación acerca de las bolas vivas es especialmente interesante ya que, según el libro de McMillan, las pelotas de beisbol han sido construidas de la misma forma desde 1910, cuando el primer centro de corcho fue introducido. El único cambio autorizado desde 1931 ha sido el del forro de cuero de caballo a cuero de vaca, las cuales, incidentalmente, dejaron como producto una diferencia de olor y color. El cuero de caballo tiende a tener más aceite y el color es más amarillo. Se dice que de todos los componentes de la bola, sin embargo, el forro es el que tiene el menor efecto en la vivacidad.

Aunque solamente se han registrado dos cambios autorizados en la bola (primero del centro de corcho al centro de corcho amortiguado en 1931, y en 1974, el cambio del forro de cuero de caballo al de vaca), los expertos advierten que sería fácil enredarse con la bola de beisbol, ya que una leve alteración podría afectarla.

BATEANDO GELATINA

En la época de la bola muerta, antes de la era de Babe Ruth, se produjeron grandes porcentajes. Un grueso número de campeones de bateo, superaron los 370 puntos, pero en jonrones se podía ganar un título con menos de 10. Ahí está el caso de Ty Cobb, quien fue triple corona en 1909 con 377 puntos, 9 jonrones y 107 empujadas. Pero la bola muerta no impidió que disparara 216 hits.

Aquí se piensa que la culpa de los bates “quebrados” es la flojera de la bola.

Dice John Fiscina en un estudio publicado en Sports Illustrated, que “la forma más fácil y rápida de avivar la bola es envolverla más fuerte”. Fiscina fue director de investigación y desarrollo de la McGregor Sporting Goods, quien fabrica pelotas para las Ligas Menores. “Cuando se envuelve más fuerte la bola tendrá más energía y viajará más lejos”. Con una envoltura floja la “energía se perdería”.

¿Cuántos bateadores de 300 veremos al finalizar la temporada?

En 1970, cuando Carlos García puso nuevamente en marcha el carro del beisbol aficionado en el terruño con el bate de madera, sólo Cirilo Errington terminó sobre los 300 puntos.

Además:
“Un pitcheo fortalecido y los mismos bateadores”
El año de la bola muerta

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