- Pedro Torres excitado por crecimiento del pitcheo
Edgard Tijerino M.
SANTO DOMINGO.- El lunes, mientras aterrizaba en estos Juegos Panamericanos, Cairo Murillo sobreviviendo a un dificilísimo machucón que precipitó un tiro errático y dio dos bases a José Gándara en un angustioso segundo inning, dejaba sin hit ni carrera a Guatemala.
Siempre he estado claro que la grandeza de un no hitter no la deteriora el nivel del equipo rival. Un no hitter, es tan complicado como explicar las ventajas de un Tratado de Libre Comercio entre tiburones y sardinas, se logre contra quien sea.
Pero, cuando tienes en un puño tres no hitters pinoleros en torneos internacionales de envergadura durante la etapa moderna de nuestro béisbol superior, puesta en marcha en 1970 por Carlos García, puedes atreverte a establecer diferencias.
A lo largo de sus tres primeras victorias en este torneo, Nicaragua utilizó a sólo tres pitcheres, permitiendo sólo una carrera limpia en 27 entradas. Naturalmente, Pedro Torres, ese silencioso y eficiente entrenador, se sentía como Johnny Sain o Ray Miller, un escultor capaz de discutir con Rodin sobre esa obra maestra que es “El Pensador”.
“Algo tengo que ver”, me dijo Pedro cuando le pregunté sobre su satisfacción sujetada con tenazas… Él estuvo detrás de Diego Sandino, Cairo Murillo y Olman Rostrán en un buen número de los 81 outs, pero en lugar de salir gritando del baño, se refugió en esa humildad de nandaimeño que llega a Granada con su alforjita y sus caites buscando cómo pasar inadvertido.
En 1990, durante el Mundial de Italia, César Monge, quien tiene el récord de 10 innings sin hits ni carrera en el béisbol casero, dibujó el doble cero contra Bélgica en partido recortado a 7 entradas.
Bueno, ¿alguna vez los belgas han tenido significado en el firmamento del béisbol?… Cierto, y recordamos que se atrevieron a organizar una Copa en la que no participaron, pero ¿en qué quedamos?… ¿Es o no terriblemente complicado construir un no hitter?
Si Ramsés II, el faraón constructor, experto en aventuras arquitectónicas, hubiera sido pitcher, quizás como Steve Carlton, Greg Maddux y Roger Clemens, estaría lamentando no tener un no hitter.
Pero Monge lo logró, como Cairo Murillo… Así que, no hay nada que discutir, excepto si esas faenas podrían ser colocadas encima del pitcheo monumental de Sergio Lacayo en 1971, durante el Torneo de La Amistad, contra Colombia.
Para mí, el mejor de todos, y resulta fácil explicarlo: recientemente, en el Mundial de 1970, el line-up colombiano registró un promedio ofensivo más elevado que el cubano… ¿Qué les parece?
Ese grupo encabezado por el feroz Abel Leal, contaba con bateadores tan agresivos como Humberto Bayuelo, Luis Gaviria, Tomás Moreno, y otros capaces de alterar los nervios de José Antonio Huelga y Burt Hooton.
Lacayo, con casi 18 mil en el Estadio Nacional, mantuvo a Oscar Larios sosteniendo su aliento para estructurar un no hitter, con la habilidad que caracterizó a Agatha Christie tejiendo sus novelas de misterio.
Ese Torneo de La Amistad no alcanza la dimensión de una Copa o de unos Panamericanos, pero la artillería colombiana era temible de la cabeza a los pies, al revés y al derecho, de noche y de día.
Nunca, antes y después de esa noche, vi a Lacayo más inmenso… Parecía el templo de Khons en Karnack, una de las obras de Ramsés II.