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La ejecución de Somoza

Roberto [email protected]

Milagro no nos detuvieron. Viajábamos en el pequeño Honda Civic, modelo 1977, y cantábamos a grito partido todas las rancheras que el ron nos permitía recordar. No sé qué celebraban mis bróderes, pero yo estaba feliz porque había podido comprar y ponerle al carro el juego de agujas del carburador.

– “Oí, oí, cómo ruge el carburador”, les decía orgulloso, creyendo que el viejito cuatro puertas sonaba a ‘Fórmula uno’.

– “Sí gordo, ya lo oí”, respondía fastidiado mi hermano carnal, el flaco Irías.

Por las calles de Managua había poco tráfico. Faltaba el combustible, los vehículos y la plata. Vivíamos, como decíamos riéndonos nosotros mismos, en el “país de la alegría”, pues era “alegre” encontrar leche, pan, frijoles, aceite o pañales, en los supermercados, bautizados como Centros de Abastecimiento de los Trabajadores, los CAT.

“Vamos a una fiesta, donde unas amigas”, propuso el flaco Irías, y tomamos rumbo a Villa Fontana, llamada en ese entonces Barrio “Omar Torrijos Herrera”. El más entusiasmado era Erick, pues buscaba pareja. Llegamos en dirección al monumento al general panameño y recorrimos alrededor de 100 metros al sur. Parqueamos.

– “Y, ¿quién vive aquí, flaco?”, pregunté.

– “El Pelado”, me dijo.

– “Y, ¿ése quién es?”, volví a preguntar.

– “El que se voló a Somoza, el que se voló a Somoza”, repitió.

Era la casa de Enrique Gorriarán Merlo, mejor conocido como “El Pelado”, argentino y jefe militar del comando que ejecutó el atentado contra Anastasio Somoza Debayle. A pocas casas vivía Jacinto Suárez.

UN TITULAR DE ANTOLOGIA

Hay dos titulares de periódicos que no olvido. Uno, el de un diario sensacionalista en México, que decía: “Quedó huérfano: Mató a sus padres”, y el otro, el de Barricada, que rezaba: “Murió como perro en una esquina”, refiriéndose al dictador Anastasio Somoza Debayle, ejecutado en la capital paraguaya, el 17 de septiembre de 1980.

La idea del titular, según colegas que trabajaban en Barricada en esa época, se le atribuye a William Fonseca, quien fungía en ese entonces como redactor. Años después se fue al exilio. Hoy, dicen que trabaja en la emisora liberal de Bluefields.

Tampoco fue objetado por ninguno de los editores de entonces, ni por Ignacio Briones Torres ni por Manuel Pinell, que en paz descanse.

La edición especial del diario oficial del FSLN, con dos portadas, circuló con ese título digno de Ripley, que no fue el principal. Las ocho columnas se basaban en una palabra de poco uso popular, empleada sin embargo en el comunicado oficial de la Dirección Nacional del FSLN, emitido ese histórico día. “Vindicta popular”, rezaba el titular principal.

PAIS DIVIDIDO

La noticia sobre la ejecución de Somoza Debayle llegó precedida de un insistente sonido de “última hora” en las emisoras nacionales y del ulular de las sirenas de las pocas fábricas en manos de los trabajadores. En un instante inundó la geografía nacional y se convirtió en la “comidilla del día”. Sobraban las especulaciones alrededor de quiénes habían muerto junto al dictador y sobre la identidad de los ejecutores.

Los comandantes, a bordo de jeep soviéticos descapotados, marca WAZ, salieron a recorrer las calles de Managua, para estar al frente de la celebración popular, sin embargo no la hubo. Recuerdo que en uno de esos “todo-terrenos” viajaban Humberto Ortega, Jaime Wheelock, Bayardo Arce, Víctor Tirado y Edén Pastora, saludando, haciendo la “V” de la victoria, pero mientras unos respondían efusivamente, otros no volvían a verlos ni les devolvían el saludo.

Viéndolo retrospectivamente, el país se dividió frente a la ejecución de Somoza Debayle. Creo que existía un consenso alrededor de que debía pagar por sus crímenes, enfrentar la justicia, pero no sobre liquidarlo de esa forma, en una emboscada, bajo el fuego cruzado de fusilería y de cohetes RPG-2.

En la UNAN-Managua lo celebramos. Aún cargábamos la resaca emocional de la celebración de la Cruzada Nacional de Alfabetización, cuando alguien se asomó dentro de la caseta del CUUN, donde trabajábamos, y dijo a grito partido: “¡Se volaron a Somoza!” La noticia provocó una verdadera algarabía en ese centro de estudios, donde en varias ocasiones irrumpió la Guardia Nacional, dejando una estela de detenidos o muertos. Con facilidad interrumpimos las clases.

PELIGRO ASISTENCIA NORTEAMERICANA

Oficialmente, el gobierno descartó cualquier involucramiento directo o indirecto en la ejecución de Anastasio Somoza Debayle, pese a que todas las evidencias desde Paraguay apuntaban todo lo contrario. Fue al Dr. Rafael Córdoba Rivas, miembro de la Junta de Gobierno, a quien le correspondió dar la cara y la versión oficial del caso.

De fondo no estaban razones morales, ni políticas. Simple y llanamente dinero, divisas. Cinco días antes, el 12 de septiembre de 1980, el presidente Jimmy Carter había certificado al Congreso de su país que no había evidencias de que Nicaragua estuviera colaborando con algún país u organización terrorista, condición para la asistencia financiera por parte de Estados Unidos.

Se trataba de una donación de 75 millones de dólares en total, en ayuda suplementaria para el año fiscal 1980. El 19 de junio se habían entregado los primeros 15 millones de dólares para reactivar la economía nicaragüense.

“El asesinato de Somoza ha provocado inquietudes sobre la necesidad de re-examinar la certificación presidencial, de que el gobierno de Nicaragua no está envuelto en actividades terroristas”, sugirió el propio William Bow- dler, alto funcionario de la Administración Carter.

“La información disponible sobre el asesinato de Somoza sugiere la posibilidad de que el gobierno nicaragüense esté envuelto, pero no hay conclusiones definitivas”, añadió, por tanto, sugirió seguir acumulando información. Sin embargo, si surgieran evidencias conclusivas, “el Presidente se vería obligado a suspender la asistencia financiera de inmediato”, recomendó.

Así fue. El 4 de enero de 1981, al asumir la Presidencia, Ronald Reagan suspendió oficialmente la ayuda a Nicaragua, los restantes 15 millones del paquete de 75 millones de dólares. Pero, no fue el tema Somoza, sino la colaboración con la guerrilla salvadoreña.  

Editorial
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