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Damaris Vallejos Ruiz y Elsa Corea Mejía posan para la “Cámara de Caballito” de don Emiliano Bravo. LA PRENSA/R. ORTEGA.

Don Emiliano lleva la fotografía en la sangre

Fue el primer “fotógrafo de caballito” de Ciudad Darío, fabricó su primera cámara y rememora con nostalgia aquellos años cuando captar imágenes era una ciencia, un arte y una pasión Mario Fulvio [email protected] Desde muy chico Emiliano soñaba con ser fotógrafo. Se extasiaba contemplando las fotos en blanco y negro que publicaban las revistas especializadas […]

  • Fue el primer “fotógrafo de caballito” de Ciudad Darío, fabricó su primera cámara y rememora con nostalgia aquellos años cuando captar imágenes era una ciencia, un arte y una pasión

Mario Fulvio [email protected]

Desde muy chico Emiliano soñaba con ser fotógrafo. Se extasiaba contemplando las fotos en blanco y negro que publicaban las revistas especializadas de los años cuarenta, apreciando por intuición los contrastes, la elasticidad en los tonos, los primeros planos, la fidelidad expresiva del retrato, la dinámica que existe en la perspectiva, la siempre misteriosa luz y la serenidad de los paisajes.

Tenía ocho años cuando fabricó su primera cámara. Era una cajita de fósforos a la que le hizo un agujero. De previo —oculto a miradas indiscretas—, dibujaba una carita en un papelito y lo metía en la cajita.

Después chasqueaba la lengua haciendo el “clic” de rigor. Sacaba el dibujito y le decía al cliente: ¡Éste sos vos!

Como a menudo sucede en esta profesión, algunos chavalos no quedaban conformes con el retrato, mientras que otros quedaban asombrados y preguntaban: ¿Cómo le hiciste?

Ahora Emiliano Bravo tiene 72 años y sigue siendo un fiel enamorado de la fotografía, y aunque tiene problemas en la vista continúa de frente tomando fotos.

Lo encontramos en la miscelánea que posee allá en Ciudad Darío, cercana a la casa donde nació el Gran Panida. Allí vende de todo, desde una tachuela hasta media libra de pinolillo.

“Me gustó tanto la fotografía que ya cuando fui joven, quizás unos 18 años, me fabriqué mi propia cámara de cajón, de ésas que les decían “de caballito”, porque por lo general se tenía que cargar un caballo de madera sobre el cual se enhorquetaba al niño que quería retratarse. Algunos fotógrafos, incluso, llevaban telones pintados con bonitos paisajes para que les sirvieran de fondo.

“La cámara era también un pequeño laboratorio, pues dentro de ella se revelaba la película y por contacto se sacaban las fotos. Con el tiempo pude adquirir una Rollei Flex, pero siempre la “de cajón” fue mi preferida”.

Con orgullo, don Emiliano afirma que fue el primer fotógrafo de Ciudad Darío, pero que sus obras de arte están regadas por todo el departamento de Matagalpa, igual que sus doce hijos y quién sabe cuántos nietos.

¿Cuál fue su especialidad?

Los retratos, porque antes la gente necesitaba muchas fotos para carné, pero cuando monté mi primer cuarto oscuro saqué fotos de ocho por diez, que en ese tiempo valía diez córdobas cada una. Pero tuve que hacer mi cuartito oscuro, la ampliadora, por ejemplo, la hice usando el fuelle de la Rollei, era el tiempo que uno mismo debía fabricar los químicos. Conocer los componentes y sus mezclas.

¿Y le daba ese oficio para vivir

Francamente no mucho, pero es que también era o soy zapatero, y con eso completaba para los frijolitos.

¿Qué recuerda de los personajes que retrató, había algunos notables?

Ciertamente yo retraté a mucha gente importante, pero mis mejores recuerdos están con aquellas personas que eran sobresalientes por su humildad, la gente sencilla y pobre.

¿Y por qué dejó la fotografía?

Bueno, es que me dio un derrame y contra mi voluntad tuve que bajar el gas. Pero todavía me resisto al retiro y aún tomo fotografías.

Ahora es más fácil tomar fotos, ya no hay que hacer tantos malabares como hacían los fotógrafos de cajas de madera.

Bueno, es que antes la fotografía era una ciencia, un arte y una pasión. Antes el mérito era del fotógrafo, ahora es de la máquina que te da todo, incluso hacer el “clic”. Hoy el colorido es muy llamativo, pero se ha perdido mucho la creatividad, hay un toque genial que no pueden darlo las cámaras computarizadas.

¿Cuántas paseadas hizo, como la del tipo que está encantado tomando fotos y resulta que se le olvidó poner el rollo?

No estuve al margen de eso, y también conocí trucos de la competencia, como uno que en cierta ocasión estuvo contemplando mi cámara y le puso grasa al lente para que salieran malas mis fotos… Hay de todo.

¿Y dónde guarda esa reliquia. Esa cámara de cajón?

Se la di a un chavalo mío que va siguiendo mis pasos. Y que ojalá los siga bien.

¿POR QUE “DE CABALLITO”?

Les decían “fotógrafos de caballito” porque entre la utilería que transportaban de pueblo en pueblo y de plaza en plaza, figuraba un caballito de madera donde subían a los niños para que sonrieran al ser fotografiados.  

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