14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

Una Constitución para la dinastía

Si nos guiamos por la historia de Nicaragua, no servirá por mucho tiempo el repello constitucional que la dictadura le ha dado con la reciente reforma total a la Constitución. Se trata de darle un ropaje de legalidad, en forma retroactiva, a las arbitrariedades totalitarias que ya venía realizando en el día a día.

Queda claro que se trata ante todo de una concentración mayor de poder en la familia Ortega Murillo que ahora con los cargos de copresidente, copresidenta y presumiblemente vicepresidente para su hijo Laureano Ortega controlarán de hecho como lo han venido haciendo todos los poderes del Estado, pero ahora con un marco legal.

Lo que fue presentado a la Asamblea Nacional la semana pasada y aprobado express en primera legislatura, sin debate alguno, es la formalización de una dinastía monárquica donde el poder absoluto lo ostenta un matrimonio que se arroga la facultad de heredarlo a sus descendientes, en caso de fallecimiento.

Nunca antes en la historia de Nicaragua se había visto algo así, ni en tiempos de Somoza García, el dictador se atrevió a moldear la Constitución de una forma tan descarada para perpetuar a su familia en el poder y controlar a todos los poderes del Estado. Si lo hubiera hecho, hubiera sido derrocado muchos años antes.

A como lo han señalado expertos juristas, la “reforma” a la Constitución es una reforma total del texto constitucional que afecta inclusive los símbolos patrios, la definición del Estado y la forma de gobierno, los poderes del Estado y por lo tanto no se puede hacer por medio de una reforma parcial, sino que se requiere una Asamblea Constituyente.

Salta a la vista la prisa que la dictadura matrimonial —como le llamó Luis Almagro, secretario general de la OEA— tenía para realizar tales reformas inconstitucionales en estos momentos. Podría haber cinco razones:

La primera es obvia, ya está por finalizar el año y las reformas constitucionales se deben realizar en dos legislaturas, así que para que entren en vigencia lo antes posible seguramente se seguirá el mismo procedimiento express en enero. Esto explica la forma o el tiempo, pero no el fondo.

La segunda razón podría ser, como bien lo ha señalado Dora María Téllez, que doña Rosario esté “apurada” por consolidar su poder, que ya tiene por la vía de hecho, ahora por la vía constitucional para asegurar una sucesión fluida y de paso, la misma fórmula constitucional les permitirá la escogencia de su hijo Laureano como vicepresidente, garantizando la sucesión a la segunda generación.

Veremos si esto ocurre en enero, cuando sean aprobadas las reformas inconstitucionales en segunda legislatura y el copresidente y la copresidenta tienen la “visión de estadistas” para designar a su hijo Laureano.

Una tercera razón posible de la premura con que se le ha pretendido dar un repello constitucional a la dictadura dinástica que ostentan es el ascenso del presidente Donald Trump a la Presidencia de los Estados Unidos y el nombramiento de Marco Rubio como secretario de Estado. Se trata de una viveza de ratón, porque nadie les va a creer que todo lo que han hecho lo han realizado acorde con un marco constitucional que ha sido inventado en forma retroactiva para tratar de acomodar su deriva totalitaria.

Para el mundo democrático es evidente que el gobierno de Ortega es ilegítimo porque no nace de elecciones libres y al no existir Estado de derecho, sus reformas inconstitucionales no tienen validez alguna, lo mismo se podría decir de cualquier préstamo que haya sido adquirido con China o con organismos multilaterales en los últimos dos períodos.

Una cuarta razón posible es que quizás el ahora codictador esté mal de salud y la codictadora, en su ostensible paranoia, pretenda tener todos los hilos del poder bajo su control cuando este fallezca. En cualquier caso, de hecho, ella los tenía a como ha quedado ampliamente demostrado, pero le faltaba el ropaje legal.

De cualquier manera, todos estos cambios que terminan de demoler la Constitución pasarán a la historia como el intento de un matrimonio de convertir al país en su patrimonio personal y perpetuarse en el poder al mejor estilo de las monarquías absolutistas, como la de Luis XIV, que proclamó la famosa frase “el Estado soy yo”.

El autor es periodista, político y escritor nicaragüense, ex preso político desterrado y autor del libro testimonial “Destinos Heredados”.

Opinión
×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí