Con la aprobación este viernes 22 de noviembre, en primera legislatura, de la reforma a la Constitución Política de Nicaragua, Rosario Murillo —actual vicepresidenta y vocera del régimen— asciende un escalafón más en su consolidación de control y poder. Este proceso comenzó antes del retorno de Daniel Ortega al poder, el 10 de enero de 2007, cuando Murillo apartó a figuras históricas del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y asumió el control de la mayoría de los asuntos del partido.
La Asamblea Nacional de Nicaragua aprobó este viernes 22 de noviembre la reforma constitucional que oficializa el control del dictador Daniel Ortega y de su esposa sobre los otros poderes del Estado, asegurándose la sucesión dinástica.
“Esta situación no es casualidad; Murillo ha trabajado para llegar a este punto. La correlación de fuerzas dentro de la familia, que es el núcleo donde se toman estas decisiones, se inclinó a su favor”, afirmó la exguerrillera Dora María Téllez en declaraciones a LA PRENSA.
Murillo comenzó a influir en las campañas electorales desde 2001, imponiendo estilos y estrategias que rompieron con las tradiciones del partido.
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“Fue a partir de esas elecciones cuando se notó un giro significativo en la forma en que se desarrollaban las campañas. Los elementos históricos del Frente, como los colores tradicionales, empezaron a ser desplazados”, recordó el sociólogo nicaragüense Juan Carlos Gutiérrez.
Además, Murillo desplazó a liderazgos internos del FSLN con peso organizativo, como Lenín Cerna, quien lideró la restructuración del partido tras las elecciones de 1996. Gradualmente, Murillo asumió más espacios de liderazgo, especialmente después de la denuncia pública de Zoilamérica Narváez sobre la violación perpetrada por Daniel Ortega.
El Consejo de Comunicación y Ciudadanía
El 10 de enero de 2007, Ortega emitió el decreto 03-2007, que reformó el Reglamento de la Ley No. 290, Ley de Organización, Competencia y Procedimientos del Poder Ejecutivo, junto con su reforma, el decreto No. 25-2006. Este decreto creó el Consejo Nacional de Políticas Públicas, el Consejo Nacional de Comunicación y Ciudadanía, entre otros órganos de gobierno. Desde sus inicios, este Consejo se convirtió en el primer eslabón del régimen orteguista para controlar los medios de comunicación en Nicaragua.
El Consejo de Comunicación y Ciudadanía sucedió, sin interrupción, a la Oficina de Desarrollo y Asistencia Social, la Dirección de Coordinación de la Comunicación, la Secretaría de Prensa, la Oficina de Ética Pública y las secretarías departamentales y regionales del Gobierno.
Entre las funciones del Consejo se estableció “diseñar políticas, planes, programas y acciones para promover la formación de ciudadanía en el contexto cultural, institucional e histórico nicaragüense y organizar su ejecución en todo el territorio nacional, de tal manera que se logre garantizar la formación de consejos de ciudadanos comarcales, barriales y distritales”.
Así Ortega repartió el poder vía decreto
En su artículo 12, el decreto ejecutivo expone las funciones del Consejo de Comunicación y establece que debe ser coordinado por “un delegado del presidente de la República”, posición que desde el principio ocupó Rosario Murillo.
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Según el decreto, en aquel momento el Consejo estaba compuesto por los titulares del Ministerio de Educación, Cultura y Deportes, Ministerio de Salud, Ministerio del Ambiente y los Recursos Naturales, Ministerio de la Familia, o sus delegados.
La primera vez que se le llamó “copresidenta”
El 25 de octubre de 2021, poco antes de las elecciones generales del 6 de noviembre de ese año, Daniel Ortega llamó por primera vez “copresidenta” a Murillo.
“Aquí (Nicaragua) tenemos dos presidentes, porque respetamos el principio de 50-50; o sea, aquí tenemos una copresidencia con la compañera Rosario”, expresó Ortega durante la entrega de buses rusos realizada por el régimen. Sin embargo, el cargo de copresidenta no existía en las leyes de Nicaragua.
“Buscó el poder absoluto”
A juicio de Dora María Téllez, esta sucesión podría obedecer a varios factores: el debilitamiento de Ortega, problemas de salud o una posible falta de claridad mental que afecta su capacidad para gobernar.
“Sea cual sea la razón, Ortega ha experimentado una pérdida significativa de poder, mientras que Murillo ha consolidado el suyo de manera total”, concluyó Téllez.
Según Juan Carlos Gutiérrez, Rosario Murillo siempre buscó el poder absoluto, aunque no logró ser la figura número uno al mando.
“No se sabe con certeza si esta estrategia era el plan original, pero lo que sí es claro es que Murillo ha ejercido un rol presidencial incluso antes de ser vicepresidenta. Desde el Consejo de Comunicación, generaba control y se mostraba como la figura de autoridad dentro del Frente”, explicó Gutiérrez.
Por esta razón, consideró que la copresidencia aparece como la “cereza en el pastel” de un proceso que Murillo ha liderado durante años y que le garantiza la sucesión en el poder.