La noche de las elecciones, Donald Trump repitió la frase: “Promesas hechas, promesas cumplidas”.
Ahora, los republicanos han tomado oficialmente el control del Congreso con su victoria en las dos cámaras y sus “promesas” son mucho más fáciles de cumplir.
En la jerga política de Washington, se denomina “trifecta gobernante” cuando el partido del presidente también controla ambas cámaras del Congreso: la Cámara de Representantes y el Senado.
Ese control es el que tiene ahora el Partido Republicano de Donald Trump.
El control de un solo partido fue común en el pasado, pero en las últimas décadas se ha vuelto más raro y más corto. Con frecuencia, el partido en el poder pierde escaños cuando llegan las elecciones legislativas de mitad de mandato dos años después.
Tanto Trump en su primer mandato como Joe Biden disfrutaron de trifectas durante sus dos primeros años en la Casa Blanca, pero también vieron que tener tal control no es garantía de que un presidente pueda salirse con la suya.
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Impedimentos
En sus dos primeros años (2017-2019), Trump aprobó una ley fiscal emblemática: redujo el impuesto de sociedades del 35% al 21% y recortó algunos impuestos a los particulares.
Pero algunos miembros de su propio partido fueron reacios a su sorprendente ascenso a la cima en 2016 y eso hizo que Trumo tuviera problemas para avanzar en otros objetivos.
Su plan para derogar la Ley del Cuidado de Salud Asequible (ACA por sus siglas en inglés, también conocida como Obamacare) fracasó cuando un senador de su propio partido, el ahora fallecido John McCain, se negó a votar a favor.
Tampoco logró aprobar un proyecto de ley de infraestructuras como había prometido.
En sus dos primeros años, cuando los demócratas controlaban la Cámara de Representantes y el Senado, Biden consiguió aprobar el plan de Rescate Estadounidense, la Ley de Inversión y Empleo y la Ley de Chips y Ciencia.
Pero también tuvo que reducir significativamente sus planes de gasto e inversión, presentados como el programa Build Back Better, tras la oposición de uno de sus propios senadores.
Uno de los principales impedimentos para el control total por cualquiera de los partidos es que los proyectos de ley del Senado requieren una mayoría de tres quintos, o 60 votos, para evitar el filibusterismo, que permite a los senadores retrasar la legislación manteniendo abierto el debate.
Esto significa que, cuando un partido tiene mayoría simple en el Senado, necesita llegar a acuerdos con el otro lado del espectro político para conseguir que se apruebe un proyecto de ley.
Incluso con una sólida mayoría en el Senado esta vez, Trump no tendrá los 60 escaños mágicos que le permitirían superar los intentos de la oposición de retrasar la legislación.
Y el miércoles, los republicanos del Senado eligieron a John Thune como líder de la mayoría frente a Rick Scott, de Florida, el claro favorito en el bando de Trump, en una señal de que algunos legisladores podrían estar reafirmando su independencia (Trump no respaldó oficialmente a Scott).
Astucia
Dicho esto, una trifecta, si se gestiona con astucia, abre el camino a la posibilidad de grandes iniciativas legislativas.
La ventaja de poder de Trump podría ser clave para sacar adelante sus grandes promesas, como la mayor deportación de inmigrantes de la historia, los aranceles radicales a las importaciones extranjeras y el retroceso de las protecciones medioambientales.
El uso de la legislación para lograr estos fines hará que tales planes sean mucho más difíciles de revocar en los tribunales, algo que Donald Trump sufrió en su primer mandato, cuando utilizó ampliamente órdenes ejecutivas que fueron impugnadas con regularidad y a menudo con éxito.
El panorama judicial también ha cambiado a favor de Trump.
El principal logro de su primer mandato fue colocar a tres jueces conservadores en la Corte Suprema, consolidando así una mayoría conservadora de dos tercios para las próximas décadas.
También nombró a más de cuatro decenas de jueces para los tribunales federales de apelación, cambiando varios circuitos hacia una tendencia más conservadora.
La mayoría que los republicanos tienen en el Senado también supone una ventaja clave.
Trump podrá conseguir con más facilidad que se aprueben sus nominados a puestos dentro del gobierno, algo con lo que tuvo problemas en 2017, cuando la resistencia interna en el Partido Republicano seguía siendo significativa.
Todo ello hace presagiar unos próximos dos años ajetreados y posiblemente turbulentos.
Pero, como indica la historia reciente, estas trifectas no duran mucho. La administración entrante querrá ponerse manos a la obra.