La semana pasada trascendió la noticia que la dictadura había desterrado de hecho al más afamado científico y naturalista nacional, el doctor Jaime Incer Barquero, al prohibir que el anciano nonagenario en silla de ruedas, abordara con su esposa un avión en Miami, de regreso a su amada patria Nicaragua.
De todos los cientos de desterrados injustamente quizás el que más choca por su nivel de crueldad es el caso del doctor Incer, un científico de todas las ramas que desde los años 60 se convirtió en una referencia obligada para los medios de comunicación, ya fuera para analizar un fenómeno celeste, una erupción volcánica, la protección ambiental de nuestras áreas protegidas o el Gran Canal Interoceánico, megaproyecto que fue concesionado sin previo estudio de impacto ambiental o social al oscuro personaje chino, Wang Jing.
Pero de las miles de declaraciones que ha dado el doctor Incer a lo largo de su vida, nunca se le ha conocido una declaración política, ya fuese de adhesión o crítica, mucho menos de adulación. Todo ello a pesar de que fue funcionario público durante varios gobiernos, siendo su último cargo desde el 2009 en el actual gobierno de Ortega como “asesor presidencial para temas medioambientales”.
Como asesor presidencial para el tema del canal interoceánico el doctor Incer no tuvo empacho en advertir públicamente el catastrófico daño ambiental que el dragado de dicho canal causaría en el ecosistema y en la calidad de las aguas del Lago Cocibolca, actitud responsable y consecuente que seguramente tuvo que ver con su destierro por su falta de “lealtad” política con el régimen.
Incer argumentó que un reciente estudio de batimetría realizado en el 2015 a lo largo de sus 105 kilómetros de la ruta propuesta por el canal sobre el Lago de Nicaragua requería un dragado monumental y volar con dinamita el lecho del canal por 90 por ciento de su trecho ya que solo en un pequeño segmento de 10 por ciento el Lago tiene la profundidad requerida de 30 metros o más, para el calado de los mega buques propuestos.
Ello destruiría toda la fauna lacustre existente y degradaría la calidad de las aguas del Gran Lago de Nicaragua, que constituye la principal reserva de agua potable y de riego para toda la región del Pacífico, incluyendo Managua, argumentó el científico.
Y como el lago tiene corrientes y es agua que está en continuo movimiento, el sedimento del dragado tendría a volver a reubicarse en su lecho, por lo que se requería un dragado permanente a lo largo de toda la ruta del canal, recalcó.
El Lago Cocibolca se salvó, porque el canal no se construyó y lo de Wang Jing resultó una gran estafa, pero el doctor Incer no se salvó de las consecuencias de su amor por la naturaleza y su entereza científica. El error del doctor Incer como asesor presidencial fue no decirles lo que quería oír, sino lo que deberían oír. Diez años después, la dictadura que no perdona ningún síntoma de disensión, le ha pasado la cuenta en la forma del cruel destierro.
Si para cualquier ser humano el destierro es cruel, más lo es para un hombre, ya nonagenario, que ha dedicado toda su vida al estudio y protección de los recursos naturales de su patria, que ciertamente no merece castigo alguno solo por haber antepuesto la ciencia a la política.
Ojalá que por lo menos en este caso los dictadores reflexionen y enmienden su error, permitiendo al doctor Incer regresar a Nicaragua y vivir en su amada patria hasta los últimos días de su vida.
El autor es periodista, político y escritor nicaragüense, expreso político desterrado y autor del libro testimonial “Destinos Heredados”.