Cada uno de nosotros, incluso los más pequeños e insignificantes, continuamos conmovidos en nuestra existencia más íntima después del despliegue de entusiasmo, armonía, carisma y fulgor que Sheynnis Palacios ofreció sobre el más elevado escenario que la belleza mundial puede levantar, mientras se convertía en Miss Universo.
Para un país como el nosotros, con serios problemas no solo de concordia, sino atenazado de forma transversal por sentimientos perniciosos como el odio, la burla y el desprecio, su victoria es un bálsamo, un aire fresco, un rayo de esperanza que nos emociona y regocija, mientras nos hace soñar y nos ilusiona sobre un futuro mejor.
Palacios encarna no solo a las mujeres nicaragüenses, luchadores de tiempo completo y capaces del mayor sacrificio en beneficio de los suyos y de la sociedad, sino también a los hombres que continúan creyendo en la luz, aunque vivan en la oscuridad y también a los niños y niñas que siguen confiando en nosotros a pesar de que los traicionamos con frecuencia.
Su triunfo es la palabra de aliento, la palmada en la espalda y la sonrisa sincera para esas princesas que no están en un palacio con ventanas y vistas preciosas, sino en una cuartería humilde dividida por biombos de periódicos, plástico negro o solo por la imaginación. Ella les ha dicho ahora que el éxito es posible si se trabaja sin cesar.
Sheynnis es la belleza del arte en movimiento, la ejecución perfecta del trazo sobre el lienzo, el deleite provocado por la palabra precisa y la admiración generada por una sencillez que deslumbra, pero, sobre todo, es una joven realista, comprometida y humana que solo ha querido decirnos que sí se puede, aunque a veces parezca imposible.
Y que se puede transcender sin desfigurarse, sin perder su esencia como ser humano, ni afrentarse de sus orígenes. Quizá sea todo esto, además de su garbo, carisma y belleza natural, lo que nos hace sentirla cercana, nuestra, aunque ahora sea del mundo que ha comenzado a observarla con admiración y cariño como debemos hacerlo aquí también.
Luego de experimentar el catálogo de los desastres imaginables, de atravesar calamidades y decepciones, de saltar de una crisis sociopolítica a otra y dividirnos entre nosotros mismos, hasta enemistarnos nocivamente, viene Sheynnis a agruparnos en una emoción que nos ha estremecido hasta en nuestra existencia más profunda.
Gracias Sheynnis por esta lección de vida, y sobre todo, por hacernos creer que un mundo mejor es posible para todos. Gracias por existir. Y más que riquezas, ojalá que Dios, como a Salomón, te dé sabiduría para continuar llevando sonrisas a rostros con lágrimas. Gracias por tu ejemplo porque nos has dejado sin excusas.
Gracias a usted por llegar hasta este párrafo y qué bien se siente decirle, un abrazo desde Nicaragua, la cuna del Príncipe de las Letras Castellanas, del “Flaco Explosivo”, del Lanzador del Juego Perfecto, del Mejor Boxeador Libra por Libra del Mundo y de Miss Universo.
