Los tres dicen haber sido periodistas alguna vez en su vida, pero las huellas de ese oficio no se registran con claridad en la historia. Solo uno de ellos, Juan Carlos Ortega Murillo, estudió Comunicación Social en la Universidad Centroamericana (UCA) que años más tarde su padres, ya como dictadores de Nicaragua, confiscarían tras acusar de terrorismo a las autoridades académicas.
Los tres, Daniel Ortega y Rosario Murillo, de algún modo, sí han estado vinculado a la historia del periodismo, pero no de la mejor manera que se les recuerde.
El paso de Juan Carlos por END
Juan Carlos Ortega Murillo, sancionado por corrupción y lavado de dinero por Estados Unidos, Suiza, Canadá y la Unión Europea, hizo pasantías de prensa escrita en El Nuevo Diario en los años que estudiaba la licenciatura.
La filtración de sus notas de estudio con un promedio regular de 70, reflejan exactamente su calidad de periodismo: regular, tendiendo a mediocre.
Así lo recuerda un ex editor del antiguo El Nuevo Diario que estuvo a cargo, en varias ocasiones, de asignarle trabajo y revisar sus textos de reportería.
“Llegó por uno de esos convenios que la UCA realizaba con los medios, cuando mandaba a los estudiantes de Prensa Escrita a los periódicos”, recuerda.
“Juan Carlos llegaba al salir de clases, después de la una o dos de la tarde. A veces llegaba a las tres y otras veces no llegaba del todo, sin justificar. Todos entendíamos que por ser hijo de quien es, debíamos tratarlo con guantes de seda”, recuerda.
Sin embargo, en su caso, él asegura que lo trató como a un reportero más al que se le exige un mínimo de rigor profesional que Juan Carlos, a duras penas, cumplía, y con privilegios que no a todos se les permitía en la sala de redacción.
“¿Ejemplos? Cómo te digo… Ok, vos mandás a un reportero a una conferencia de medio ambiente sobre la llegada de una tormenta. Todos vienen de vuelta, escriben sus notas, hacen los pies de fotos y entregan. Esperan el proceso de edición y luego siguen en sus oficios. A Juan Carlos se le daba hasta el día siguiente para entregar su nota, cuando ya la noticia había salido en todos los periódicos”, recuerda.
La última opción de Aguirre
Señala que mientras los otros estudiantes de pasantía elegían secciones de seriedad y rigor, como Nacionales, Política o Investigaciones, el muchacho proponía temas de orden juvenil: historias de grupos de rock, comentar episodios de Dragon Ball (un anime japonés de mucha moda en aquellos años) o hablar de personajes de cine y películas.
“Era obvio que su inclinación no era el periodismo serio, sino el de farándula y entretenimiento, lo cual es normal en los jóvenes pasantes, pero uno usualmente como editor y periodista fogueado va viendo quién tiene madera para el oficio y quién no, aunque a veces nos equivoquemos, pero digamos que la experiencia te permite visualizar ese rumbo”, dice.
“Yo compartía esa visión de falta de vocación de ese joven con el director, Danilo Aguirre Solís, quien lo tenía claro: ‘ese muchacho sería el último a quien yo enviaría a una misión periodística importante’”, dice el ex editor.
De acuicultura a comunicación
En cierto modo, tenían razón. Hasta entrar a la UCA por falta de oportunidades en otra carrera, Juan Carlos eligió estudiar temporalmente Comunicación en espera de una oportunidad en otra carrera, pero una vez ahí, decidió quedarse.
En una entrevista brindada a Izquierda Visión, el programa del propagandista orteguista Marcio Vargas Arana, Ortega Murillo contó que ingresó a la UCA en 1999 optando en primera opción por Ingeniería en Producción Acuícola.
No le atrajo y en el primer semestre solicitó traslado de carrera a Sociología, pero no había cupos y decidió ingresar a Comunicación Social, para luego de un año convalidar asignaturas y buscar Sociología, pero luego se acomodó a la nueva carrera y ahí concluyó.
El editor del antiguo periódico no recuerda un trabajo especial o una cobertura excepcional de Juan Carlos, pero sí recuerda el final de su pasantía en El Nuevo Diario: en diciembre de 2001 Rosario Murillo anunció una conferencia de prensa en la casa robada de El Carmen, junto al eterno secretario del Frente Sandinista de Liberación Nacional, Daniel Ortega.
El final de Juan Carlos en END
El tema era el caso Zoilamérica Narváez, quien en 1998 había denunciado públicamente a Ortega como violador y pedófilo, en un escabroso caso de perversidad y morbosidad.
El editor de cierre vio en aquella cobertura la oportunidad de poner a prueba a Juan Carlos y lo asignó a cubrir a sus padres.
Juan Carlos no se negó, pero tampoco fue. No volvió al periódico y apareció junto a la familia en la conferencia.
Siendo irónico, el veterano editor de aquella sala de redacción se mofa del frustrado reportero: “Se perdió quizás el momento más histórico de la época: Ortega cediendo el poder del FSLN a Murillo a cambio de sacrificar a Zoilamérica”.
En efecto, la conferencia de prensa sirvió para que Murillo tomara bando a favor de Ortega y le declarara la guerra a su propia hija.
“Me avergüenzo de que se pretenda destruir a un ser humano que toda su vida, desde los 14 años se ha dedicado a luchar por los más pobres, por los más humildes desde cualquier trinchera, y que una persona obsesiva, ambiciosa pretenda destruirlo y que es mi hija, me llena de vergüenza, pero al mismo tiempo me llena de orgullo ser su compañera (de Ortega)”, dijo.
El paso fugaz de Ortega por la radio
A la par de Murillo, y frente una batería de periodistas, estaba Ortega con el rostro mustio y contrito. De vez en cuando miraba con curiosidad y un poco de recelo a los periodistas.
Quizás se acordaba que una vez, ya décadas antes, había querido estar como uno de esos jóvenes que ahora estaban frente a él haciendo preguntas y tomando fotos y videos.
Porque, debe saberse, Ortega una vez quiso ser periodista y es, quizás, el único trabajo fuera de la política que se le recuerda y no precisamente por dejar huellas en el oficio.
Su historia en el periodismo es breve: no tenía ni 20 años y ya había caído preso junto a sus hermanos Humberto y Camilo por las revueltas políticas, obligando a su padre a recorrer los periódicos de la época para denunciar la captura de sus hijos.
Ortega estaba en el bachillerato y buscaba trabajo y un estilo de vida para incidir en lo que más pensaba: la vida política.
La mano amiga de Guadamuz
Su amigo de toda la vida, Carlos Guadamuz, hacía sus prácticas de reportería en Radio Mundial y Ortega le pidió que interviniera para conseguirle una oportunidad en la emisora.
Como todo buen amigo, Guadamuz habló en favor de su amigo y así, por medio de ese favor, un día de los años 60 aceptaron a Ortega como reportero del radio periódico La Verdad, bajo la dirección de los editores Joaquín Absalón Pastora y Francisco Carranza Chamorro.
Ortega llegó con libreta, lápiz y grabadora dispuesto a estrenarse como pasante para aspirar luego a un puesto como reportero. Aceptó colaborar oficiosamente sin salario, porque no tenía experiencia alguna y el radioperiódico no les pagaba a los pasantes.
Le otorgaron un carnet de reportero escrito a máquina de escribir que lo acreditaba como periodista de La Verdad y lo enviaron a una conferencia de prensa al Ministerio de Agricultura y Ganadería.
Lo echaron en su primera cobertura
El ministro de la cartera, Alfonso Lovo Cordero, daba cuenta de la producción de alimentos y el auge de las exportaciones de granos mientras Ortega tomaba apuntes y grababa la conferencia.
Cuando Lovo terminó de hablar e invitó a la prensa a preguntar, Ortega detectó que el relacionista público del ministerio era un oficial de la Guardia Nacional que lo había torturado a él en una de las tantas capturas anteriores.
Airado, Ortega asaltó la palabra y cuestionó al ministro por la presencia de un torturador en sus oficinas.
El ministro se quejó con los directores de la radio y cuando Ortega regresó a la radio con su noticia de haber encarado al guardia que lo había torturado, el editor de La Verdad le quitó el carnet, lo rompió y echó al reportero de la sala de redacción: “¡Vos sos un vago comunista!”.
Una investigación de LA PRENSA, en el año 2008, revela que Ortega siguió buscando un cupo de periodista en otra emisora y terminó en una pequeña y discreta emisora llamada Radio Capital, donde se le perdió la huella de su paso por el periodismo porque luego apareció en la UCA, estudiando Derecho, carrera que tampoco concluyó.
Lo que se supo de boca del propio Ortega, ya como presidente de Nicaragua por primera vez en 1984, era que siempre quiso ser periodista.
En el libro “Medio Siglo de Radio”, del periodista Joaquín Absalón Pastora, se describe un curioso pasaje posterior a 1984, cuando Ortega estaba en el poder.
En una conferencia “amistosa”, una periodista le pregunta al comandante: “¿Qué profesión le hubiera gustado ejercer?”. Ortega le respondió: “Hubiera querido ser periodista”.
Ortega: “Yo también fui periodista”
Un incidente en enero de 2008 LA PRENSA dio pie a aquella investigación sobre el paso de Ortega en el periodismo: el hoy dictador ya era presidente de Nicaragua desde 2007 y una vez que acompañaba al presidente de Venezuela, Hugo Chávez, rumbo al aeropuerto de Managua, sobre la Carretera Norte, el dictador socialista se metió al estacionamiento de LA PRENSA a saludar a los periodistas del principal diario de Nicaragua.
Chávez bajó junto a Ortega y Rosario Murillo, que desde aquella conferencia de diciembre de 2001 por el caso Zoilamérica nunca se le despega, y empezaron a saludar a los periodistas que salieron sorprendidos a ver al líder venezolano.
El jefe de redacción de LA PRENSA, Eduardo Enríquez, aprovechó para reclamar en cara a Ortega mayor acceso a la información pública, luego que el nuevo régimen hiciera pública una Política de Comunicación que excluía a los medios independientes.
Ante el reclamo, Ortega respondió diciendo que era LA PRENSA la que lo censuraba: “Si los que me censuran son ellos”, respondió ante Chávez, “porque yo hablo en público y ellos solo me sacan un parrafito de lo que yo digo”.
Enríquez le explicó que no podían publicar íntegro un discurso de 45 minutos en el periódico, sino resumir el mensaje más importante, a lo que Ortega replicó: “¡No, no me vengás con cuentos, si yo también fui periodista!”.
¿Tú también, Rosario Murillo?
Y en efecto, la investigación del Diario reveló que fue periodista de radio, pero fugazmente y sin ninguna novedad positiva que se pueda recordar, a como tampoco se recuerda o conoce alguna trayectoria de Murillo en el periodismo.
El pasado 12 de septiembre, frente a los medios de su familia ante los cuales escupe odio contra sus adversarios, Murillo comentó que alguna vez fue periodista.
“Yo conozco gente, a quien entrevisté cuando trabajaba como periodista, que decía: ya no queremos seguir portando banderas; que lo hagan otros. Y ahora se presentan como los abanderados”, dijo esa vez Murillo.
Tanto investigadores como veteranos periodistas de aquella época, no ubican a Murillo como periodista.
Si fue cierto, porque fue público, que trabajó como empleada de la familia Chamorro en el Diario LA PRENSA entre 1968 y 1975, en el cargo de secretaria del director, Pedro Joaquín Chamorro Cardenal.
Antiguos periodistas de aquella época, la recuerdan recibiendo comunicaciones personales de Chamorro y tomando nota de mensajes y llamadas dirigidas a su jefe; también recuerdan que escribía poemas en La Prensa Literaria, pero no la ubican como reportera o reportera de planta en su tiempo como secretaria de Chamorro.
De 1981 a 1989 Murillo fue secretaria general de la Unión de Escritores de Nicaragua y desde 1982 a 1989 fue secretaria general de la Asociación Sandinista de Trabajadores de la Cultura (ASTC).
En ese periodo sí la recuerdan organizando eventos culturales y parrandas en honor a poetas y escritores amigos de la Revolución Sandinista.
Uno de los periodistas de aquella época, desde el anonimato, recuerda a Murillo haciendo preguntas en los eventos y enviando ocasionalmente reportes de la situación de Nicaragua a medios de izquierda internacionales, “pero no eran reportes propios de ella, eran resúmenes de agencias de noticias a los que ella les cambiaba y ponía cosas de propaganda”.
Ana María Chamorro, hermana del asesinado director de LA PRENSA, Pedro Joaquín, recordó en un reportaje de 2020 que Murillo fue secretaria de su hermano por siete años, que se presentaba como poeta y experta en artes y cultura, pero que no ejerció el periodismo estando en el diario, aunque vivió el día a día de la redacción por mucho tiempo.
Sus otras huellas en el periodismo
Una vez aclarado sus pasados en el oficio, la historia de cuenta de otro tipo de huellas de estos Ortega-Murillo en el periodismo.
Aquel que una vez le dio la mano a Daniel para que se iniciara como periodista, Carlos Guadamuz, fue asesinado en 2004 por un sicario del FSLN, organización siempre bajo control y dominio de Ortega.
Su antiguo amigo y fugaz colega de oficio, Daniel Ortega, quien en 1999 había arrebatado la Radio a Guadamuz, no condenó el asesinato y se dedicó a justificar “el final de los traidores en la historia”.
En los años ochenta, y así está registrado, Ortega era entre los nueve comandantes, quien más atacaba con odio LA PRENSA, hasta censurarla y cerrarla por varios años.
Aquel odio de antaño contra LA PRENSA, no solo no se disipó, sino que aumentó con los años al punto que en agosto de 2021, ya como dictador junto a Murillo, cerraron el periódico, confiscaron las instalaciones, apresaron a sus directivos y echaron al exilio a toda la redacción.
Bajo su nueva dictadura, como nunca, la familia Ortega-Murillo ha cerrado medios, confiscado sus bienes, apresado y perseguido al periodismo y criminalizado el oficio que, según ellos, una vez ejercieron.
Mientras tanto sus hijos, como en el caso de Juan Carlos, se han dedicado a administrar medios comprados con fondos ilícitos, como en el caso de Canal 8, adquirido con fondos de la cooperación venezolana y sostenido por el presupuesto general de la República, con la venia de sus padres, los dictadores de Nicaragua.