Hay quienes condenan duramente a Europa Occidental (como también a Estados Unidos), por las atrocidades que cometieron en su pasado imperialista y colonialista.
El eje de este ataque pretende ser histórico, pero en realidad es ahistórico, o sea que “está al margen de la historia o del fluir del tiempo”, como define el diccionario esta palabra. Su enfoque no es objetivo ni dialéctico porque omite el cambio, el movimiento y el desarrollo, no ve a Europa en su evolución histórica, está anclado en el pasado, pero solo en lo negativo, cierra los ojos ante los hechos positivos que son muchos más y de dinámica actualidad.
Todos los pueblos del mundo han tenido en su historia sombras y luces, retrocesos y progresos, acciones malas y buenas. Pero si solo se ve el pasado, y de este únicamente lo malo, no es posible hacer un análisis correcto ni sacar conclusiones positivas y útiles.
Mario Vargas Llosa (quien es tan peruano y latinoamericano como español) dice que la grandeza de Europa viene de “descender simultáneamente de Atenas y Jerusalén, es decir, de la razón y de la fe, de la tradición (…) que hizo posible la coexistencia social, desembocó en la democracia y la sociedad laica, y la que produjo los místicos, la espiritualidad y, también, la censura y el dogma…”
España, que es un vínculo por excelencia de Europa con América Latina, conquistó, colonizó, oprimió y explotó a los naturales de este continente y saqueó sus riquezas. Pero también trajo y nos dejó los tesoros invaluables de su religión, su lengua y su cultura. Y se fundieron los españoles con los indígenas para crear con el mestizaje una nueva raza fecunda.
Nuestro Rubén Darío, quien dijo sentirse orgulloso de ser “español de América y americano de España”, no escatimó críticas a “la madre patria”, por lo que fue criticable. Pero tampoco le negó los reconocimientos y elogios que merecía, como lo escribió en el poema Al rey Oscar:
Mientras el mundo aliente, mientras la esfera gire,
mientras la onda cordial alimente un ensueño,
mientras haya una viva pasión, un noble empeño,
un buscado imposible, una imposible hazaña,
una América oculta que hallar, vivirá España!
En el libro La identidad europea. Sus fundamentos. Sus valores, que reúne una serie de ensayos de Benedicto XVI sobre el tema, el papa emérito explica que “Europa no es un concepto geográfico sino una grandeza histórica y moral… se trata de una identidad histórica, cultural y moral más que geográfica, económica o política; identidad constituida por un conjunto de valores universales que el cristianismo ha contribuido a forjar…”
Esos valores universales de Europa Occidental, aparte de la religión cristiana, son la libertad, la democracia, la ciudadanía y los derechos humanos; principios fundamentales y superiores que en los países dominados por el autoritarismo, la autocracia, la dictadura y el nacionalismo exacerbado, no son reconocidos y menos respetados.
Y practica Europa el valor de la solidaridad, la cual, ha dicho el diputado socialista español ante el Parlamento Europeo, Marcos Ros, se ha visto agigantada en la acogida de casi cinco millones de refugiados de guerra ucranianos, a los que se les reconoce como residentes de la Unión Europea apenas ponen pie en su territorio. Y con la inmensa ayuda humanitaria y militar a Ucrania que le ha permitido defenderse mejor de la agresión de Rusia.
Solidaridad europea que también es una realidad en América Latina, mediante los generosos programas de la cooperación para el desarrollo y el combate contra la pobreza, la cual en algunos casos ni siquiera es agradecida por gobernantes que supuestamente son muy nacionalistas, pero no dejan de pedir ayuda y recursos externos.