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CONTENIDO EXCLUSIVO.Alexis Argüello cabalgó a desesperada velocidad hacia el éxito, probablemente porque desde muy joven comprendió el propósito de su vida y se dedicó a honrarlo con una tenacidad y determinación que aún hoy día resultan impactantes. Desde hace 13 años no está físicamente entre nosotros, pero su legado lejos de perder brillo se vuelve más rutilante con el tiempo.
Y aunque se encumbró a las alturas y alcanzó la excelencia con los puños, así como Darío lo hizo con la pluma o Carlos con el canto, Alexis fue a la vez muy cercano y noble, tanto que lo podías sentir tuyo, aunque en realidad era muy distante y distinto, tanto que solo los fantasmas le ofrecen contienda cada día y, sin embargo, los vence siempre.
Después de unos tropiezos iniciales en combates sin trascendencia, Argüello se convirtió en una máquina de arrasar oponentes y subió hasta volverse un retador de títulos mundiales. Y en un segundo intento se coronó ante Rubén Olivares en 1974, cuando en una exhibición de consistencia física, pero sobre todo de agallas, revirtió una pelea desfavorable.
Y tras aquel majestuoso nocaut contra al ídolo mexicano, Alexis demostró que podía andar en las alturas y se dedicó a aumentar fama y fortuna, mientras cubría a Nicaragua de alegría y orgullo, pero sin alejarse de los fanáticos que más admirarlo, llegaron a venerarlo. Y tras el primer título del mundo, también llegó un segundo y más adelante un tercero.
Su lista de víctima se fue agrandando y también su prestigio tras batirse exitosamente contra rivales del calibre de Olivares, Leonel Hernández, Alfredo Escalera, Bobby Chacón, José Luis Ramírez, Ray Mancini y Andy Ganigan, entre otros tantos, que pusieron a prueba la estatura del “Flaco Explosivo”, como adecuadamente lo bautizó el maestro Edgar Tijerino.
Y también llegó el momento de aflicción nacional cuando un Aaron Pryor revitalizado por aguas de dudosa procedencia, lo noqueó en 1982, en una noche que anhelábamos para el recuerdo, pero que terminó convertida en una pesadilla para el olvido. Ya nada fue igual en el futuro de Argüello y su carrera no pudo volver a empinarse, mientras se retiraba.
Y aunque amagó con volver en varias ocasiones y hasta lo hizo en combates caricaturescos, su historia ya estaba escrita y no necesitaba nada más para sobrevivir al tiempo, aunque el dolor más profundo llegaría un día como hoy hace 13 años, cuando su vida llegó al final en circunstancias aún confusas, provocando una tristeza generalizada que aún no superamos.
Aunque sin ser Darío, Alexis peleaba con ritmo y con rima. No cantaba como Carlos, pero “mataba” con clase. Era un “carnicero” con estilo. Tan distante que lo admirabas y tan cercano a la vez que lo podías tocar, sentirlo tuyo, aunque era diferente y se movía en otro nivel, ese que está destinado a los genios que logran instalarse en los más profundo del sentimiento popular.
Argüello no era perfecto. Tuvo múltiples luchas contra lo que él denominaba sus demonios y por un tiempo le estuvieron ganado la batalla, pero se levantó y ganó la más importante pelea de su vida, esa que tiene que ver con uno mismo y sus propias contradicciones. Y aprendimos a apreciar a un Alexis humano, frágil, pero sobreviviente de sus infiernos particulares.
Hasta que llegó aquel día, ahora distante, pero también cercano, que nos estremeció a todos. A 13 años de su muerte, su legado no solo está vivo y firme, sino también, brillante, mientras sigue convertido en el patrón por el que se mide a los pugilistas pinoleros. Es una inspiración para alcanzar la cima sin tener que trepar por encima de los anhelos de los más. Lo hizo a pulso.
Edgard Rodríguez está en Twitter: @EdgardR