Ha causado sorpresa y diversos comentarios la noticia de que el régimen ha decidido actuar también contra los clubes sociales. El mismo presidente del poder legislativo del orteguismo ha presentado un proyecto de ley para cambiarles su naturaleza jurídica, convertirlos en sociedades mercantiles y quitarles la exclusividad de sus membresías.
Como no hay información oficial veraz, se especula que la medida es otro castigo contra la clase empresarial independiente, que desde la rebelión popular cívica de abril de 2018 rompió su entendimiento con el régimen.
Cabe advertir que la medida contra los clubes sociales se ha anunciado al mismo tiempo que los líderes del Cosep, Michael Healy y Álvaro Vargas, quienes son presos políticos desde octubre del año pasado, fueron declarados culpables de los delitos que les imputa el régimen y la Fiscalía pide 13 años de cárcel para el primero y 9 para el segundo.
También, la medida contra los clubes sociales coincide con el anuncio oficial de una reforma al Código del Trabajo para declarar el Día de las Madres como feriado, lo cual perjudica el desempeño del sector empresarial privado. Se puede decir que afectará también a los empresarios sandinistas, pero estos tienen a su favor la complicidad del Estado.
Ahora bien, convertir los clubes sociales en entidades mercantiles significa prácticamente liquidarlos. Los clubes sociales por definición son sociedades sin fines de lucro constituidas por personas con gustos y aficiones comunes, en los cuales se practican diversas actividades recreativas, deportivas y culturales en general. Al ser convertidos por fuerza de ley en sociedades mercantiles, pierden su naturaleza y prácticamente dejan de existir.
Los clubes sociales son instituciones de antigua data en el mundo. Se dice que surgieron en el siglo XVIII en Inglaterra, pero en Nicaragua, según escribió Lolo Morales en un artículo de opinión publicado en LA PRENSA el 11 de agosto de 2012, el primero fue creado a fines del siglo XIX o principios del XX. Lo creó un grupo de personas extranjeras radicadas en Nicaragua, quienes lo nombraron Club Internacional.
Posteriormente, el empresario granadino Ramón Morales se mudó a la capital y en septiembre de 1911 fundó con algunos amigos el Club Social de Managua, que en 1925 construyó su propio edificio frente a la entonces Plaza de la República. Este club fue cerrado bruscamente por el general Anastasio Somoza García, en 1936, cuando derrocó al presidente constitucional de Nicaragua, Juan Bautista Sacasa. Varios miembros del club fueron encarcelados y otros se exiliaron, entre ellos el señor Ramón Morales. El Club Social de Managua volvió a funcionar durante el gobierno de Luis Somoza Debayle, hasta que fue destruido por el terremoto de diciembre de 1972.
También grupos de artesanos y obreros crearon sus propios clubes sociales, y precisamente en el de la ciudad de León fue asesinado el dictador Anastasio Somoza García en septiembre de 1956.
Cabe mencionar, por otro lado, que el prestigioso Club Terraza que ahora va a desaparecer por fuerza de la ley orteguista, ya había sido víctima de otra dictadura en el pasado. Este club fue constituido en enero de 1932 con el nombre de Club Azotea y en 1941 fue cerrado arbitrariamente por el dictador Anastasio Somoza García, porque no se le permitió la entrada a su hijo Anastasio Somoza Debayle, que no era socio. Así lo relata Roger Fischer en un artículo publicado en LA PRENSA el 13 de junio de 2015.
Según Fischer, los socios del Club Azotea lo volvieron a abrir con el nombre de Club Terraza, lo cual fue permitido por el dictador Somoza García, quien creó con varios amigos cercanos otro centro social de esparcimiento que fue llamado Country Club.
Es muy difícil, por no decir imposible, que el Club Terraza y los otros clubes sociales que están siendo liquidados vuelvan a funcionar. No mientras dure el régimen actual.