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Y no quedó piedra sobre piedra

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Piedra sobre piedra

En noviembre de 2008, el entonces procurador Hernán Estrada advirtió: “Si el comandante Daniel Ortega dispusiera llamar a las calles, no quedaría piedra sobre piedra sobre este país y sobre ninguna emisora y sobre ningún canal (de TV) de este país, pero, gracias a Dios no lo ha hecho por la sabiduría y serenidad del gobernante que tenemos”. Quince años después de haberse puesto la banda presidencial de nuevo, efectivamente, no queda piedra sobre piedra en Nicaragua, gracias a “la sabiduría y serenidad”, o más bien a la falta de esta, del comandante, por usar las mismas palabras de Estrada.

Periodismo

Cuando Daniel Ortega tomó el gobierno, en los semáforos usted podía comprar, bien LA PRENSA o El Nuevo Diario, el Hoy o el Q’Hubo o conseguir el Metro. Hoy no queda ni uno solo de esos impresos. No solo eso. También cerraron los programas televisivos de debate y opinión “Danilo Lacayo en vivo”, “Jaime Arellano en la Nación” y “Cuarto Poder”. Además, fueron tomados militarmente los edificios y equipos de LA PRENSA, Canal 100 por Ciento Noticias, Esta Semana y Confidencial. Hay más: unos cien periodistas han salido al exilio para proteger su vida o libertad, y al menos 17 personas –periodistas, comentaristas o personas ligadas a medios de comunicación– están presos por sus opiniones. ¿Piedra sobre piedra? En el periodismo no ha querido dejar ni una en pie.

Presos políticos

En 2007 no había presos políticos. De hecho, el fallecido Edén Pastora reclamaba molesto cuando al régimen de Ortega alguien le llamaba “dictadura”. “Muéstrenme un solo preso político y yo voy a reconocer que Ortega es dictador”, solía decir en las entrevistas. Si alguna vez Ortega tuvo una pizca de la sabiduría y serenidad que Estrada le atribuía, pues la perdió por completo en 2018 cuando apresó a unos mil nicaragüenses por sus ideas políticas y la cárcel se volvió la norma para sacar ventajas políticas. Hay unas 170 personas sometidas a vejámenes y torturas en las mazmorras del régimen solo por ser opositores o críticos.

Elecciones

Hasta 2007 el poder se ganaba en elecciones. Los ciudadanos, con su voto, mal que bien, decidían quién gobernaría en Nicaragua por los siguientes cinco años. Así fue como Ortega regresó al poder. Ya al año siguiente se ensayó uno de los fraudes más descarados de los que se tenga memoria. ¿Se acuerdan cómo les robaron las alcaldías a los liberales? En la noche los liberales ganaban por capoteada una alcaldía y al amanecer ya estaban los números volteados a favor de los sandinistas. Desde entonces Ortega institucionalizó el fraude como método para escoger autoridades. Así se reeligió todas estas veces y ha puesto a sus compinches en todos los poderes del Estado. Ya para las últimas, ni siquiera quiso hacer fraude. Simplemente no hizo elecciones al echar presos a todos los candidatos opositores y eliminar a los partidos que quisieron competir contra él.

Dictadura

Esta columna resultaría muy larga si me detuviera a enumerar punto por punto cómo Ortega ha desbaratado a Nicaragua estos 15 años. Controlaría que no controla. Fiscalía y poder judicial usados como armas para la persecución política y conseguir ventajas en los negocios. Las sentencias ya no determinan quién es inocente y quién culpable sino qué beneficia y qué perjudica a la familia gobernante. Exilio por millones. Nepotismo. Policía y Ejército convertidos en una guardia familiar. Dictadura. Dinastía. Mafia.

Miedo

Nicaragua es un país donde ahora se habla bajito de política. Donde para trabajar en el Estado se necesita carnet del partido. Los empleados públicos viven temerosos, vigilando y vigilados. El miedo se ha instalado en todos los estamentos. Nadie protesta en las calles. Cualquiera puede caer preso en cualquier momento por cualquier motivo que se le ocurra a los gobernantes. Hasta sus mismos compinches temen que en algún momento la locura los alcance también a ellos. Nadie es libre ahora en Nicaragua. ¿Este es el país que le prometió Ortega a los suyos?

Barbarie

El 10 de enero próximo no será una toma de posesión lo que veremos. Será un homenaje a la barbarie. Ahí estará Ortega, con su mazo en la mano, parado sobre un montón de ruinas humeantes. Peor que un terremoto. Basta recordar la Nicaragua que teníamos en 2007, con todas sus taras –que sí las había y no se pueden negar – para darse cuenta cómo Daniel Ortega y Rosario Murillo desbarataron el país. Ni el más miserable de los sandinistas que acuerpan al régimen puede decir con sinceridad que ahora Nicaragua está mejor que hace 15 años. No ha quedado piedra sobre piedra. Ni siquiera Estrada, que fue quien amenazó con el poder destructivo “del comandante”, quedó en pie. Queda solo la esperanza de reconstruir, sobre las piedras, otra vez el país que de verdad queremos. Eso no se ha perdido. Creo.

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