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La oposición en su laberinto

Cuenta la mitología griega que en tiempos muy remotos el Rey de Creta, Minos, después de vencer a los atenienses les impuso como castigo que cada año deberían entregarle como tributo 7 jóvenes varones y 7 doncellas para alimentar a su minotauro, monstruo horripilante que tenía cuerpo de hombre y cabeza de toro. Minos llamó al constructor Dédalo, para que erigiese un enorme edificio con una sola puerta de entrada y sin salida, que se conoció como El Laberinto de Creta, con tantos vericuetos que quien entraba no podría nunca volver a ver la luz del sol. Ahí, el siempre hambriento minotauro se comía a sus inocentes víctimas hasta que un día Teseo, con la ayuda de la princesa Ariadna que se enamoró de él, no solo logró eliminar con su espada al terrible antropófago, sino que logró salir airoso del espantoso lugar. Es así como, desde entonces la palabra laberinto ha sido usada como sinónimo de enredo, desconcierto y confusión.

Es lo que muchos nicaragüenses exiliados percibimos en las filas de la oposición democrática a lo interior del país, especialmente cuando la dictadura de los Ortega – Murillo después de aprobar en su espuria Asamblea Nacional un paquete de reformas electorales, que en vez de mejorar las condiciones de participación en las llamadas “elecciones” del 7 de noviembre próximo más bien las empeoró, demostrando así de una manera contundente y sin ningún lugar a dudas su desafío y burla a la ONU, a la OEA, a la UE, a los Estados Unidos (EE. UU.) y lo que es más importante, a la mayoría del pueblo nicaragüense, con tal de mantenerse en el poder.

Por todo lo anterior, ya es hora de que la dirigencia opositora se dé cuenta de que no está luchando contra un partido político que respeta las reglas del juego democrático, sino que lo está haciendo contra una mafia que respaldada por su Ejército, por su Policía y por sus paramilitares se ha entronizado en el poder para defender sus propios intereses y nada más. En consecuencia, vemos que mientras la oposición anda abstraída en sus presuntas candidaturas presidenciales y diputadiles, la dictadura endurece más su posición apoyando leyes draconianas y preparando sus cuadros paramilitares para agredir más a la oposición y reducirla por el terror a su más mínima expresión. Así lo hicieron en Cuba y así están pensando los Ortega Murillo y sus secuaces hacerlo en Nicaragua.

Sin ánimo de pontificar y sin ninguna pretensión personal, tengo que insistir en que el mayor error que ha cometido la oposición en estos pasados meses es el de no haber concretado la unidad, tal y como lo había prometido. Han sido infructuosos los esfuerzos que han realizado los honorables miembros de la Comisión de Buena Voluntad; las patrióticas exhortaciones que han hecho nuestros guías espirituales (obispos y sacerdotes) en sus homilías y el clamor apremiante de la gran mayoría de nuestra población reclamando esa unidad, que ha chocado con la contumacia de sectores desfasados completamente de la trágica realidad que vive nuestro país. Todavía estamos a tiempo de rectificar esa desafortunada actitud. Unidos nos respetaría más la dictadura y la comunidad internacional tendría un interlocutor válido en la búsqueda de una alternativa democrática, que salve al país de su total destrucción.

Lo importante ahora es tener fe y confianza en que los nicaragüenses saldremos airosos de este laberinto –como ya ha ocurrido en el pasado– y que días vendrán en que esto será solo un mal recuerdo porque Nicaragua va a levantarse de nuevo en lo político, en lo económico y en lo social. A la dictadura solo le queda el respaldo del Ejército, la Policía y una minoría de facinerosos armados que o se ponen al lado del pueblo o van a desaparecer como organizaciones, pues como lo decía el expresidente de los EE. UU., Richard Nixon (1913-1994): “Las ideas, y no las armas son las que finalmente determinan la historia”. A los jóvenes, les insto a no claudicar en sus justas aspiraciones de luchar por una Nicaragua libre y democrática recordando que “quien tiene ideas es fuerte, pero quien tiene ideales en invencible”.

El autor es periodista y secretario general de la Asociación de Nicaragüenses en el Extranjero (ANE).

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