Silvio Enrique Salgado Paladino se despertó y salió a caminar en los alrededores de la calle El Pochotillo, ubicado en Masaya. Eran las 6:00 de la mañana del sábado 27 de marzo, el sol comenzaba a calentar y el tiempo era ideal para un paseo matutino, pero Silvio desapareció. “Lo hemos buscado, pero es como si la tierra se lo ha tragado”, dice desconsolada su esposa Magda Rivera Pineda.
Ese sábado, el maestro Silvio, de 51 años, se había despertado aproximadamente a las 5:30 de la mañana, se alistó y salió con su ropa deportiva: pantalón buzo, camiseta y tenis. Magda despertó y no lo encontró en la cama. Lo buscó en toda la casa, pero tampoco lo encontró.
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“Siempre salíamos juntos, era raro que él o yo saliéramos solos, si íbamos al supermercado andábamos juntos, si salíamos a correr íbamos juntos. Como era sábado yo me quedé dormida, pero jamás pensé no encontrarlo, que ya no estaba, lo busqué en la sala, en el comedor porque a veces él se levantaba primero y preparábamos juntos el desayuno, pero ese día ya no”, recuerda Magda mientras rompe en llanto. Ese día no hubo desayuno.
El matrimonio Salgado Pineda cumplió 13 años y procreó a un hijo que actualmente tiene 12 años, quien también sufre tras la desaparición de su padre.
“Para mí es extraño que él no haya regresado, porque siempre me dijo: ‘Yo jamás te voy a hacer derramar una lágrima, ni hacerte que me esperés‘. Él es un hombre tan íntegro, entregado a la cosas de Dios, excelente padre y esposo, por eso me extrañó, presentí, eran las 8:00 de la mañana y yo salí a buscarlo, pero ya no lo encontré, fue tan rápido”, comparte Magda.
¿Quién es el profesor Silvio?
Magda reconstruye una y otra vez la escena de la desaparición de su esposo, afirma que el maestro Silvio es muy reconocido y querido por su desempeño en colegios públicos y privados de Masaya. Él es teólogo y pedagogo. Nació el 1 de noviembre de 1969 y solamente tuvo un hermano que es sacerdote. Él se entregó a la docencia toda la vida.
Trabajó 17 años en el Colegio Salesiano e impartió clases en la Academia Militar. Impartía las materias de Filosofía, Estudios Sociales, Lengua y Literatura, Teología y en algunos centros incluso fue director. Sin embargo, en la actualidad se encontraba desempleado, desde que retornó a Nicaragua, el 3 de diciembre de 2020.
“Estuvimos en Guatemala, allá los dos teníamos trabajo, él en un colegio bilingüe, pero con la llegada de la pandemia del Covid-19 todo cambió. A mi esposo por todo el tiempo que tuvimos encerrados en Guatemala, le dio depresión y ansiedad, él me decía: ‘Ya me siento horrible, aburrido’. Él siempre ha sido un hombre activo. Él no quería regresar a Nicaragua, pero como se enfermó nos tuvimos que regresar”, rememora Magda.
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El profesor Silvio además padece de hipertensión y es prediabético, y según su esposa en Guatemala le dio neumonía. “Él en enero del 2020 me le dio neumonía, el encierro de la pandemia fue terrible, teníamos trabajo, pero ya aquí ya no (…) él buscó empleo pero no encontró, en los colegios donde trabajo no encontró”, afirma Magda.
Este lunes 5 de abril el profesor cumple 10 días de estar desaparecido. Su familia continúa sin tener información sobre su paradero. “Mi esposo cumple 10 días. No sabemos nada de él, absolutamente nada, la Policía no ha hecho nada, yo les llamo, pero me dicen que no tienen noticia, voy a buscar en el Hogar de Ancianos, porque la Policía no nos ha dado ninguna información”, señala Magda.
Apoyar la búsqueda
El maestro Silvio es un hombre moreno, alto y delgado, actualmente pesa 130 libras. Su cabello es ondulado y con algunas canas. Al salir de casa vestía ropa deportiva.
Magda agradece a exalumnos, amigos y conocidos del docente que desde el día de su desaparición han hecho viral su caso en las redes sociales, y a la vez solicita encarecidamente a quienes le hayan visto o conozcan de su paradero informarle al número 5734-3325. Ella en medio de la angustia y desesperación, no pierde la fe y espera encontrar pronto a su esposo.
“A Dios que es el único, que me lo traiga con bien, que me lo guarde. Él siempre ha sido un hombre tan bueno, yo sé que Dios me lo está guardando. A las personas que me pueden ayudar a encontrarlo que lo hagan, porque Dios pone ángeles para ayudarnos”, concluye entre llantos Magda.