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El Covid-19 ha cobrado la vida de cientos de nicaragüenses, aunque el Minsa solo reconoce 128 muertes hasta el pasado 10 de agosto. LA PRENSA/ARCHIVO

¿Deciden o no Daniel Ortega y Rosario Murillo quién vive y quién muere en Nicaragua?

Sociólogo define la necropolítica como la capacidad del poder político de tomar decisiones sobre cosas que afectan la vida de la ciudadanía

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El régimen de Daniel Ortega está resentido. Desde las protestas civiles en su contra iniciadas en 2018, ha tomado medidas que atentan contra la vida, la economía y la salud psíquica del pueblo. Se aferra al poder a punta de puño y fierro contra todo lo que huela a rebelión a través de autoridades e instituciones públicas.

“Necropolítica”, le llaman. Es esa actitud de la dictadura de atentar contra la vida de los nicaragüenses, explica el investigador social Mario Sánchez, y cuyas características encajan en un estudio filosófico realizado por Achille Mbembe en África. En su concepto de “necropolítica”, hace referencia al uso del poder social y político para dictar cómo algunas personas pueden vivir y cómo algunas deben morir. Se puede decir que es la capacidad del poder político para tomar decisiones sobre cosas que afectan la vida de la ciudadanía.

En su estudio, Mbembe analizó el colonialismo y el poscolonialismo de los imperios europeos en África, que eliminaban a todo africano rebelde. Ese “vicio” lo heredó la nueva clase política en África, devenida en crueles y sangrientas dictaduras como la de Congo, Liberia, Centroáfrica, entre otras.

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El caso Nicaragua

Pero el investigador Mario Sánchez explica que esa “necropolítica” se refleja también en la forma en que el gobierno orteguista ha manejado el tema de la pandemia del Covid-19, altamente contagioso y letal. Los demás países de Centroamérica han tomado entre 30 y 40 medidas para apaciguar el impacto de la pandemia, mientras que en Nicaragua el Gobierno ajustará unas cinco, las mínimas.

Muy al contrario, promueve actividades masivas. “El Gobierno decidió no hacer nada”, explica Sánchez, quien calcula tres causas del comportamiento del Gobierno. Primero, porque está golpeado financieramente y no quiere asumir responsabilidades políticas ni económicas.

Segundo, porque los gobernantes saben que tienen un sistema de salud frágil y, en general, todas las instituciones del Estado son frágiles, altamente politizadas.

Principalmente, indica Sánchez, y sería lo tercero, aunque puede ser una idea discutible, todo se trata de un castigo al pueblo de Nicaragua. “Es algo perverso, una venganza. Ustedes se rebelaron, aquí les va esto”, señala.

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La dictadura orteguista ha promovido actividades masivas en medio de la pandemia del Covid-19. LA PRENSA/ TOMADA DE EL 19 DIGITAL

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En Nicaragua, Ortega no perdona a la ciudadanía el levantamiento cívico que lo hizo tambalearse de su trono y caer en una mesa de negociación, donde acordó acciones que nunca cumplió. Fue entonces cuando se tornó implacable con todo opositor y no solo se orquestaron sangrientos ataques de policías y grupos armados contra los manifestantes, sino que ordenó negar la atención a todo el que resultara herido en contexto de protesta.

Diferentes organismos nacionales e internacionales hicieron sus conteos independientes sobre la masacre civil, la mayoría coindice en que la cifra total supera los 300 nicaragüenses. 

Esa “necropolítica”, continúa Sánchez, también se nota en los migrantes a quienes le negaban la entrada en la frontera con Costa Rica, exigiéndoles que pagaran 150 dólares por una prueba de Covid-19. “Si ustedes se exiliaron, aquí les va esto”, es el pensar de los gobernantes, explica el sociólogo.

Es todo un sistema planificado, no es inconsciente

Hay otras formas de necropolítica que de forma planificada ha cometido el gobierno. Sánchez destaca el haber negado la atención médica a los heridos de 2018, el uso de parapolicías que han actuado con impunidad, los ataques al periodismo y a la Iglesia católica.

Según Sánchez, todo es un sistema, una estructura. El poder judicial condenando a reos políticos, la Asamblea Nacional eliminando personerías jurídicas, el poder electoral eliminando partidos políticos, la Policía persiguiendo a opositores y todas las demás instituciones del Estado actuando en contra de quienes no comparten la forma de actuar del régimen. “Todo eso en necropolítica”, expresa Sánchez.

La dictadura se ha ensañado contra los reos políticos. LA PRENSA/ ARCHIVO

De esa forma, la necropolítica, que al principio solo podía tratarse del control natal, la delimitación territorial, entre otros aspectos, ahora se ha extendido a otros ámbitos. En Centroamérica —menciona Sánchez—, otras formas de necropolítica son las maras, que surgieron principalmente por los paramilitares existentes en países como Guatemala y que ahora cobran impuestos en ese país, El Salvador y Honduras. “El que paga vive, el que no paga muere”, advierte Sánchez.

El narcotráfico es otra expresión de necropolítica, porque aparecen los cuerpos destrozados de las víctimas de estos grupos delincuenciales y la gente les tiene miedo.

Los mensajes de odio

En el caso de la dictadura orteguista, esta necropolítica también está alimentada por los mensajes de odio, como los discursos de Rosario Murillo lanzando epítetos o insultos en contra de los opositores o manifestantes. “En otros contextos los discursos de odio han generado genocidios”, afirma Sánchez.

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En definitiva, indica Sánchez, hay muchas muertes en Nicaragua que pudieron haberse evitado, pero el Gobierno realizó acciones u omitió otras que causaron la muerte de nicaragüenses, como los muertos de 2018 o todas las personas que han fallecido a causa del Covid-19, donde el Ministerio de Salud (Minsa) solo reconoce 4,115 casos de Covid-19 y 128 muertes hasta el pasado 10 de agosto. Sin embargo, el Observatorio Ciudadano, integrado por médicos independientes y organizaciones civiles, reportó hasta el 12 de agosto, un acumulado de 9,646 casos “sospechosos verificados” de Covid-19 en Nicaragua y se contabilizan 2,626 muertes.

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