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asesino, Laureano Ortega, Nicaragua

Manchas de sangre en el Mercedes Benz

En América Latina, muchos han sido los dictadores con el mismo capricho. Cómo iba un Somoza a rechazar movilizarse en un Mercedes

Hay algo recurrente en la mediocridad de algunos dictadores: hacerse esperar, apariciones estelares y símbolos de lujo y poder, como los modelos exclusivos de Mercedes Benz, por ejemplo. Y es algo que viene de antiguo. Se replica de dictador en dictador, hasta en quien asegura no serlo. Parece el síntoma de una enfermedad.

Fue una de las obsesiones de Hitler. En su tiempo, hubo una serie exclusiva de tres unidades fabricados para regalo: uno para Hitler y los otros dos para Mussolini y Franco, respectivamente. Se supo después que el fabricante alemán de automóviles se aprovechó de los crímenes nazis y de la mano de obra de los campos de concentración, sin el más mínimo reparo, según explicaba Bernard Bellon en su libro Mercedes in Peace and War.

En una bien documentada novela más reciente, El orden del día, el escritor francés Éric Vuillard recreó la invitación de Hitler a un grupo de empresarios alemanes para pedirle su apoyo en las elecciones de 1933. Las concesiones y el aprovechamiento de la maldad nazi que esas empresas protagonizaron no tienen perdón. Algunos de aquellos empresarios reconocieron más tarde su culpa. You know… Business is business. “No esperábamos que…” “Nunca fue nuestra intención…”. Después de la guerra, dedicaron algunos fondos para el falso concepto de reparación de daños a las víctimas. Pero no fueron sumas que les hicieran tambalear en ningún caso. Algunas compañías quedaron a manos de sus descendientes. La mayoría ni siquiera se preocuparon de cambiar el nombre por vergüenza. Ahí continúan hoy Siemens, Bayer o la propia Mercedes Benz.

En América Latina, muchos han sido los dictadores con el mismo capricho. Cómo iba un Somoza a rechazar movilizarse en un Mercedes. Se dice que uno fue regalo de Jean Claude Duvalier, el dictador de Haití. Y ni siquiera en su exilio en Paraguay, Somoza quiso renunciar a su marca favorita, a la que fue fiel hasta la muerte, literalmente.

La enfermedad continúa. Es escalofriante observar cómo la presidencia actual de Nicaragua solicitó en 2016 más de 100,000 dólares para la compra de vehículos. Un año antes, Ortega estrenó un nuevo Mercedes valorado en casi 200,000 dólares. No tenía que pedirlo. Podría haberlo sustraído del Presupuesto de la República y no habría pasado nada. Incluso pudo haber sido un regalo. Pero hasta los dictadores, como se explica en El orden del día, necesitan aparentar legalidad. Y ya por pedir, por qué no agregar una escolta de policías armados, a pie, corriendo a su alrededor. Algún día muchos se avergonzarán de esto hasta las lágrimas.

Algunos ahora vuelven la mirada, pero ojo, hasta hace muy poco… you know business was business.

El autor es periodista.
@jsanchomas

Columna del día dictadores Mercedes-Benz Nicaragua archivo

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