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Elsa Valle, presos políticos

Elsa Valle fue capturada el 14 de julio y fue liberada el pasado 27 de septiembre de 2018. LA PRENSA/Roberto Fonseca

El relato de la universitaria Elsa Valle sobre sus días en la cárcel: “Me decían que me iban a violar”

“Me decían que me iban a violar, que si yo hablaba cosas de las que pasaron ahí me iban a matar e iban a matar a mi familia”, contó Elsa

Elsa Valle, de 19 años, conoció varias celdas. Estuvo quince días sin ver la luz del sol. Se reían de ella y de la lucha de su padre (ahora preso) por demandar su libertad. En la cárcel lloró, se deprimió y también se le quitó el miedo.

Ella es la primera presa política que ha logrado salir de la cárcel desde que la dictadura empezó a capturar a las voces disidentes.

Valle estaba en una casa cercana a la Universidad Politécnica de Nicaragua (Upoli) cuando la Policía Orteguista (PO) llegó a revisar el lugar y solo encontraron pancartas. Uno de los oficiales les dijo que quienes andaban en las marchas eran delincuentes. Era el 14 de julio pasado.

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No hubo nada que mediar. Se llevaron a Elsa, Irma Centeno Rivera y Yuri Valerio Rivera, junto con el esposo de esta. A todos los montaron a una patrulla con destino hacia la Estación Siete de la PO, pero en el camino, a cuatro cuadras de la casa, los trasladaron a otra patrulla, donde había una bolsa negra con armas para inculparlos; también iba otro joven. Ahí, Valle se enteró que se dirigían hacia la Dirección de Auxilio Judicial, conocida como El Chipote.


Desde la entrada empezó su calvario. Le dijeron prostituta, que la iban a violar y que recibiría choques eléctricos.

Una de las dudas que la torturaba tenía que ver con su estado. Valle aún no sabe si está embarazada y, ante la incertidumbre, asegura que los oficiales le dijeron que “tenían ansias de pegarme en la panza para que tirara ese demonio que tenía adentro”, confió.

Le hicieron un examen de sangre para saber si estaba embarazada, lo raro fue que no le mostraron ningún resultado y la directora le aseguró que no estaba en cinta. La universitaria no confía en esa información.

Obligada a desnudarse

Durante su detención, la hicieron desnudarse y hacer diez sentadillas. En la celda número 37 estuvo seis días; ahí durmió en planchetas y pasó frío porque no les permitían tener colchas. Sintió asco por verse obligada a ir a los baños, que estaban lamosos; debía pararse encima de los envases de los jugos que sus familiares les enviaban para evitar tocar el piso.

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Pese a las condiciones, lo más duro eran los interrogatorios, que casi siempre los hacían durante las madrugadas. Exactamente a las 3:00 a.m. era el momento preferido por la PO para sacarles información a los presos políticos.

Querían manipularla

Esta fue una conversación de uno de esos días tristes de Elsa en los que se quebró y lloró en el Chipote.

—Tranquila, te vamos a ayudar si vos nos ayudás a nosotros. —Le propusieron.

—Pero de qué manera le voy a ayudar, si yo aquí estoy injustamente —respondió.

—¿Querés servir como testigo o como acusada? —le insistieron.

—¿Cómo voy a servir de testigo? ¿De qué? Si yo no sé nada —explicó.

—Vos vás a seguir nuestras indicaciones. —Le ordenaron.

Entonces la golpearon

La universitaria, sin embargo, se negó y eso enfureció a su carcelera que le dijo que pasaría muchos años encerrada. La agarraron del cuello y la tiraron a la celda. Le dijeron que si hubiese colaborado, hubiera sido liberada antes.

Elsa Valle se abraza con su mamá en su casa. LAPRENSA/Roberto Fonseca

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En el Chipote hay muchos reos políticos, que solo se sabe de ellos cuando llegan a audiencias judiciales. Elsa recibía el apoyo de los presos, pero los oficiales le advirtieron que si se relacionaba con alguien, la encerrarían en una celda que está cerca de la laguna de Tiscapa, donde el agua de esta se mete en el sitio. El miedo ganó. Elsa permaneció en silencio.

Amenazas a su familia

El Chipote es reconocido por organismos de derechos humanos como un sitio de tortura. Lo poco que se sabe del lugar es a partir de los testimonios de las mismas víctimas.

Elsa recuerda unas oficinas, y después un pasillo oscuro con luces “tenebrosas”, y portones de hierro.

Las amenazas de muerte que recibió no solo eran para ella, sino que incluían a su familia, de quienes ya tenían la dirección y ya los habían identificado, relató a LA PRENSA.

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En la imagen se aprecia la lesión que tiene Elsa Valle en su pie izquierdo. LAPRENSA/Roberto Fonseca

“Me decían que me iban a violar, que si yo hablaba cosas de las que pasaron ahí me iban a matar e iban a matar a mi familia”, contó Elsa.

El espacio de la celda era similar a dos baños juntos, alcanzaban cuatro personas, quienes competían con las cucarachas y los ratones. En ese lugar debía comer los alimentos que le llevaban sus familiares, los cuales llegaban revueltos y descubiertos.

La cárcel de Mujeres

Cuando Elsa Valle, de 18 años, se involucró en la lucha cívica, indignada por la violencia estatal que provocó la muerte de los universitarios, se atrincheró en la Universidad Politécnica de Nicaragua. No se imaginó que cumpliría 19 años estando en la Cárcel La Esperanza el 16 de agosto.

Durante su traslado del Chipote hacia el penal de mujeres, en Tipitapa, mantuvo su cabeza baja; los que se atrevían a levantarla para ver el camino, recibían palmadas de los oficiales de la PO. Les decían que pasarían presos 25 años.

En el penal pasaron ocho días con las reos de delitos comunes, unas las ayudaban y otras eran simpatizantes del oficialismo. Cuando ella llegó le dieron un pedazo de esponja podrida para que durmiera en el piso, pero una de las reclusas se compadeció, y más por la posibilidad de que estuviese embarazada, y le prestó una cama.

Otro día, de madrugada las trasladaron a una celda de máxima seguridad, donde pasó con otros reos políticos ocho días sin salir. Las detenidas armaron sus camas y limpiaron la celda porque estaba llena de heces de gatos y ratones.

Los oficiales, como si les estuviese haciendo un favor, les dijeron que agradecieran que les estaban dando esas camas.

En esa celda no solo estaba Elsa, sino otras presas políticas como Irlanda Jerez, Olesia Muñoz y Tania Muñoz —ambas de Niquinohomo—, y las jóvenes del Movimiento 19 de Abril de Matagalpa.

Los llamarán terroristas

Las reos comunes tenían prohibido hablar con las “terroristas”, a como les llamaban, incluso, les decían que podían asesinarlas.

Elsa asegura que la directora del penal, Jeannet Pérez, les decía a las otras reclusas que no se dejaran influenciar por ellas, que eran “delincuentes de máxima seguridad”.

Pese a que desde un inicio les dijeron que tenían algunos derechos como compras en el bar, realizar llamadas a sus familiares cada cierto tiempo, a tomar sol en el patio, poco a poco la posibilidad de hablar con su familia se esfumaba y, en sus casos, solo veían a sus seres queridos cada 21 días.

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Después de estar ocho días encerradas en la celda aislada, Elsa corrió de felicidad, pero se torció el pie, y no fue atendida como se debía. Esa misma noche lloró del dolor insoportable mientras su pie lucía inflamado, se desmayó dos veces, lo que provocó que sus compañeras de celda gritaran para que fuera atendida, a ellas se sumarían las demás reos, pero enseguida fueron sentenciadas que si también reclamaban perderían sus derechos.

Elsa tuvo que aguantarse su dolor y morder un trapo para no seguir llorando y gritando, según su testimonio.
Diez funcionarias se aparecieron con amansabolos y una de ellas le dijo que si no se callaba, no le daría una pastilla. A eso de las 11:00 p.m. una funcionaria llevó la pastilla y se la tiró. Los siguientes tres días recibió inyecciones cada ocho horas.

“Nunca me vieron el pie, nunca me dijeron qué es lo que tenía, solo me decían es una simple fractura, pero solo me lo miraban y ya”, expresó. Esa lesión obligó a Elsa a que saliera del penal de mujeres, apoyada del hombro de su madre, mientras aseguraba seguir luchando por una Nicaragua libre.

Fiscalía desistió contra ellas

Las estudiantes universitarias Elsa Valle, Irma Centeno Rivera y Yuri Valerio Rivera, acusadas de tenencia ilegal de arma de fuego, por participar en las protestas sociales contra el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, les fue otorgada orden de libertad emitida por el Juzgado Séptimo Distrito Penal de Juicio de Managua. Todas ellas salieron ayer de la Cárcel de Mujeres.

“Considerando que las acusadas Irma, Elsa y Yuri han colaborado con las instituciones a cargo de las investigaciones penales de Nicaragua el Ministerio Público ha decidido mediante resolución prescindir de la acción penal en contra de las acusadas”, se lee en el escrito judicial.

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Al respecto, Valle explicó que los oficiales quisieron que fuera testigo para acusar a personas, pero ella se negó.
Asimismo, dijo que “jamás ni nunca” aceptó grabar un video, pese a que se lo propusieron con la promesa que ese mismo día estaría libre. Esto sucedió con anteriores presos políticos.

Elsa aseguró que su libertad se la debe a Dios y que todo lo que se diga al respecto de su colaboración son “puras mentiras”.

Asedio previo a liberación

La madre de la exreo política Elsa Valle, Rebeca Montenegro, explicó que la noche previa a la liberación de su hija, a la casa de su mamá llegaron dos personas en una camioneta Hilux, quienes supuestamente eran secretarios políticos de su barrio. Querían contactarla para entregarle a la muchacha y llegar a un “acuerdo”. La mañana de este jueves, una camioneta Hilux sin placa entró al penal de mujeres y en ella trasladaron a Yuri Valerio e Irma Centeno, quienes también fueron puestas en libertad como Elsa Valle.

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