Tras aterrizar en el grupo aéreo N°8 en Lima, el primer gesto del papa Francisco en Perú fue bendecir y rezar ante el monumento dedicado al Inmaculado Corazón de María, ubicado en el distrito de Magdalena del Mar.
El santo padre, procedente de Chile, donde permaneció varios días, fue recibido por el alcalde de Lima, Luis Castañeda; el alcalde de Magdalena del Mar, Francis Alisson, y el alcalde del Distrito de San Miguel, Eduardo Bless, quienes le entregaron las Llaves de la Ciudad.
Tras orar unos instantes ante la imagen de la Madre de Dios, Francisco saludó a los fieles presentes y luego subió al papamóvil para iniciar su recorrido por la avenida Brasil rumbo a la Nunciatura Apostólica.
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El monumento al Inmaculado Corazón de María fue inaugurado el 5 de julio 1996. La imagen de color blanco mide 6.50 metros de altura y pesa cuatro toneladas. Además, está sobre una columna de 12 metros de alto.
El mensaje a los jóvenes de Chile
El papa Francisco se encontró la tarde del miércoles con miles de jóvenes chilenos en un momento muy especial, a quienes les propuso guardar una especial contraseña en el corazón que les ayudará en su camino a la fe.
Esa, dijo, “es la contraseña, la batería para encender nuestro corazón, encender la fe y la chispa en los ojos. Eso es ser protagonistas de la historia. Ojos chispeantes porque descubrimos que Jesús es fuente de vida y alegría”.
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Tras recordar que los jóvenes deben ser protagonistas de la historia, el papa alentó a que “salgan ‘al tiro’ al encuentro de sus amigos, de aquellos que no conocen o que están en un momento de dificultad”.
“Vayan con la única promesa que tenemos: en medio del desierto, del camino, de la aventura, siempre habrá ‘conexión’, existirá un ‘cargador’. No estaremos solos. Siempre gozaremos de la compañía de Jesús, de su Madre y de una comunidad”, exhortó.
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Francisco dijo también a los jóvenes que “si no usan la contraseña se van a olvidar. Cárguenla en el corazón. Repítanla y úsenla ‘¿Qué haría Cristo en mi lugar?’”
El santo padre les dio a los miles de fieles una contraseña, tomada de una pregunta que con frecuencia se hacía el conocido santo chileno, san Alberto Hurtado: “¿Qué haría Cristo en mi lugar?”