De niño, Dirk Wells era un torbellino. “Con mucha energía”, recuerda. Entonces su madre optó por introducirlo en clases de taekwondo, y pasó en esta disciplina 13 años, en su natal Bluefields, en el Caribe Sur nicaragüense.
Pero en su corazón rascaba fuerte la idea de convertirse en boxeador, deseo que ha cumplido desde su llegada a Managua en 2015, cuando se despidió de sus siete hermanos, de sus padres, queriendo estudiar además la carrera de Física Médica.
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Ahora Wells tiene 24 años y cursa el tercero en la universidad. “Voy rumbo a graduarme con honores”, dice. Y en tan corto tiempo se ha abrazado con el éxito, porque también pasó de gatear en el boxeo a ser el actual representante de la Selección en la división de +91 kilogramos.
“Ahora a mi mama no le gusta que pelee”, cuenta. “Ella se guía por la justicia, y me cuestiona diciendo que no le gusta que me vayan a golpear o que lastime a alguien más”, agrega.
Pero Wells se ha mantenido firme en esa convicción, tanto que vivió del apoyo económico de sus padres los dos primeros años de su carrera, y después probó la vida solo, y dividió su vida en tres: trabajando en un call center, entrenando boxeo y estudiando.
Quiere llegar largo
“Este ritmo cansa, renuncié al trabajo y con la liquidación me mantuve, compré prendas de acero y las di a vender a mis amigas, para seguir generando mis propios ingresos y me ha ido bien”, señala.
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Wells entró a la Selección Nacional este año, en febrero, cuando la Federación Nicaragüense de Boxeo Aficionado convocó a los mejores en el Torneo Selectivo, y el fornido peleador no dejó ir la gran oportunidad.
“Le gané a los tres que me pusieron y me dieron el pase. Lo tomé como una gran noticia y me he propuesto seguir trabajando fuerte para ganar oro en los Juegos Centroamericanos y clasificar a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020”, detalló.