Mientras Nicaragua continúa apostando al desarrollo de monocultivos —principalmente de palma africana, bambú y caña— y a la actividad minera como ejes de desarrollo, especialistas en temas ambientales advierten que la factura que cobrará el ambiente por esta decisión puede ser impagable.
El Plan de Producción, Consumo y Comercio del ciclo agrícola 2016-2017 detalla que de los 1.6 millones de manzanas de tierra que el país dedica a las diversas actividades agrícolas, 441,800 manzanas se destinan a monocultivos como la caña de azúcar, el maní, la palma africana y el bambú. La actividad minera también está en expansión en el país.
“Una de mis grandes tristezas es ver cómo en gobiernos que se dicen antineoliberales y anticapitalistas sus propuestas de desarrollo son iguales o peores a las de los más capitalistas”, sostiene Gustavo Wilches-Chaux, especialista en gestión de riesgo.
Para este ambientalista colombiano, es ilógico que empresarios y políticos justifiquen que las ganancias que generan algunas de estas actividades que atentan contra los ecosistemas se invierten en desarrollo sostenible.
“Me pregunto si es que vamos a vender los riñones y con lo que nos den por los riñones compramos un aparato para diálisis, que además necesita los repuestos y el técnico que se deben pagar con dólares”, cuestiona el también escritor.
Tendencia continental
En los últimos años en Nicaragua, como en el resto del continente, la palma africana se ha convertido en una opción para el desarrollo de la agroindustria. Sin embargo, además de las afectaciones al ambiente que este provoca, las evidencias en el campo demuestran que las variaciones climáticas ya afectan a los monocultivos.
“Al no tener diversificación llegan nuevas plagas que no encuentran competidores. Por ejemplo, en la palma africana hemos comenzado a encontrar disminución en la producción por un hongo que crece en el cogollo de la palma y ese hongo ha empezado a entrar porque su idoneidad climática comenzó a correrse por los aumentos de humedad que son una de las variables críticas del clima”, explica Jorge Enrique Gutiérrez, líder de vulnerabilidad y adaptación de la Tercera Comunicación Nacional de Cambio Climático de Colombia.
Según los especialistas, estas afectaciones que enfrentan la palma y en general los monocultivos solo se contrarrestarán con diversificación.
Para Wilches-Chaux no basta con que estas actividades sean “legales” con el Estado, también tienen que ser legales con las comunidades y con el ecosistema.
“Pueden tener todos sus papeles en regla con el Estado pero si esos papeles no garantizan que haya legalidad con las comunidades y con el ecosistema acaban convirtiéndose en un crimen legal. Entonces ahí es donde hay que mirar cualquier proyecto de desarrollo”, aconseja.
La opción es diversificar
Wilches-Chaux insiste en que no puede haber calidad de vida y superación de la pobreza a costa de la destrucción de las riquezas que la naturaleza le ha dado a los pueblos. Lo importante es garantizar como estos proyectos van a mejorar la calidad de vida de las comunidades y de los ecosistemas.
“Entonces el mensaje siempre será a la diversificación y nuevamente a la comprensión de los ciclos naturales de cada una de las especies, porque si empezamos a masificar una especie entonces el predador de esa especie o quien se alimenta de esos ciclos también va a empezar a correr su frontera”, advierte Gutiérrez.
Durante el Taller Latinoamericano de Periodistas, realizado la semana pasada en Bogotá, Colombia, con el apoyo de Conexión COP, Wilches-Chaux y Gutiérrez insistieron en que también es importante entender que el cambio climático no es el enemigo, sino que simplemente es la reacción de la tierra a la manera de cómo los seres humanos la han obligado a reajustarse.
Y para enfrentar de mejor manera estos cambios en necesario desarrollar acciones de mitigación y de adaptación. De mitigación para reducir las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) y de adaptación para garantizar la coevolución, es decir crear condiciones y transformaciones para que las especies aprendan a vivir en las nuevas condiciones climáticas.
No obstante, es fundamental que la mitigación ayude a la adaptación, porque hay algunas acciones de mitigación que son inadaptadoras.
Acciones incorrectas
“Por ejemplo, si se mejora el transporte público y además en lugar de tener buses contaminantes tenemos buses eléctricos o unos buses que emitan menos GEI, pero sobre todo si eso le garantiza a la gente más comodidad y tranquilidad en sus viajes eso es maravilloso”, dice Wilches-Chaux.
Y añade que también hay mitigación inadaptadora, “por ejemplo aceptando que los llamados agrocombustibles tengan un menor impacto de GEI que los combustibles fósiles. Ya que el incremento de monocultivos para producir estos agrocombustibles puede ser mucho más grave que las emisiones de GEI de los combustibles fósiles”.
Esto, según los especialistas porque los monocultivos acaban con la biodiversidad, ponen en peligro la seguridad alimentaria y facilitan la concentración de la tierra en unas pocas manos forzando el desplazamiento de grupos poblacionales de sus lugares de origen.
“Entonces en términos de aguaceros y de goteras de qué sirve que eso contribuya un poquito a que el aguacero sea más leve si abro en el techo un hueco tan grande que no se compensa”, puntualizó Wilches-Chaux.
Fundamental volver al extensionismo
La educación es una de las claves para enfrentar el cambio climático y para llevar educación a los productores en el campo es fundamental que América Latina retome los sistemas de extensión que desarrolló hace varias décadas pero que fueron abolidos por los gobiernos.
“Hace veinte o treinta años teníamos unos sistemas de extensión muy fuertes que llevaban mucha información a los productores con lenguaje muy sencillo para que ellos entendieran las tecnologías y las técnicas que tenían que usar para adaptarse a los retos que tenía en ese momento la agricultura y en ese sentido el cambio climático es igual, entonces necesitamos unos técnicos y extensionistas que lleven la información al productor”, dijo Jeimar Tapasco, científico senior del Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) durante el Taller Latinoamericano de Periodistas realizado la semana pasada en Bogotá, Colombia, con el apoyo de Conexión COP.
Es fundamental que a lo inmediato se vuelvan a conformar estos sistemas de extensión y que los gobiernos destinen recursos para que funcionen adecuadamente.
Esto porque actualmente los pequeños productores no tienen acceso a información porque no tienen recursos para pagar estos servicios de asistencia técnica. Además, los medianos y grandes productores que sí pueden pagarlos los reciben de empresas que venden agroquímicos para los que su principal interés es vender los productos que distribuyen.
Educar es clave
La educación en cambio climático debe enmarcar todas las acciones que se desarrollen para incrementar el conocimiento, sensibilización y la formación de todo público respecto al tema. “Esta herramienta clave busca cambiar los patrones de acción y consumo que han ocasionado el problema del cambio climático mediante un cambio individual y colectivo de conciencia cimentado en el mayor conocimiento del problema y las opciones de solución”, dice Javier Eduardo Mendoza, coordinador de la Tercera Comunicación Nacional de Cambio Climático de Colombia. Teniendo en cuenta la relevancia de educar, dicha organización realizó una encuesta nacional cuyos resultados fueron presentados la semana pasada y serán utilizados para determinar qué saben los colombianos sobre el cambio climático y qué se les debe enseñar.