A menos que caiga un meteorito en Managua, lo más probable es que este martes 19 de julio Daniel Ortega dé un discurso sobre imperialismo, socialismo y el triunfo de unos valientes sobre una dictadura. Pero, ¿por qué será él quien tenga el discurso central y no ningún otro de los altos jefes guerrilleros que entraron triunfantes ese 19 de julio hace 37 años? Revista Domingo le cuenta cómo Ortega se convirtió en jefe de una revolución a pesar de que eran otros los principales dirigentes y por ende candidatos a ocupar la plaza. Este es el origen del poder de un hombre que 37 años más tarde anuncia su candidatura para un cuarto período presidencial, pero que al comienzo era descrito por sus pares como “inofensivo, tosco y tímido”. “Elegir a Daniel”, revelan algunos de sus excompañeros dirigentes del Frente Sandinista, fue una estrategia “para mitigar una lucha de egos”.
Ni era un “don nadie” como alegan algunos, ni era el máximo líder guerrillero, como creen otros. Daniel Ortega sí tuvo un destacado papel en el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), casi desde sus inicios, pero al momento del triunfo revolucionario eran otros los nombres que destacaban en el estrellato sandinista.
Aquel martes 19 de julio de 1979, después de varios años de lucha, miles de nicaragüenses de todas las edades entraron a Managua, la capital, y celebraron la huida de Somoza a los Estados Unidos y la victoria de una revolución popular armada. A la cabeza de los insurrectos estaba el Frente Sandinista, y a la cabeza de este, se encontraban varios hombres ávidos de un cambio rotundo en Nicaragua, pero ávidos también de ser ellos los protagonistas de ese cambio. Daniel Ortega era menos conocido, por ejemplo, que Tomás Borge o Henry Ruiz, pero el destino ya tenía grabado su nombre en el trono principal.

LIBERTAD Y CÁRCEL
Todo comenzó en un lugar llamado La Libertad. Un pueblito del departamento ganadero de Chontales, al centro de Nicaragua. Allí, el 11 de noviembre de 1945, nació José Daniel Ortega Saavedra, hijo de don Daniel y doña Lidia. Su hermano menor, Humberto, nació dos años más tarde en Managua, y se sabe que para 1950 la familia ya radicaba en el barrio capitalino de San Antonio.
A los 18 años, en 1963, Daniel Ortega entró a la Universidad Centroamericana. Su propósito era estudiar Derecho, carrera que matriculó, pero desertó antes de cumplir los primeros 12 meses para integrarse de lleno a un proyecto incipiente llamado Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). La misión principal de este era derrocar la dictadura somocista en honor al revolucionario Augusto Nicolás Calderón Sandino, asesinado en la primera mitad del siglo XX.
Tan solo cuatro años después de integrase al Frente Sandinista, el temerario Ortega de 22 años participó en el asesinato de Gonzalo Lacayo, uno de los más fieros torturadores del gobierno de Anastasio Somoza. La acción, descrita detalladamente en la revista Magazine de febrero de 2013, la realizaron él y otros tres miembros del Frente, pero la Guardia Nacional de Somoza no lo vinculó a él con el crimen.
Semanas después, sin embargo, lo apresaron en una redada y fue acusado por el robo de un banco de Managua en el que también participó. Lo condenaron a ocho años de prisión, de los que cumplió siete. La mayoría del tiempo la pasó en la cárcel La Modelo, en Tipitapa, pero al comienzo sufrió todo tipo de torturas junto a otros compañeros sandinistas en las conocidas celdas de la loma de Tiscapa (hoy Auxilio Judicial).
La fotografía de su encarcelamiento muestra a un muchacho delgado con pobladísimo bigote oscuro, cabello alborotado y lentes de marco muy grueso. La mirada ligeramente hacia abajo, ida.
Ortega, el prisionero número 198, pudo salir en 1974 gracias a la toma de la casa de Chema Castillo, un episodio icónico logrado por el Frente Sandinista en el cual los guerrilleros intercambiaron a rehenes somocistas por presos sandinistas además de dinero.
EL FRENTE SANDINISTA SE DIVIDE
Antes de ese golpe al somocismo, el Frente Sandinista no era visto como una legítima amenaza por la dictadura, pero con la exitosa negociación a favor de sus intereses, el partido de jóvenes revolucionarios demostró cuán hondo podía afectar al mandamás nicaragüense.
Ese capítulo, según Sergio Ramírez, escritor y antiguo miembro del Frente, marcó el “primer gran conflicto que hubo dentro del FSLN de cara a la facción dominante o ideología dominante, que era la guevarista, la Guerra Popular Prolongada”. Los jóvenes habían demostrado que podían tomar iniciativas militares en la ciudad y no solo en las montañas.
En 1975, entonces, el Frente Sandinista, que ya no era un grupito aislado de unas 300 personas como en los años 60, se dividió en tres tendencias o facciones. Cada una contemplaba una forma distinta de sublevarse contra Somoza, y cada una tenía sus líderes.
“No eran tendencias, como se decía entonces. Eran organizaciones distintas, cada una con su dirección, sus estructuras, su programa, su política, su filosofía de actuación. Cada una con su propio planteamiento ante la dictadura somocista”, apunta Dora María Téllez, exguerrillera sandinista, en la revista Envío.
A grandes rasgos, las tendencias se dividían así: Guerra Popular Prolongada (GPP), cuya tesis, según Sergio Ramírez, era que “la lucha debe hacerse mediante focos de guerrilleros en la montaña que se pudieran multiplicar para después bajar a las ciudades”; tendencia Proletaria, con la tesis de que el Frente “no va a estar preparado para una ofensiva militar contra la dictadura hasta cuando haya creado bases suficientes en el proletariado”; y la tendencia Insurreccional o Tercerista, que consideraba que había que “salir a atacar la Guardia Nacional en la ciudad y crear alianzas antisomocistas dentro y fuera del país”.
Aquí cabe destacar que Daniel Ortega, al igual que su hermano menor, Humberto, formaba parte de la tendencia Insurreccional o Tercerista, que tenía “la iniciativa militar y que también se movía en las decisiones políticas”, de acuerdo con Henry Ruiz, alto dirigente del Frente Sandinista en los 80 e integrante de la facción GPP.
Humberto Ortega se refugió en Costa Rica entre los años 1978 y 79, y dirigía acciones militares a la distancia mientras su hermano, Daniel Ortega, apoyaba en la logística y la creación de alianzas. Después de salir de la cárcel en 1974, Daniel Ortega se fue para Cuba, luego a Costa Rica y solo se le conoce como acción armada guerrillera posterior, una escaramuza en San Fabián, cerca de Ocotal, en el Frente Norte en 1977.
“Humberto en su historial tiene una acción que fue el intento de rescate de Carlos Fonseca en Costa Rica. Daniel solo cayó preso. Pero eso no es ningún mérito especial. No es algo que uno decide”. Moisés Hassan, miembro de la Junta de Gobernación de Reconstrucción Nacional de 1979 a 1985.
TIEMPO DE DECIDIR
La división del Frente no fue menor cosa. A medida que el grupo insurgente crecía y lo hacían también sus acciones contra la dictadura, el triunfo sobre Somoza lucía cada vez más cercano, y era momento de tomar decisiones sobre el futuro de Nicaragua. Quién o quiénes iban a reemplazar a Somoza, era una interrogante cuya respuesta se cocinaba en Costa Rica.
La facción Tercerista, cuyos líderes —los hermanos Ortega y Sergio Ramírez— radicaban en suelo tico, consolidó importantes alianzas, recuerda Luis Carrión, entonces miembro de la tendencia proletaria y más tarde uno de los nueve comandantes del directorio del Frente.
“Ellos consiguieron apoyo de Carlos Andrés Pérez en Venezuela, de Omar Torrijos en Panamá, también en Cuba, hicieron contacto con el gobierno de México e internamente crearon el Grupo de los Doce, que eran personalidades que provenían de diferentes orígenes políticos, empresarios y religiosos. La tendencia tercerista logró hegemonía política y militar”, explica Carrión.
En el grupo de los Doce, formado en octubre de 1977, destacaba la presencia del propio Sergio Ramírez, escritor y miembro del FSLN; Arturo Cruz Porras, miembro del Banco Interamericano de Desarrollo; Carlos Tünnermann, rector universitario; Miguel D’Escoto Brockman, sacerdote católico; Felipe Mántica Abaunza, dueño de la cadena de supermercados La Colonia, entre otros.
Además, en marzo de 1979, el Frente Sandinista firmó la unificación de sus facciones y creó la Dirección Nacional Conjunta, con tres miembros por cada tendencia para un total de nueve. Esta Dirección tomaría decisiones por el Frente, pero una de las más importantes que tomó, la creación de un gobierno provisional como reemplazo de Somoza o Junta de Gobierno, “la desarrollaron principalmente los antiguos terceristas”, afirma Luis Carrión.
La Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional, presentada el 18 de junio de 1979, la integraron Daniel Ortega Saavedra, Sergio Ramírez, Moisés Hassan, Alfonso Robelo y Violeta Barrios de Chamorro. Tres miembros sandinistas y dos de la sociedad civil. Esta elección se hizo poco antes del triunfo de la revolución, que era inminente, y poco después, en 1981 —Barrios y Robelo ya habían renunciado por diferencias políticas, dejando el total control del ejecutivo en manos sandinistas—, se escogió a Daniel Ortega como el coordinador de la Junta.
¿PERO POR QUÉ DANIEL?
Un antiguo miembro del Frente Sandinista que prefirió omitir su nombre para este reportaje y que atestiguó, asegura, la toma de decisiones, dijo: “Recuerdo bien que después de una fotografía oficial en un acto de unión en Costa Rica de las tendencias sandinistas, en 1979, todos se volvieron a dispersar. Y fue ahí cuando Humberto Ortega aprovechó para meter a Daniel a la Junta. Fue una maniobra que los otros ya no pudieron detener. (…) El que tenía más visión del poder era Humberto. Después él maniobró la elección de Daniel como coordinador de la Junta. Y ojo: se decía coordinador para no ofender los oídos de aquellos con más aspiraciones políticas, como Tomás Borge. Él creía que estaba ungido para asumir la jefatura”.
¿Pero qué ganaba Humberto Ortega metiendo a su hermano? ¿Por qué no entraba él al mando del Frente, si contaba con mayor reconocimiento? Moisés Hassan, exmiembro de la Junta, lo tiene muy claro.
“Las auténticas personas que podían competir por el cargo de coordinador de la Junta de Gobierno eran Humberto Ortega, Tomás Borge y Henry Ruiz. Eran los tres auténticos. Los demás, incluyendo a Daniel Ortega y Jaime Wheelock, eran de otro nivel, lejos… El problema es que cualquiera de esos tres despertaba grandes recelos en los otros dos. En cambio Daniel, como es medio atontado, todo lento, y sin haber tenido la relevancia que tenían los otros, no despertaba recelos”, detalla Hassan, quien estuvo en los frentes de la insurrección como parte de la tendencia GPP.
Henry Ruiz, parte también de la cúpula del Frente Sandinista de aquellos años, sostiene la versión de Hassan: “Humberto era astuto, calculador. Yo creo que ellos sí tenían eso (los hermanos Ortega). Muy rápido le quitaron las pretensiones a Tomás Borge. Creo que Tomás quería estar en el gobierno, pero con él se negoció y lo dejaron como Ministro del Interior. Esas eran una discusiones desgastantes, horribles, además del estrés de la época. Es chiche contarlo pero eso no era fácil”.
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Ruiz recuerda entre risas que ya como coordinador de la Junta, le decían a Daniel Ortega: “¡Reíte hombre, jodido, tenés una cara de palo! A la gente le gusta que le rían”, pero el mayor de los Ortega solo se quitaba los lentes y quedaba “irreconocible”. “¡Cómo costaba que riera!”, concluye Ruiz.
“Daniel Ortega fue elegido para ser el coordinador y miembro de la Junta de Gobierno porque él tenía un temperamento temeroso, indeciso, introvertido y hasta inhibido. Era sumamente pasivo en las reuniones y generalmente se ausentaba socialmente”, indica una persona muy cercana a Ortega que también solicitó que no se publicara su nombre. “Humberto Ortega necesitaba manejar todo el poder, y sabiendo que su hermano era sumamente frágil en capacidades de liderazgo, este consideraba que siempre estaría garantizado que fuese manipulado desde los Terceristas”.
Gioconda Belli, exmilitante del Frente Sandinista que trabajó en el aparato de campaña para las elecciones de 1984, indica que “comparado con los otros, Daniel era bastante deslucido”.

LAS ELECCIONES DE 1984
Antes de comentar los altercados que también hubo cuando se reivindicó la figura de Daniel Ortega como candidato presidencial para noviembre de 1984, es menester explicar que las reacciones reacias a estas aparentes movidas de Humberto Ortega y los Terceristas para introducir a Daniel Ortega en el “trono” del Frente, únicamente afectaban a la misma cúpula. Sobre todo a aquellos altos dirigentes que fueron clave en la insurrección contra Somoza. Al pueblo, explica Sergio Ramírez, “no le importaba las tendencias, le importaba la lucha, apoyaban a unos y otros”.
Ahora bien, para 1984, ya era de común entendimiento que Daniel Ortega, como coordinador de la Junta de Gobierno, fungía como una especie de primer ministro del país. Sin embargo, Tomás Borge, mediático y querido por miles de nicaragüenses, no perdía el deseo de utilizar él la silla presidencial.
“Tomás peleó las aspiraciones a presidente pero después los Ortega lo llamaron al orden y lo calmaron, porque él, Tomás, tomaba la palabra en actos públicos sin estar programado y la gente coreaba su nombre. Eso se lo prohibieron”, rememora Moisés Hassan.
Henry Ruiz considera que ya en el año 84 las correlaciones “favorecían a Daniel”. “Sergio lo apoyaba y tenía a Humberto”, explica. “Él siguió jugando a las correlaciones de fuerza. No tenía un estilo de unidad sino de politiquero. Eso sí lo fue trabajando muy bien. Con eso mismo fue que pactó con Arnoldo Alemán”.
El periodista William Grisgby, en marzo de 2004, relató para la revista Envío una versión sobre la escogencia de Daniel Ortega como candidato presidencial, a contrapelo de las aspiraciones de Borge:
“En julio de 1984, la entonces todopoderosa Dirección Nacional del FSLN se reunió durante seis días para discutir la estrategia electoral y, sobre todo, para designar su fórmula presidencial. En aquellos años, Tomás Borge era el líder sandinista de mayor popularidad y su encendida oratoria provocaba la fascinación de las masas. Entre los cuadros del FSLN, todos sabían que el entonces Ministro del Interior ambicionaba convertirse en el Presidente de Nicaragua, autoconvencido de que había reunido méritos históricos suficientes”.
“Por el contrario”, continua Grigsby, “Daniel Ortega poseía una imagen gris, con su poblado mostacho, sus enormes y grotescos lentes y su cabello siempre desordenado. Sus discursos eran harto aburridos y espanta-gente, y en su carácter conservaba visibles huellas de sus siete años de prisionero”.
“En algún momento de la discusión de los nueve comandantes de la Dirección Nacional, la balanza empezó a inclinarse hacia la designación de Borge como candidato. Entonces, Ortega relató a (Carlos) Guadamuz lo que estaba ocurriendo, y aunque no se sabe de quién fue la idea, lo cierto es que a la mañana siguiente Guadamuz tomó los micrófonos de la radio y lanzó un feroz discurso contra Tomás Borge, a quién acusó entre muchas otras cosas de traidor, delincuente, incapaz y ambicioso”.
“Al final de la encerrona, los nueve designaron como fórmula presidencial a Daniel Ortega y a Sergio Ramírez, ya dominante en la Junta de Gobierno. Si bien las diatribas de Guadamuz no fueron el factor determinante, sirvieron para que Ortega enseñara a sus colegas de la Dirección de cuánto era capaz para mantener el poder, sin importar las consecuencias”, relata Grigby.
“Daniel Ortega nunca me impresionó como brillante o como un gran líder. Hablaba mal, era hosco y extraño. Cuando empezaba el discurso de Daniel nos sentábamos en el suelo y nos poníamos a platicar”. Gioconda Belli, escritora y exmilitante del FSLN.
DANIEL ORTEGA VERSIÓN 2016
Gioconda Belli y Henry Ruiz, los dos exmiembros del FSLN, responden a la pregunta: ¿Qué hubiera dicho usted si en 1984 le mostraban cómo iba a estar Nicaragua en el 2016?
Belli respondió: “Hubiera dicho que el FSLN, nuestro amado FSLN, jamás repetiría el pasado; que nadie se atrevería, entre nuestros compañeros, a faltar así a la memoria de tantos caídos por la liberación de Nicaragua. No lo habría creído ni siquiera de Daniel Ortega”.
Y Ruiz: “Si hubiéramos sabido que Nicaragua estaría así en 2016, inmediatamente lo hubiéramos quitado (a Daniel Ortega). Por las buenas o por las malas. Porque ha hecho una atrocidad política con el país”.
En 2016, organismos de la sociedad civil, políticos opositores al gobierno de Ortega y excompañeros de este último durante la Revolución Sandinista y los años 80, aseguran que en Nicaragua Daniel Ortega hace y deshace a placer. Han dicho que las elecciones son una farsa, que existe un aparato corrupto que mantiene los poderes ejecutivo, legislativo y judicial amarrados por un mismo nudo y que la policía y el ejército responden a los deseos de uno.
Ortega, el aludido, ya se autopresentó como candidato oficial a la presidencia de Nicaragua por su Frente Sandinista, y, a menos que caiga un meteorito en Managua y arrase con todo, el comandante asumirá la presidencia en enero de 2017 por cuarta vez en su vida.
“Daniel es un político sagaz. Tiene todas las mañas del gato, que entra a la casa y se roba la comida”. Henry Ruiz, ministro de Planificación de 1979 a 1990.