AFP
Cuando los 'shebab' atacaron Mpeketoni, en la costa de Kenia, el domingo por la noche, los clientes del café Costa Rica huyeron. Los huéspedes del hotel Mama Mónica, enfrente, creyeron que estaban a salvo en sus cuartos pero los asaltantes los hicieron salir y los ejecutaron uno por uno.
Cuando empezó el ataque, reivindicado por los islamistas somalíes 'shebab', David Waweru veía un partido del Mundial de fútbol en el café Costa Rica, del que queda ahora únicamente un montón de escombros. Los primeros disparos resonaron frente a la comisaría, a unos cientos de metros de allí. Un grupo de unos 50 'shebab' intentó tomarla por asalto.
“Cuando comenzaron los disparos, el dueño nos dijo que nos fuéramos”, relata David Waweru, un joven sin empleo, que decidió buscar refugio detrás de un edificio cercano. Desde allí vio a los 'shebab' entrar en el Mama Monica's Guest House.
“Sacaron a la gente, les hicieron tumbarse” en la calle, cuenta. “Entonces, les preguntaron si conocían el islam, si sabían algo del islam y les exigieron que recitasen la Chaada”, la profesión de fe musulmana. Luego, “los ejecutaron uno por uno (…), directamente en la cabeza, uno por uno”, cuenta frente a lo que queda del café Costa Rica. “No mataron ni a mujeres, ni a niños, solo a los hombres”, añadió. “Decían que hacían esto porque el Gobierno de Kenia mata a la gente en Somalia”, explica.
Kenia ha sido blanco de una serie de ataques desde que el ejército de este país fue desplegado en Somalia, en octubre de 2011, para combatir a los 'shebab'.
El ataque contra esta localidad es la operación más violenta de un comando 'shebab' desde el ataque al centro comercial Westgate de Nairobi en septiembre de 2013, que dejó 67 muertos.
“Si eras musulmán, te salvabas”
Varios testigos confirman el relato de David Waweru. Las 49 personas asesinadas en esta localidad de alrededor 3,000 habitantes eran todos hombres y todos cristianos. Mpeketoni está poblada principalmente por cristianos procedentes del norte del país y a quienes el Gobierno concedió tierras en la década de los 70 en esta región de mayoría musulmana.
“Todos los que fueron asesinados eran cristianos. Si uno era musulmán, se salvaba”, explicó John Mwagi, un profesor de 44 años que logró huir de la ciudad en moto durante el ataque. Antes de huir, pudo ver la bandera negra de los 'yihadistas' y escuchar a los asaltantes gritando “Alá es grande”, cuenta.
Además de la comisaría y los edificios administrativos, los 'shebab' centraron su ataque contra los dos hoteles de la ciudad.
John Wanyoike contempla incrédulo las ruinas aún humeantes de su hotel, el Breeze View, reducido a cenizas. Los asaltantes “llegaron en un minibús”, hacia las 20:50, casi simultáneamente al ataque de la comisaría de policía. Cruzaron el patio “en dirección de las habitaciones, pero encontraron las puertas cerradas, así que comenzaron a disparar contra las ventanas”, cuenta. “Solo había un huésped en el hotel, los demás habían salido porque aquí no se vende cerveza”, explica el dueño del establecimiento.
Wanyoike apagó entonces las luces y permaneció escondido durante dos horas. Escuchó a los asaltantes hablando somalí, comunicando por radio con el resto del comando. Luego, prendieron fuego al hotel. “Estaba desesperado. La policía no llegaba y no tenía ninguna esperanza de que lo hicieran. Lo único que podía hacer era intentar huir sano y salvo”, concluye este superviviente.