Aun cuando retengo trozos del beisbol que se jugó en los años setenta, me desarrollé como fanático en los ochenta y la identificación con una época determinada seguro termina afectando el juicio.
Quizá eso explique mi desacuerdo, cuando escuché la primera vez una comparación entre Elry Britton y su hijo Dwight. Me pareció una falta de respeto con Elry.
Pero ahora sí creo que el chavalo ha aventajado a su papá. No lo digo por el título de bateo que capturó en los Juegos de San José con .706 , que es una exageración, sino porque donde va, batea.
Sé que Elry ha sido uno de los mejores talentos que han desfilado por los campos del país. Bateaba y corría, con un buen brazo y defensa aceptable, aunque sin poder.
Elry bateó .270 en su debut en 1984, mejoró a .328 en 1985, y .330 en 1986. No jugó en 1987, pero en 1988 tuvo .321. Subió a .379 en 1989 y .389 en su último año, en 1990.
Ese mismo año viajó con la Selección que ganó el subcampeonato en Edmonton e hizo un notable trabajo en el jardín derecho. Aquí se le ve como un jugador completo.
Pero Dwight ya es mejor. Tiene más herramientas. Es veloz, con poder (y con madera), buena defensa, brazo certero y su tacto se agudizó.
En sus cuarto “Pomares” tiene promedios de .378 en 2009; .306 en 2010, .352 en 2011 y .336 en 2012. Su papá llegó a 10 jonrones en 1990.
Dwight tiene 12 y 14 en los pasados dos torneos respectivamente y con madera. En el Mundial de Panamá, contra picheo profesional y sin aluminio, bateó .478.
Y mejor aún, a sus 25 años, tiene chance para seguir mejorando. Sus cifras en la Profesional son también sólidas. Aquí, Dwight está sobrado.
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