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El mundo de OZ

No es con poca alarma que constato que la nueva película de Sam Raimi será el referente del mundo de L. Frank Baum para una nueva generación.

 

Por Juan Carlos Ampié

No es con poca alarma que constato que la nueva película de Sam Raimi será el referente del mundo de L. Frank Baum para una nueva generación. Peor aún, me he encontrado adultos cultos y bien informados que desconocen los libros y la película de Victor Fleming. Judy Garland cantando Somewhere over the Rainbow es ahora conocimiento rebuscado. En un mundo perfecto, tendríamos reestrenos del filme clásico en el cine. En el mundo que habitamos, tenemos a Oz: Un Mundo de Fantasía en múltiples pantallas.

Sam Raimi, director de la primera trilogía de Spiderman —la protagonizada por Toby Maguire, no la más reciente con Andrew Garfield—, acomete la tarea de contar una “historia de origen” sobre el Mago de Oz.  James Franco es un ilusionista de poca monta en un circo ambulante de principios de siglo. Sus múltiples amoríos lo ponen en la mira de un forzudo celoso. Tratando de escapar, monta un globo que se mete de frente en un tornado. Aterriza en la tierra de Oz, un mundo mágico sumido en la tristeza. Alguien envenenó al rey, y ahora todos esperan al poderoso hechicero que según una profecía, llegará para salvarlos a todos. No sé exactamente por qué, pero entre los que necesitan salvamento se encuentran tres poderosas brujas: Theodora (Mila Kunis), su hermana Evanora (Rachel Weisz) y Glinda (Michelle Williams). ¿Podrá el embustero encontrar la fortaleza necesaria para convertirse en salvador?

Por supuesto que sí. Para funcionar en el plano comercial, la película debe servir como historia inspiracional y drama de acción. No hay nada malo en eso, pero el guión es francamente reaccionario en su actitud frente a los personajes femeninos. No solo las brujas esperan que el “hombre” llegue a salvarlas. Una de ellas se convertirá en la bruja mala que años después enfrentará a Dorothy. La duda sobre cuál de las tres es la única medida de suspenso del film, dependiente de conocimiento de la mitología.

En el plano formal, Raimi se delata como un cinéfilo romántico. Emula algunos aciertos creativos del filme clásico de 1939. El prólogo, escenificado en el mundo real, se filma en sepia y en la pantalla cuadrada del Hollywood clásico. Llamando la atención sobre el artificio, algunos elementos rompen los márgenes e invaden la negrura de los lados brevemente: una bocanada de llamas de un tragafuegos, por ejemplo. Son detalles sutiles y encantadores. Una vez que llega a Oz, la película pasa al plano multicolor. Pero este no es terso technicolor. Es una paleta chillante, acentuada en su agresividad cromática por el 3D. Una parte de mi apreciaba la estética kitsch, la otra se preparaba para la inminente migraña.

Lamentablemente, Raimi no termina de hacer suyo el material. Tras el prólogo, la película hace aterrizaje forzoso en Oz. Inertes escenas de diálogos expositivos se alternan con desinspirados amagos de acción.  James Franco es un buen actor, pero aquí se ve francamente incómodo. Interpretar convincentemente en medio de pantallas verdes no parece ser un arma de su arsenal histriónico. Irónicamente, la mujeres salen mejor libradas. Williams infunde inteligencia en un papel pálido, la intensidad de Mila Kunis es aterradora en su intensidad y Rachel Weisz se divierte a montones con su papel. Bien por ella. Yo tendré que buscar el DVD de la versión de 1939 para limpiarme las retinas.

La Prensa Domingo constato director Raimi archivo

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