Querida Nicaragua: Ahora mucho se habla de cambio generacional como la panacea para resolver todos nuestros problemas políticos. Que los viejos no sirven para nada. A la gente de sesenta años se les cataloga como viejos retrógrados, incapaces, aprovechados, vividores a los que hay que apartar porque no han sabido nunca manejar la política del país. Se necesitan jóvenes, dicen, la mayoría de los nicaragüenses son jóvenes y por lo tanto requieren un mandatario joven, una administración joven, sangre nueva para manejar la cosa pública. En tres palabras: un cambio generacional.
Está muy bien que se quiera un cambio generacional, que se proyecten los jóvenes como líderes políticos y que se preparen ante todo, porque la política necesita preparación, tolerancia, valentía, amor por la patria y muchas cualidades más.
Para esa tarea enorme como es el manejo de la democracia, con pluralismo, progreso, estado de derecho, respeto profundo por la Constitución y las leyes se necesita algo más que ser joven. Muchos jóvenes saben gritar consignas, pero nada más. Con esto quiero decir que tanto los jóvenes como los más maduros y como los de la tercera edad tienen derechos como nicaragüenses, y que lo importante no es la edad sino el tipo de valores morales y cívicos que cada individuo tenga.
¿De qué serviría un joven sin valores cívicos democráticos manejando la nación? Ortega llegó al poder sin haber llegado a los cuarenta años. Y actualmente don Daniel Ortega es más o menos joven. Se puede decir que con este gobierno se produjo en realidad un cambio generacional. Sin embargo sus ideas son totalitarias, anárquicas, absorbentes, permite inmoralidades, desfalcos, se aprovecha de su posición en el Estado para hacerse cada día más millonario. Con el danielismo en los años ochenta nos vino un cambio generacional. Y ¿qué ganamos con ello? La pérdida de la libertad, la entrega de la nación a potencias extranjeras, la proliferación de internacionalistas vagos en el país, la economía en bancarrota, la escasez constante de productos en los mercados, las confiscaciones abusivas a gentes inocentes, los fusilamientos silenciosos, el servicio militar, la guerra, el dolor, el exilio, la muerte.
Y era un cambio generacional. Pero ese cambio generacional no traía valores cívicos y morales, ni respeto por la persona humana, ni respeto por las leyes y la Constitución del país. Fue un cambio generacional fallado.
¿Qué preferirá nuestro pueblo? Un presidente joven sin valores morales, con grandes ambiciones de poder, con ansias de volver a convertir el Estado en un botín de guerra, con deseos de reelegirse para otro período o un hombre maduro, de sesenta, setenta, y hasta ochenta años con valores morales bien cimentados, con una trayectoria de vida honorable y limpia, un hombre trabajador que no tenga interés en llegar al gobierno para enriquecerse y que quiera acabar con la costumbre del estado-botín y del cargo público como si fuera un loteriazo.
Por supuesto que apoyo un cambio generacional, pero con valores morales y cívicos, honradez a toda prueba, respeto profundo por las leyes y por los ciudadanos. No se requiere ser joven ni viejo para ser un buen líder. Se requiere únicamente ser honrado, respetuoso, honorable, patriota, tenga la edad que tenga.
El autor es director general de Radio Corporación.
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