Querida Nicaragua: Nadie dijo que el presidente de facto tuviera interés alguno en que los norteamericanos nos aprobaran las dispensas, conocidas como waiver. La verdad es que el Gobierno no movió ni un dedo para conseguirlas. Más bien fue la empresa privada, el Cosep y Amcham quienes fueron a Washington a cabildear para tratar de obtener las tales dispensas, sabiendo que sin ellas el pueblo pobre será el más perjudicado.
Al señor Ortega no se le vio el más mínimo esfuerzo ni la menor preocupación al respecto.
Y realmente nadie tiene porqué esperar otro tipo de reacción por parte suya. Lo habíamos adelantado aquí con toda razón que el señor mandatario de facto no tenía interés alguno en que le aprobaran las dispensas. Él no sufrirá nada con eso. Antes por el contrario ahora tendrá muchos más argumentos para insultar al “capitalismo salvaje y al imperialismo yankee” en sus monólogos de la llamada “casa de los pueblos”.
El señor Ortega quiere retroceder el tiempo y volver a los años ochenta. No le importa que vuelva la escasez y la miseria de entonces. Él y sus comandantes vivirán siempre en la abundancia sin importarles que el pobre pueblo haga colas enormes para conseguir media libra de arroz o un galón de gasolina como en la miserable década de los años ochenta.
Aquí nos engañamos porque queremos al creer que el señor Ortega desea hacer un gobierno democrático, cuando en realidad ni siquiera pretende engañarnos. Él ha hablado claramente y todos lo hemos oído cuando alaba al anciano dictador don Fidel Castro, diciendo que es el paladín de la democracia en la América Latina.
Quien alaba en esa forma a un dictador que ha esclavizado a su país, y ha mandado al paredón a miles de cubanos y mantiene todavía en las cárceles a ciudadanos por el solo hecho de no comulgar con sus ideas, obviamente no puede ser demócrata, y quienes, alguna vez, esperamos de él actitudes de cambio hacia la democracia, hemos sido unos ilusos.
Si al mandatario de facto le importara el destino del pueblo nicaragüense, hubiera hecho al menos un esfuerzo mínimo para conseguir las dispensas y que Nicaragua continuara recibiendo los préstamos de los organismos internacionales. Él dice que el pueblo es el presidente y lo proclama hasta en los membretes de la papelería gubernamental. Nada más falso, con este tipo de actitudes está demostrando todo lo contrario.
Claramente se nota la tendencia del presidente de facto hacia una izquierda radical e irracional como la de sus amigos Hugo Chávez, Rafael Correa, Evo Morales y sus ídolos don Fidel y don Raúl Castro.
Por encima de este futuro de miseria tenemos la amenaza de un nuevo fraude en las elecciones municipales del próximo noviembre. Muchos ciudadanos están dispuestos a no dejarse robar en esta ocasión y defender sus votos hasta las últimas consecuencias.
Menos mal que el pueblo de Nicaragua nunca pierde la esperanza ni el espíritu de lucha constante por tener una república gobernada con honestidad y transparencia, una república verdaderamente libre y soberana sin compromisos con gobiernos dictatoriales que mantienen esclavizados a sus pueblos.
Si al mandatario de facto le importara el destino del pueblo nicaragüense, hubiera hecho al menos un esfuerzo mínimo para conseguir las dispensas y que Nicaragua continuara recibiendo los préstamos de los organismos internacionales.
El autor es director general de Radio Corporación.
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