Cuando supe que el señor Barack Obama visitaría Alemania entre otros países, me pregunté para qué. ¿Hay algo de interés en ese país para los estadounidense aparte de sus Mercedes?
Obama, que ha demostrado mucha capacidad mediática y natural oportunismo, quiere estar en una ciudad ligada emocionalmente entre muchos pasajes de la historia a John F. Kennedy, de quien se cree sucesor.
Irak, Afganistán, Colombia o México, aunque sean puntos estratégicos de la política internacional estadounidense, son lugares esperados para cualquier aspirante a la Presidencia, destinos para un candidato común y corriente, para un republicano como John McCain. Obama quiere en cambio algo espectacular, es decir, un discurso en la Puerta de Brandeburgo.
A la cancillera alemana Angela Merkel no le gusta la idea. Ha dicho que este honor sólo es para ocasiones especiales y presidentes electos, además la Puerta representa mucho para Alemania y no debe usarse para campañas de extranjeros.
El mismo JFK dio su discurso público frente a la Alcaldía del barrio Schoeneberg, cuando era presidente. Claro, si Obama quiere pasear frente al monumento, puede hacer turismo como todo el mundo y tomarse la famosa foto, porque a la Puerta de Brandeburgo puede ir cualquiera. Yo mismo tengo una foto en la cercana Pariser Platz con el monumento de fondo.
La verdad, ahí se hacen fiestas de futbol, de año nuevo, de música tecno y manifestaciones de todo tipo, he visto incluso una marcha por los derechos de los perros.
Sucede que a la par de Obama tiene que estar también indudablemente Klaus Wowereit, el Gobernador-Alcalde de Berlín, él sería el verdadero anfitrión y podría concederle por táctica publicitaria el deseo de la Puerta que el gobierno federal mira con recelo.
El alcalde es un ambicioso político socialdemócrata que no deja de coquetear con la idea de ser el primer canciller homosexual, ya que los conservadores pusieron a la primera mujer.
Wowereit acuñó una célebre frase que ahora hasta en los recuerdos para turistas está impreso: “Berlín es pobre, pero sexy”. Esa es su ventaja y la puede usar. Ya se debe imaginar junto a Obama en todos los medios del mundo.
Definitivamente es un rival peligroso que como Obama abusa de los medios y del mercadeo personal, porque ha comprendido que al público también se gana con imágenes y no sólo con discursos, más aún en una metrópoli.
En el 2001 Wowereit aprovechó los escándalos de corrupción y la bancarrota que habían traído los colegas de Merkel a la única Ciudad-Estado del país para llegar al poder. Sorteó la oposición de todo el oeste alemán, de su propio partido y las críticas de los democratacristianos para llamar a elecciones anticipadas en la capital apoyado por los postcomunistas del este, con quienes cogobierna desde entonces.
Estuvo solo mucho tiempo, pero fue reelecto. Ahora ante la impopularidad más alta de su partido en toda la historia y la crisis de liderazgo, ya su alianza con los postcomunistas no es más un tabú a mediano plazo, sobre todo cuando éstos han dejado de ser un partido regional para convertirse en la tercera fuerza política nacional.
Mientras esto se define, Berlín seguirá en su realidad de pobreza y desempleo agravante, sus grandes recortes presupuestarios. ¿Pero quién ganará al final la batalla de la foto? Es cierto, la ciudad no deja de tener su encanto. Definitivamente, “es pobre, pero sexy”.
Luis Duarte es periodista de LA PRENSA