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En las grandes ligas. El presidente Luiz Inácio Lula da Silva (izquierda) selló esta semana un alianza energética con la Unión Europea. Le saluda el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso (derecha) y el premier portugués, José Sócrates. (LA PRENSA/AFP/P. CORDEIRO)

Una diplomacia al filo de la navaja

Brasil brilla en los foros mundiales pero tropieza en la integración sudamericana [doap_box title=”El ultimátum de Venezuela” box_color=”#336699″ class=”archivo-aside”] El Presidente venezolano Hugo Chávez provocó otra crisis en el ya debilitado Mercosur, al que acusa de ser una alianza de las “élites” contra los “pueblos”, amenazando esta semana con retirar su solicitud de integración al […]

  • Brasil brilla en los foros mundiales pero tropieza en la integración sudamericana
[doap_box title=”El ultimátum de Venezuela” box_color=”#336699″ class=”archivo-aside”]

El Presidente venezolano Hugo Chávez provocó otra crisis en el ya debilitado Mercosur, al que acusa de ser una alianza de las “élites” contra los “pueblos”, amenazando esta semana con retirar su solicitud de integración al bloque si ésta no es aceptada en un plazo de tres meses.

El líder venezolano, propulsor del “socialismo del siglo XXI”, que inició hace dos años un proceso de adhesión al grupo regional, lanzó el martes pasado un ultimátum a los congresos de Brasil y Paraguay, fijando el mes de septiembre como fecha límite para ratificar a Venezuela como miembro pleno del Mercosur, integrado además por Argentina y Uruguay. Chávez criticó al “viejo Mercosur”, que en su criterio favorece “la integración de las élites, de las empresas, de las multinacionales, pero no de los pueblos”.

Crisis anunciada

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BRASILIA/ ANÁLISIS DE AFP

El jurista brasileño Ricardo Seitenfus considera que las actuales polémicas con Chávez, que quiere un Mercosur “antiimperialista” y “antiliberal”, configuran una “crisis anunciada” desde el momento mismo en que Venezuela fue admitida en el bloque sin un calendario preciso de adopción de las normas comunitarias.

Con una diplomacia que avanza por el filo de la navaja, Brasil se ha convertido en un interlocutor de primer plano en la discusión de grandes cuestiones mundiales, aunque sufre serios tropiezos en la integración regional.

Esa aparente paradoja se evidenció esta semana, cuando el presidente Luiz Inácio Lula da Silva pactó en Lisboa una “asociación estratégica” con la Unión Europea (UE), mientras el presidente Hugo Chávez amenazaba con desistir de la integración de Venezuela al Mercosur y acusaba de “impertinente” al canciller Celso Amorim.

Esas polémicas han debilitado a un bloque regional que, a pesar de haber sido la gran prioridad integradora de Lula, no ha conseguido en sus 16 años de existencia asegurar la libre circulación de los productos de sus socios menores, Paraguay y Uruguay, en los mercados de Brasil y Argentina.

En paralelo a las disputas con sus vecinos, a fines de junio Amorim fue acusado por Estados Unidos y Europa de intransigente, por haber dado junto a su colega de India un teatral portazo a las discusiones multilaterales de comercio en Alemania, entre los cuatro principales negociadores de la Ronda de Doha.

Esos gestos de una diplomacia “activa y altiva”, como la define Amorim, no impiden que Brasil sea un invitado habitual a las reuniones del G8 (los siete países más industrializados y Rusia) y a los grandes foros sobre cuestiones comerciales, energéticas y de cambio climático.

Lula tuvo en marzo dos encuentros con el presidente estadounidense George W. Bush, con quien lanzó una alianza para promover el etanol a escala continental. Una perspectiva que generó críticas del cubano Fidel Castro, de la diplomacia petrolera de Chávez y de su aliado boliviano Evo Morales.

Las posiciones de Brasil “reflejan tanto las contradicciones de la realidad como las de su propia diplomacia”, sostiene Cándido Grzybowski, director del Instituto Brasileño de Análisis Sociales y Económicos (Ibase), una entidad organizadora del Foro Social Mundial.

Grzybowski lamenta que las alianzas Sur-Sur impulsadas por Lula, no pretendan crear “otro orden mundial, sino más de lo mismo”.

“El acercamiento Sur-Sur es innovador. Pero ¿con qué agenda? La de sustituir a los países europeos. Brasil quiere que Zimbawue deje de comprarle pollos a Europa y se los compre a Brasil”, ironiza.

Para Grzybowski, otra fuente de contradicciones de la diplomacia brasileña es “la visión nacionalista” que lo lleva a adoptar posiciones “irresponsables” en temas como el cambio climático, al ser reticente a asumir metas para limitar sus emisiones de gas carbónico.

“Brasil está en una posición que no es de cambio ni de aceptación del orden mundial, y es cuestionado por todos; avanza por el filo de la navaja”, comenta.

Ricardo Seitenfus, que fue asesor del gobierno y ahora es miembro del Comité Jurídico Interamericano de la OEA, juzga que el G20 es uno de los mayores aciertos de la diplomacia de Lula, pues impuso una agenda internacional “activa y de propuestas”.

Bajo el liderazgo de Brasil, el G20 defiende los intereses de los países emergentes frente a Europa y Estados Unidos en las negociaciones comerciales multilaterales de la Organización Mundial del Comercio.

En el Mercosur, en cambio, Brasil tuvo una actitud “defensiva y no constructiva”, pues “lo usó como instrumento de política externa y no lo colocó por encima de los intereses nacionales ni aceleró su institucionalización”, sostiene.

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