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/LA PRENSA/M. MATUTE

“El Cardenal nos ha considerado su familia”

El nombramiento del nuevo Embajador de Nicaragua en Costa Rica llega con mucho ruido, debido a la cadena de amistad que existe entre éste y el cardenal Miguel Obando, y entre el Cardenal y el presidente Daniel Ortega. Harold Rivas se molesta cuando oye que alguien dice “que fulano de tal es hijo del Cardenal”. […]

  • El nombramiento del nuevo Embajador de Nicaragua en Costa Rica llega con mucho ruido, debido a la cadena de amistad que existe entre éste y el cardenal Miguel Obando, y entre el Cardenal y el presidente Daniel Ortega. Harold Rivas se molesta cuando oye que alguien dice “que fulano de tal es hijo del Cardenal”. “Es una grosería”, considera.

Su cara debería ser tan familiar como la de un diplomático que ha trabajado con los últimos tres gobiernos, durante 16 años. Harold Fernando Rivas Reyes, el nuevo Embajador de Nicaragua en Costa Rica, es casi un personaje anónimo, a no ser por su hermano, Roberto Rivas Reyes, magistrado presidente del Consejo Supremo Electoral (CSE), y de su amigo el cardenal Miguel Obando y Bravo.

Una palabra que lo podría definir es “campechano”. El protocolo se rompe con este hombre de 47 años que un día tocó en la banda musical de su colegio, que en su juventud soñó tener la imagen de un chico Marlboro, y que ahora contempla entre sus metas lograr una amnistía a favor de unos 500 mil nicaragüenses que viven en Costa Rica.

Cree en los milagros y está convencido de que antes de llegar a ser diplomático, lo presintió. Así le pasó en Washington y así le pasó en Costa Rica.

A veces uno cree que los embajadores tienen todo en la mano.

¡Te lo juro! Yo de cónsul me las veía negras, hasta vergüenza pasa uno cuando te piden una colaboración. Nosotros no tenemos salarios exorbitantes.

¿Cuánto le van a pagar como Embajador de Nicaragua en Costa Rica?

Te soy franco, no me vas a creer: ¡No sé! Me acaban de nombrar. Lo que sí te puedo decir es que vi la Embajada, está muy bien. Me gustó la forma en que están trabajando, los informes que hacen. Hay un personal bien preparado que se puede aprovechar.

¿Con cuánta gente cuenta?

En la Embajada hay siete personas. Lo que es el Consulado es bastante. Yo fui a visitar el Consulado, porque está separado de la Embajada, y esa es una de las cosas que quiero hacer, poner la Embajada junto al Consulado. Porque no creás, yo soy inquieto, me gusta tratar con la gente, ver cuáles son las necesidades que tienen. Voy a ser un embajador de puertas abiertas. Ahí va a haber un antes y un después, tengan la plena seguridad. Voy a humanizar ese Consulado y esa Embajada.

¿Qué ha pasado con el nombramiento de la nueva cónsul general en Costa Rica, que se dice será Leticia Herrera?

Doña Leticia Herrera, eso, te soy sincero, hasta ayer (martes) yo no sabía que la habían nombrado, pero ya me di cuenta por medio de LA PRENSA. Tengo entendido por el currículo que tiene, que es una mujer con gran espíritu social. Imagino que va a hacer excelente trabajo. Eso es lo que se necesita, gente que tenga un poquito blando el corazón para poder ayudar al necesitado. En el Consulado ella va a tener bastante (trabajo). Por supuesto que va a recibir la ayuda del embajador todo el tiempo, vamos a trabajar de la mano.

¿Se sorprendió cuando recibió la propuesta de trabajar para el gobierno de Daniel Ortega?

Eh, no. Mirá lo que es el mundo, yo como que sueño mi futuro. Yo llegué a Costa Rica hace como dos años a visitar a una prima, y te soy franco, sentí que yo iba a llegar a ese país. Igual me pasó en Washington, como que presentía que una vez iba a estar en ese Estado. Cuando me llama el canciller (Samuel Santos) y me dice: “Ve, te estamos proponiendo como embajador para Costa Rica, consultalo con tu esposa”. Yo le dije: “No tengo nada que consultar, ella está dispuesta a ir donde yo vaya”.

Ha vivido en Washington desde 1983, imagino que mucha gente lo conoce allá.

¡Ah, sí!

Pero en Nicaragua se saben pocas cosas de Harold Rivas, es casi como un funcionario anónimo.

Realmente sí. Te digo una cosa, yo soy de las personas que cuando hace algún evento humanitario la propaganda no me interesa. Sin embargo, te podría mencionar que yo fui parte de una agrupación, trabajé con el dueño de Radio América en Washington, Alejandro Carrasco, recogiendo fondos para el huracán Mitch. Aquí (en Nicaragua) se construyeron alrededor de 45 casas en un barrio nuevo que se hizo detrás de Ciudad Sandino. Se construyó también un hogar para niños huérfanos en El Crucero, pero jamás se dijo mi nombre. O sea, lo que he hecho lo he hecho no para que se publique en los diarios y tampoco aquí en la Cancillería. Siempre lo he hecho como una labor que me gusta hacer.

¿Y esa entrega tiene raíces religiosas?

Sí, definitivamente. Yo soy católico practicante. Ya lo han dicho en los diarios, tengo una amistad con el cardenal Miguel Obando. O sea, lo conozco desde que tengo ocho años. Yo tocaba en la banda de guerra cuando él bajó en mula de Matiguás a Matagalpa. En ese tiempo me tocó tocar el bombo a mí. Y ahí lo conocimos, mis padres también hicieron buena amistad (con el Cardenal). O sea, es una amistad de mucho tiempo.

¿Pero qué ocurrió para que se lograse esa afinidad a través de tantos años?

Yo creo que el Cardenal es un hombre de familia. Vivió mucho tiempo en El Salvador y cuando vino nombrado Obispo Auxiliar (a Managua), tuvimos la dicha de que nos escogió como su familia. O sea, él no es pariente nuestro pero te podría decir que nos ha considerado su familia. Por eso me molesta cuando ponen esos comentarios en los artículos de los periódicos de que fulano de tal es hijo del Cardenal. ¡Eso es una grosería! ¡Son barbaridades! Yo al Cardenal le tengo un gran respeto y admiración. Es un hombre que está entero todavía.

Tres hermanos suyos están ocupando puestos públicos. Algunas personas dicen que eso responde a la influencia del cardenal Obando y la amistad con el presidente Ortega.

Bueno, eh, Roberto ya sabemos que es magistrado (del Consejo Supremo Electoral) desde tiempos de doña Violeta (1990-1995). Mario fue un funcionario de carrera en el Banco Central. El trabajo en el que está ahora no es nuevo, ya estaba trabajando para ese programa, o sea, que no es un nombramiento reciente. El más reciente es el mío, y yo no lo atribuyo, no creo que el Cardenal haya dicho al presidente Ortega: “Ve, nombren a Harold embajador en Costa Rica”. Yo hubiera pedido que me dejaran mejor en Washington en todo caso, que es donde tengo mi familia y todo eso. Yo creo que tomaron en cuenta la experiencia de 16 años que tengo trabajando con los emigrantes nicaragüenses, y tienen la ilusión de que yo vaya a poder hacer algo por esta gente y espero poderlo hacer.

¿Qué tan cierto es que su hermana Michell va a ser cónsul en Los Ángeles y su hermano Luis Enrique podría serlo en Miami?

Eso es puro cuento. Luis Enrique está muy bien en Miami, es especialista en computadoras (y trabaja) en la Microsoft, y no va salir de eso. Michell está de rectora en la Universidad Católica aquí y no pienso que se vaya a querer salir de ahí.

¿Cómo piensa lograr la amnistía por la que dice va a trabajar?

Voy a recorrerme lo que tenga que recorrer, a saludar a quien tenga que saludar. Yo sé que se puede hacer algo. Hay muchos empresarios costarricenses, que (en sus empresas) la mano de obra es 90 por ciento nicaragüense. Ellos mismos incluso podrían hablar con el ministro de seguridad interna, con el presidente Arias. O sea, que se den cuenta de que la mano de obra (nica) es necesaria en Costa Rica. Tal vez la palabra amnistía en general da miedo, los pone alborotados. Amnistía significa perdonar todo. Pero no, tal vez podría ser un ajuste migratorio, un tipo de visa de trabajo, que tengan por lo menos la tranquilidad de trabajar. Es horrible estar en un trabajo y que te digan: “Ahí viene la Migración”. A mí me tocó vivirlo, siendo cónsul casi me llevan preso. Estábamos en un restaurante y llegó la Migración y se llevó presos a los meseros y a todos los que estábamos ahí. Yo no tengo cara de americano, si no fuera porque les enseñé mi carnet…

¿Cuánta disposición cree que haya de parte del Gobierno costarricense?

Tengo entendido que con eso de la amnistía sacaron un comunicado diciendo que ellos no habían recibido ninguna nota solicitándoles la amnistía. Yo he dicho (hasta ahora) que voy a trabajar en pos de una amnistía para los nicaragüenses que ya están allá trabajando.

¿Del 1 al 10 , cómo califica las relaciones entre Nicaragua y Costa Rica?

Yo le daría nueve. Y no te doy el diez porque sé que hay ciertas cositas como Canda, como río San Juan, que son cosas que se tienen que resolver. Tenemos que llevar una vida de vecinos. ¡Si somos países hermanos! Yo creo que hay una buena relación y se puede mejorar todavía.

¿Usted es amigo de Daniel Ortega?

Lo conozco, conozco a Daniel Ortega, a doña Rosario también. He platicado con ellos en un par de ocasiones y te digo, yo creo que se va poder hacer un buen gobierno. En una semana que estuve, palpé que hay muchos ticos que quieren invertir en Nicaragua, sobre todo en la zona costera, en la parte de río San Juan y San Juan del Sur. Quieren invertir en hotelería.

¿Tiene alguna línea política?

Realmente no. Nunca he firmado con ningún partido. Para mí la línea política es servir al nicaragüense y a mi patria.

¿Simpatiza con algún partido político?

Te voy a ser franco: simpatizo con el partido político que se preocupa por la gente, que se preocupa por conseguir empleos para los desempleados, que se preocupa por la educación. Ese ha sido uno de los temas que tristemente no se han abordado. Aquí uno se muere por un examen de 20 dólares. No tenés plata, te apartan en un hospital y te dejan ahí. La vida tiene precio porque no todo mundo puede ir a los hospitales privados.

Música, cigarro y ¡viva el Bóer!

Harold Rivas Reyes tuvo su primera experiencia musical en el Colegio San Luis de su natal Matagalpa. “Tocaba la trompeta, la lira, toqué guitarra, prácticamente todos los instrumentos, hasta piano. Y todo al oído”.

“Me acuerdo que cuando veníamos a Managua a los desfiles, era como un premio. Recuerdo que hubo un incidente. Yo era la mascota de la banda de guerra, tenía cinco o seis años. Estando en la Plaza de la República, frente al Palacio Nacional, el palillón que era un señor de apellido Zapata, un estudiante pues, digo señor porque ahora está mayor. Por ir distraído, no me fijé que habían hecho un pare y cuando el palillón estaba dando una gran voltereta, me dio un solo en la cabeza y caí desmayado. O sea, no pude desfilar desde ahí hasta la explanada famosa donde siempre estaba Somoza ”.

Pero la música la heredó de su padre, Roberto Rivas Haslam, un ingeniero civil que trabajaba en el Distrito Nacional, una especie de registro público de la época.

“En 1996 nos abandonó, pues, se nos fue. El Señor lo mandó a llamar. Fue un ejemplo de honestidad, una persona bondadosa, querida, divertido, músico, bohemio. Le gustaba escribir poemas, cosa que no saqué yo. Yo puedo tocar guitarra pero no soy compositor. Él compuso muchas canciones que dejó grabadas en un casete y hasta el día de hoy no puedo escucharlas porque me duele”.

En 1969 el gran amigo de la familia, Miguel Obando, es ordenado Arzobispo de Managua y le propone a Josefa Reyes, su madre, que trabaje como su asistente. Es así que la familia Rivas Reyes se traslada a Las Sierritas de Santo Domingo, en Managua, adquieren un terreno y construyen una casa. Él y sus hermanos cursaron en el Colegio Calasanz y en el Colegio Centroamérica.

“Entonces hice un equipo de beisbol, se llamaba los Mets de Santo Domingo. Y yo le robaba ropa a mis hermanos y se la regalaba a la gente pobre, hasta que un día me descubrieron. Por cierto, el equipo era muy bueno. Cuando quise entrar al equipo de beisbol del Centroamérica, me dijeron que estaba lleno y entonces le dije al padre (rector) que yo tenía un equipo y que queríamos jugar contra ellos, ¡y les ganamos! Todavía hay gente en Santo Domingo que me quiere mucho”.

Con el pasar de los años llegó su juventud, estudió un semestre en la Universidad Centroamericana, participó en la alfabetización del municipio de San Francisco Libre, y aprendió a fumar cuando tenía 18 años. “Vos sabés que en ese tiempo vendían la imagen del chico Marlboro”.

Se convirtió en un vicio. “Yo no sé si en la otra vida era ordeñador de vacas, pero toda la vida me levanto a las cuatro de la mañana. Entonces, en Washington a esa hora ya todos los periódicos actualizan sus noticias. Me levantaba a leer y a las seis de la mañana ya me había fumado doce cigarros”.

Janet, la esposa del embajador, tuvo tres hijos: Jenny de 20 años, Harold de 16 y Gabriela de 14. Hace ocho meses, la hija menor lo convenció de que dejara el vicio, y por eso dice ahora estar “gordito”, porque al dejar una cosa tiene que buscar otra que la sustituya.

En cuanto a deportes, prefiere a los Orioles de Baltimore, pero si de nicas se trata “yo siempre me voy con el Bóer. Será la costumbre, pero todo nicaragüense en el extranjero termina de entonar el himno con el grito de ¡Viva el Bóer!”

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