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Los sobrevivientes fueron trasladados a Chile, donde en principio no les permitían comer por temor a que sus cuerpos no resistieran. (LA PRENSA/ Archivo)

El milagro de Los Andes que conmovió al mundo

La tragedia de los Andes es posiblemente el accidente aéreo más conocido de la historia. El coraje que mostró un grupo de jóvenes para vencer la adversidad aún sigue inspirando a quienes escuchan el relato de los mundialmente conocidos “Sobrevivientes de los Andes”

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La noticia cayó como bomba aquel 23 de diciembre de 1972. Un grupo de 16 personas había aparecido, vivos, en los Andes. Eran los sobrevivientes de un accidente ocurrido el 13 de octubre pasado, cuando un avión Fairchild F-227 de la Fuerza Aérea Uruguaya se perdió en la Cordillera de los Andes cuando viajaba de Montevideo, Uruguay, a Santiago de Chile. El vuelo charter había sido rentado por el Club de rugby Old Christians, y en él viajaban 45 personas: cinco tripulantes y 40 pasajeros, todos ellos miembros del equipo deportivo, familiares y amigos.

Diez días después del accidente, los grupos de rescate abandonaron la búsqueda porque dieron por muertos a los pasajeros y tripulantes del avión perdido. Nadie, se pensaba, podría sobrevivir en esas montañas heladas. En febrero de 1973, cuando el tiempo fuese menos inclemente, buscarían los cadáveres. Por eso es que la aparición de sobrevivientes causa conmoción en la prensa ese 23 de diciembre.

En Nicaragua la noticia pasó desapercibida. El país tenía sus propios grandes problemas. A las 12:23 minutos de la madrugada de ese sábado, un terremoto de 7.2 grados en la escala de Richter pulverizó Managua dejando un saldo de por lo menos 10 mil personas muertas. La ciudad estaba en ruinas. La portada del diario El Clarín, de Argentina, anuncia el 24 de diciembre del 72 que “Completaron el rescate de los sobrevivientes de la tragedia aérea”. La noticia principal de esa portada era: “Miles de víctimas por el sismo en Nicaragua”.

Pero si la conmoción era grande por la aparición de los sobrevivientes, mayor fue cuando se conocieron los detalles del accidente y las circunstancias en las que esas 16 personas habían sobrevivido.

El accidente

El avión despegó de Montevideo el jueves 12 de octubre a las ocho y cinco de la mañana. El piloto, Julio Ferradas, calculaba llegar a Santiago en cuatro horas aproximadamente. Sin embargo, a las once y media aterrizaron en Mendoza, Argentina, debido al mal tiempo en la cordillera.

Gustavo Zerbino, uno de los sobrevivientes y quien se encuentra en Managua dando una conferencia, dice que los pasajeros, la mayoría muchachos de entre 18 y 20 años, insistieron al piloto Ferradas para despegara. “¿Qué harías tú si tienes 18 años? Veíamos que el cielo estaba despejado y luego llegó a Mendoza una avioneta que hacía vuelos de contrabando. Nosotros insistíamos, pero la decisión de viajar o no tenía que tomarla el piloto”.

El 13 de octubre el avión despegó de Mendoza con rumbo a Curicó, Chile. A las 3:30, creyendo que volaba sobre Curicó, el piloto Ferradas comienza el descenso, pero la excesiva turbulencia y la nubosidad lo habían colocado sobre el Paso del Planchón, aún entre las montañas. “Estaba perdido”, dice Zerbino. Intentando descender el ala derecha del Fairchild rozó un pico provocando la fractura de la misma; cinco segundos después, el ala izquierda chocaba contra unas rocas y se desplomaba a tierra. El avión continuó cayendo entre los enormes picos, dejando jirones de su fuselaje regados por todas partes.

Sobrevivencia

Doce personas, incluyendo al piloto, murieron al momento del impacto o poco después. Los sobrevivientes acordaron racionar la poca comida que encontraron: unos chocolates, maní y una botella de vino. Pronto se terminó. “Comenzamos a comernos las cremas faciales y las gel”, cuenta Zerbino.

Al décimo día, seis personas más habían muerto como consecuencia de las lesiones, y escuchan por la radio que los grupos de rescate habían desistido de la búsqueda. Los daban por muertos. En ese momento es que los sobrevivientes deciden que deben salir en busca de ayuda y para subir las montañas necesitan alimento para tener energías.

El único alimento disponible son los cuerpos de sus propios compañeros muertos. Así se produce uno de los casos más famosos de antropofagia.

“Fue un conflicto moral, sentimental y religioso, pero sabíamos que era la única forma de sobrevivir. Los que vivíamos acordamos que si moríamos usaran nuestros cuerpos, y como éramos un equipo, dimos por sentado que quienes habían muerto, también lo hubiesen hecho así”, dice Gustavo Zerbino.

El rescate

Dos meses después del accidente, el grupo de sobrevivientes decide enviar una expedición de tres personas —Fernando Parrado, Roberto Canessa y Antonio Vizintín— a buscar ayuda o morir en el intento. Al tercer día de marcha, Vizintín regresa al avión, mientras Parrado y Canessa continúan cruzado las montañas congeladas, en busca de ayuda. Dormían a la intemperie y se golpeaban unos a otros para no congelarse. “El hematoma produce calor”, explica Zerbino.

Al décimo día de marcha, y después de haber hecho unos 80 kilómetros de viaje, los expedicionarios encuentran al arriero Sergio Catalán, que junto a dos de sus hijos busca pasto para su ganado ahí, donde las montañas se deshielan.

Catalán, casi analfabeta, hace otros 80 kilómetros a caballo para llevar el mensaje de los sobrevivientes. Al principio no le creen, pero una carta escrita por Parrado termina de convencer a las autoridades chilenas que pronto inician el rescate.

“Parrado guía a los helicópteros. ¿Es aquí?, le preguntan. No, es más arriba. Nadie puede sobrevivir más arriba. ¿Es aquí?, vuelven a preguntar cuando han llegado más arriba. No, es más arriba. Imposible, le dicen”, relata Zerbino.

Gustavo Zerbino no olvidará jamás el momento en que oyeron el ruido de los helicópteros. Salieron de la cueva en que se había convertido el resto de avión, cuando vieron emerger de la montaña los dos aparatos. Una foto de los catorce sobrevivientes viendo jubilosos quedó como testimonio de ese momento histórico.

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