Edgard Rodríguez C. [email protected]
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El factor Aristides
Edgard Rodríguez C.
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En León sabe lo que es un buen pitcheo. A través de la historia han sido testigos oculares de los monumentales trabajos forjados por ases como Francisco Dávila, todo un paradigma en el pitcheo nacional; René “Ñato” Paredes, para la mayoría de aficionados adultos, la pistola más rápida producida en este país; Antonio Chévez, el meteórico lanzador de Telica que llegó a las Mayores; Julio Juárez, el experto en mezclar envíos que derrotó a Cuba; Julio Moya, forjador del insólito 0.14 en efectividad y un astro sin discusión y Epifanio Pérez, único tirador de dos campañas de 20 éxitos en nuestro beisbol.
¿Habría que agregar a esa selecta lista a Aristides Sevilla?
A sus 20 años, el pistolero de Rota, aún está en etapa de construcción, pero su solvencia y gestas heroicas, obligan a verle con respeto.
Aristides cargó sobre sus hombros con los Leones el año pasado y al mejor estilo de Moya, se los llevó a la Final y luego al campeonato frente a los Tiburones. Se apuntó tres de los cuatro éxitos y aún pudo regresar a la colina para el remate del cuarto triunfo.
Durante el Mundial de Cuba, Sevilla fue el mejor lanzador de Nicaragua. Salvó el juego ante los coreanos con una faena sólida faena en relevo de Olman Rostrán y luego derrotó a Italia, con un trabajo estupendo ante un equipo que luego agredió a los relevistas.
En esta campaña, tras cumplir el mes de suspensión que se le impuso por la indisciplina en Cuba, Sevilla entró en acción y sacó a los Leones del hoyo. Tiene 8 triunfos, uno menos que el líder en victorias de la liga, Freddy Corea, quien sí lanzó desde el inicio.
“Tarzán”, como le llaman sus amigos por su manera desordenada de caminar y su habilidad para trepar árboles, es el principal responsable de la resurrección del León. Ha ganados seis juegos al hilo, completando tres de ellos en un alarde de dominio y consistencia.
Y ahora que se habla de juegos extras, los Leones miran hacia él como su principal esperanza en estos momentos, en los cuales no existe margen para el error.