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César Antonio Obando Rocha, tejiendo tapices, en el corredor del Palacio de Cultura “Joaquín Pasos Argüello”, en Granada.

César Antonio: un tejedor de sueños y esperanzas

Es un adolescente granadino que deambuló por las calles inhalando pegamento. Ahora ha encontrado la paz consigo mismo, ha traído dicha y felicidad a su familia y conquistado nuevas amistades, pues hoy se desempeña como tejedor de tapices Pedro J. Vindell Matus/Corresponsal [email protected] GRANADA.- A sus 16 años, César Antonio Obando Rocha sólo alberga el […]

  • Es un adolescente granadino que deambuló por las calles inhalando pegamento. Ahora ha
    encontrado la paz consigo mismo, ha traído dicha y felicidad a su familia y conquistado nuevas amistades, pues hoy se desempeña como tejedor de tapices

Pedro J. Vindell Matus/Corresponsal [email protected]

GRANADA.- A sus 16 años, César Antonio Obando Rocha sólo alberga el triste recuerdo de su adolescencia, pues cuando tan solo cifraba 11 años se inició en el vicio como inhalante de pega, junto a otros menores de edad, de quienes hoy se desconoce el rumbo que tomaron.

Pero César Antonio es uno de los que escogió un nuevo rumbo, gracias a que se encontró con un ángel en el camino, pues contó con el cariño y la labor encomiable de Sor Ana Rosa Morán, que estuvo a cargo de la Casa “Cristo Sana a los Niños”. Sor Ana se conmovió ante la situación que atraviesan tantos niños en riesgo, por lo que supo imprimir en muchos de ellos el valor necesario para reinsertarlos a la sociedad que antes los señalaba y los aislaba.

Con César Antonio se ha cumplido el lema de “Cristo Sana a los Niños”, puesto en práctica en la casa que lleva ese nombre, en la calle Guzmán, contiguo al Colegio San Pablo, el cual funciona bajo la regencia de las religiosas de la Congregación de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl.

El pequeño César estudió hasta el segundo grado, en la escuela nocturna del Colegio Salesiano, donde su madre Xiomara Rocha Martínez pagaba diez córdobas. Los estudios de primaria fueron truncados por la pega. Pero hoy sus aspiraciones son otras: poder seguir estudiando, aprender un oficio o llegar a ser un profesional si se le presentan las posibilidades.

Todos esos años los pasó inhalando el producto destructor, deambulando por el Parque Central Colón y sus alrededores, con “el grupito de amigos”, relata, mientras recuerda esa época cuando dormía en cualquier parte, soportando hambre o pidiendo para la pega.

Sor Ana Rosa lo encontró, igual que a otros muchachitos que rescató de la ruindad a la que habían sido empujados.

UN ARTISTA DE LA CABUYA

Tras haber superado el vicio, César Antonio dice sentirse tranquilo, trabaja durante el día en un centro donde venden souvenirs a los turistas en el Palacio de Cultura “Joaquín Pasos Argüello”.

Es uno de los chicos dedicados al tejido de tapices, los que elabora con una gruesa aguja que hilvana con mucha habilidad, formando un paisaje, una casa, pájaros, iglesias, montañas o lo que le pidan.

Este tejido lo hace a base de cabuya, sobre una tabla, y lo aprendió rápidamente de su maestro Javier Mendoza, en la casa “Cristo Sana a los Niños”. Usa la cabuya blanca de fondo y también de diversos colores.

El jovencito habita en el Barrio José Martí, conocido también como Pantanal, junto a su mamá, y tiene cinco hermanos.

“SOY UN RESCATADO DEL VICIO”

César Antonio Obando Rocha resume así su experiencia: “Soy un rescatado del vicio y de los malos hábitos. Pienso después seguir estudiando si tengo esa oportunidad: formar un hogar ejemplar, por eso he cambiado y no deseo regresar a esa vida triste y de amarguras. Yo hago un llamado a los niños para que no se desvíen por un mal camino, para que no sufran y se destruyan”.  

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