(Salvadora Díaz)
I
A dos años de tu partida, amada Madre Mía,
cuán vacía está mi vida y
qué triste pasan los días.
“Oh mi Dios”, cuánto dolor me provoca
acostumbrarme a tu ausencia
y qué pequeña me siento…
sin el calor de tus manos,
sin el amor de tus ojos
sin tu sonrisa de niña.
II
A cada instante tengo presente,
aquel misterioso día.Aquella funesta tarde,
testigos de agonía cuando te
despedías de tus vástagos con una valiente sonrisa,
musitando tu último adiós, era tanto
mi dolor que con mis manos quería,
poder detenerte la vida.
III
Recuerdo cuando era una niña, lo que un día me
dijiste que en tu funeral deseabas, estar colmada de
flores
¡y qué profecía Madre! porque en un jardín soñado
yacías reposando en tu lecho, luciendo una tierna
sonrisa
si de amor… si de felicidad… o de dicha no lo sé, só
lo Dios sabe pero sí estoy segura, que de todas las
flores que adornarían tu última morada, eras tú la
más preciosa, adorada Madre mía.
Matilde Pérez y Hermanos