El sinónimo para Clásico Mundial de Beisbol debe ser Japón, equipo que sometió a Estados Unidos en la final y los derrotó en todos los terrenos del juego: poder, pitcheo, velocidad, defensa y estrategia. El equipo asiático se consolidó como el rey de este evento, mostrando la seriedad e importancia con la cual se prepararon y desbordaron hacia este torneo. Se coronaron por primera vez en 2006 contra Cuba, luego repitieron la gesta frente a Corea del Sur y, tras una larga pausa de 14 años, regresaron al trono con triunfo 3-2 ante los norteamericanos.
El partido fue plano, sin tantos sube y bajas. Estados Unidos pegó primero con jonrón de Trea Turner, pero Japón respondió con Munetaka Murakami, el mismo que dejó en el terreno a México y conectó 56 jonrones en la Liga Japonesa. Murakami partió el Marlins Park en dos y luego del roletazo de Lars Nootbaar se anotó la segunda carrera, mientras que la primera base Kazuma Okamoto martillaba el pitcheo norteamericano con jonrón en el cuarto inning, alargando la ventaja (3-1).
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El pitcheo de Japón se mostró como esos asesinos a sangre fría disparando balas sobre el plato. Se hablaba de Shohei Ohtani y de Yu Darvish, sin embargo, después del inicio titubeante de dos entradas del zurdo Imanaga; Togo, Takahashi, Itoh y Ota dejó mudo al bateo estadounidense, con lanzamientos por encima de las 95 millas sostenidas y pitcheos rompientes. Todos ellos allanaron el camino para que sus estrellas degollaran al “Monstruo” ofensivo rival. Darvish apretó en el octavo y fue agredido por Kyle Scharber con un jonrón que puso el duelo 3-2 y en el noveo Ohtani congeló a sus oponentes, colgando un cero para la eternidad.
Japón ganó su tricampeonato en el mejor Clásico Mundial de todos los tiempos.