En una mañana soleada y agitada, en un lapso de 20 minutos, llegan al vertedero que queda en el barrio Villa Canadá un motociclista, un carretonero y un civil a tirar la basura que va en apretadas bolsas negras y sacos. En el extenso basurero de media cuadra también se miran colchones, ropa, llantas, ramas de árboles y hasta animales muertos, cubiertos por una nube de moscas azules y sayules.
Los charcos de agua podrida que rodean el contenedor de concreto, donde en teoría los pobladores deben depositar la basura, sumado a los desechos acumulados sobre el andén, hacen que las personas terminen tirando la basura a la orilla de la calle y obstruyan el paso vehicular en esa zona transitada que colinda con el barrio Milagro de Dios.
Tanto los conductores como los peatones a diario sortean las ramas y neumáticos tirados en la calle, así como el agua putrefacta que corre sobre la cuneta. Pero del hedor nadie puede escapar.
Al lugar llegan seguido los camiones de la Alcaldía de Managua para recoger la basura, y hasta hay inspectores de esa institución que vigilan a quienes tiran los desechos, pero no pueden hacer mucho, dicen los habitantes del barrio Villa Canadá, puesto que las mismas personas que tiran la basura se molestan y “buscan pleitos” con los trabajadores estatales.
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“El problema es que la gente no tiene la delicadeza de echarla adentro (del contenedor). El contenedor se mantiene vacío, están los reguladores de la Alcaldía, pero ellos lo que hacen es tomar fotos y con eso no van a resolver nada (…) Además que aquí nadie mira como autoridad a la Alcaldía, mientras nadie la mire como autoridad siempre será lo mismo”, expresa Emilio Zamora, propietario de una miscelánea que está casi al lado del vertedero.
Marta Moreno y Josué Martínez, ambos recolectores de basura en ese lugar, comentan que la situación también se agravó porque prohibieron que vehículos grandes botaran allí los desechos, puesto que ahora esas personas llegan a medianoche a tirar cualquier tipo de basura. Cuando ellos eran los encargados de seleccionar los residuos, las cosas reciclables se las quedaban y lo demás lo depositaban en el contenedor.
“El tufo es horrible”
Los hermanos Antonio y Carmen Treminio llevan unos 30 años de vivir en el barrio Villa Canadá y según su conteo, el vertedero tiene unos 15 años de existir. Su sencilla casa está justamente frente al “corazón” del basurero y lo que viven a diario es todo un calvario, puesto que no pueden ni comer ni disfrutar de la sombra de sus árboles en su extenso patio por el hedor que impera y el mosquero.
“Uno no puede comer tranquilo. Hemos hablado con los inspectores de basura y les decimos que esto es una cochinada. Les preguntamos si les gustaría tener frente a sus casas un basurero así y para qué vinieron a poner un vertedero aquí. Vienen a botar perros, chanchos muertos y cuando están cargando la basura (a los camiones) vieras cómo se dispersa el tufo y el mosquero, eso es horrible”, dice don Antonio.
Doña Carmen señala que “de perenne” su familia vive enferma de dolor de estómago y diarrea, y enfatiza que a pesar de los años de existencia de ese basurero las personas no se acostumbran a ese hedor putrefacto.
Según los pobladores, antes de la existencia del basurero el lugar era ocupado por pequeños tramos de negocios de tortillería o ropa, pero la Policía los desalojó. Actualmente el rumor que circula en el barrio es que construirán un parque en ese trecho del vertedero, pero hasta ahora todo es un rumor.
Lluvias empeoran el hedor y las moscas
En el barrio Salomón Moreno, que también colinda con Villa Canadá y Milagro de Dios, la gente aprovechó los predios baldíos para crear basureros ilegales. Están ubicados tan a corta distancia que hacen que la población escoja dónde puede pasar tirando la basura.
Don Freddy González, dueño de una miscelánea, no entiende por qué la gente pasa botando desechos si el camión que recolecta la basura pasa por el barrio tres veces a la semana. El vertedero que a él le afecta está a pocos metros de su casa.
Con la temporada lluviosa la situación empeora porque el agua se empoza y el hedor y las moscas se alborotan, denuncia don Freddy. “Eso es terrible, vieras en la mañana son trillones de moscas las que andan”, manifiesta, y agrega que debe poner “atrapamoscas” para poder comer o trabajar en paz.
Por su parte, don Alfonso Estrada recuerda que ese basurero no tiene muchos años de existir y que todo inició por la misma Alcaldía que acumuló la basura en el tope de la calle y bastó que pasara un par de días allí para que la población marcara ese lugar como vertedero.
A don Alfonso, quien tiene una venta de queso, solo le queda —al igual que al resto de los afectados— tapar bien sus alimentos y productos, y aguantar el hedor que se intensifica cada vez que llueve.
Los afectados coinciden en que si bien el principal problema de la proliferación de basureros ilegales es la falta de educación en las personas, también piden a la Alcaldía que trabaje por resolver este tipo de situaciones que perjudican la salud y tranquilidad de las familias. Educar es la primera opción, multar basándose en la ley es la otra.