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CONTENIDO EXCLUSIVO.Antiguo. El primer cáncer de mama conocido data del año 1.600 a. C, encontrado en un papiro egipcio en el que hablaban de tumores de senos.
Frituras. Comer al menos una vez en semana papas fritas, pollo o pescado rebozados y otros alimentos fritos en aceite abundante se asocia con un mayor riesgo de cáncer de próstata, además de que predispone a una evolución más agresiva de esta enfermedad, según demostraron investigadores del Centro de Investigación del Cáncer Fred Hutchinson de EE UU.
Perros. El desarrollo olfativo de los perros hace que estos puedan “oler” el cáncer. En una Universidad de California están entrenando a cachorros para el diagnóstico precoz de estos.
Azúcar. Un equipo de investigadores españoles de la Universidad Rey Juan Carlos demostró que el exceso de azúcares en la dieta aumenta la actividad de una proteína llamada b-catenina, íntimamente relacionada con la progresión tumoral. Se explica así por qué los datos epidemiológicos reflejan que la frecuencia de ciertos tipos de cáncer puede llegar a ser el doble en poblaciones con niveles elevados de azúcar en sangre, como los obesos o los diabéticos.
Mente. Existen tumores que se alimentan de nuestros pensamientos, especialmente de los negativos, esto es debido a que se provoca una actividad cerebral que aumenta el desarrollo de los mismos. De ahí la importancia de la buena predisposición del paciente con cáncer para combatir la enfermedad.
Guardián traicionero. Existe una proteína llamada p53 que en su estado normal repara el ADN dañado en las células, motivo por el cual recibe el apodo de “guardián del genoma”. Sin embargo, cuando sufre una mutación deja de funcionar y permite que el cáncer prolifere descontroladamente. Los científicos buscan compuestos químicos que activen esta proteína para que frene adecuadamente el cáncer. Por ejemplo, se ha comprobado que uno de sus mecanismos de acción es detectar el estrés metabólico y hacer envejecer (senescencia) a las células dañadas, para evitar que proliferen y formen tumores.
Tratamiento. Someterse a un tratamiento para el cáncer y no presentar efectos secundarios no implica que este no esté haciendo su efecto, ya que dependerá del tipo y la dosis del tratamiento y de la tolerancia del paciente.
Dieta. Durante el proceso terapéutico combatiente contra el cáncer es positivo cambiar el tipo de dieta para tolerar mejor el tratamiento, una vez pasado los síntomas y de forma progresiva se puede volver a su dieta habitual. Una disminución sostenida en el tiempo en la ingesta de alimentos resulta en un incremento en la longitud de los telómeros (extremos de los cromosomas) en ratones de edad adulta, lo que ejerce un efecto protector sobre el ADN y el material genético. Estos efectos beneficiosos sobre la juventud de los cromosomas se traducen en una menor incidencia de cáncer, entre otras enfermedades asociadas al envejecimiento.
Morfina. La morfina no solo se usa en pacientes en fase terminal, se puede utilizar para mejorar la calidad y el bienestar del paciente oncológico en cualquier momento.
Cómplices. Para invadir órganos, las células cancerosas suelen necesitar cómplices. Así por ejemplo, un equipo de investigadores del Institut de Recerca Biomèdica (IRB Barcelona) descubrió que la capacidad de un cáncer de colon para hacer metástasis recae en las células sanas que envuelven el tumor, el denominado estroma.
(Adaptado de Viventie y Muy Interesante)