No más de tres minutos dura la llamada, tiempo en que la respiración es contenida por la persona que levanta el celular. El resto de los presentes guarda silencio en la casa y trata de descifrar la cara de quien recibe información del estado de salud del familiar que hace más de una semana está hospitalizado en el Alemán Nicaragüense al presentar síntomas de Covid-19 y presentar problemas para respirar.
El médico empieza preguntando si quien atiende el teléfono es pariente del enfermo. Luego de confirmarlo, brinda el número de la cama y la sala en que este se encuentra y posteriormente asegura que amaneció bien y que su situación es estable. “Puede respirar por su propia cuenta y solo que tiene un poco de anemia”, reconoce, mientras el familiar solo atina a responder con un “bueno”. Le recuerdan que a partir de las 11:00 puede llevar al portón 2 del hospital un paquete con bebidas, galletas y productos de higiene personal. Asienta con la cabeza como si estuvieran frente a frente.
Esta escena se ha repetido en la casa todos los días desde hace más de una semana y quien acaba de cortar la llamada respira aliviado porque fue un día más que no recibió una mala noticia. “Hay familias que levantan el teléfono solo para escuchar que el paciente murió y hay que buscar la caja para enterrar, otros que se complicó y es necesario intubarlo”, comparte con LA PRENSA, reconociendo que es desesperante esperar a que suene el teléfono. Las horas previas, confiesa, pasan a cuentagotas.
Desde hace varias semanas las autoridades del Ministerio de Salud (Minsa) ordenaron a los hospitales públicos que la información sobre el estado de salud de los pacientes con Covid-19 sea vía telefónica, entre las 8:00 a.m. y las 3:00 p.m., para evitar las aglomeraciones afuera de los portones y que el avance de la pandemia sea lo más discreto posible, confiaron fuentes médicas bajo anonimato. Igual lo hizo el familiar que habló con este medio de comunicación para no sufrir represalias por parte del sistema.
Antes de que el Minsa tomara esta decisión de brindar información de los pacientes a través de llamadas telefónicas, todos los días –incluyendo los domingos– el portón 2 del Alemán Nicaragüense se llenaba de personas. Una fila se dibujaba al lado de la pared perimetral, sin importar si llovía o el sol mordía la piel. Poco a poco ingresaban los familiares hacia una sala, donde esperaban a que los médicos aparecieran y compartieran el estado de salud de todos los ingresados en la sala de Covid-19.
En esas citas prevalecía el escenario gris porque eran pocas las personas que salían sonriente. La mayoría, constató LA PRENSA durante semanas en visitas afuera del hospital, salía llorando o ya con su familiar en el ataúd, en dirección al cementerio.
La cifra oficial de muertes por Covid-19 en el país, según el último informe, es de 74 personas y la cantidad de contagios a 2,170; pero en paralelo médicos independientes y el Observatorio Ciudadano indican que es mayor. El organismo reporta, hasta el 17 de junio, un acumulado de 5,957 casos sospechosos y 1,688 decesos.
“Sería bien poder entrar al hospital y ver uno a su familiar, pero sabemos que no se puede. Queda esperar a que suene el teléfono”, finaliza resignado el familiar.