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Nicaragua, protestas, Alvaro Conrado

Los padres de Álvaro Conrado. LA PRENSA/ ARCHIVO/ JADER FLORES

El hombre que trasladó a Álvaro Conrado de la catedral al hospital Bautista

El hombre que trasladó herido al primer niño asesinado en las protestas de abril de 2018 dice que lo hizo en dos minutos y medio. Cuarenta segundos fueron suficientes para darse cuenta que no lo atenderían en el Cruz Azul. Guardó la tabla con la sangre del mártir. Ese hombre hoy está en el exilio.

Mientras conducía su microbús blanco, sobre la vía que va de Tiscapa a Metrocentro, el ciudadano Juan Carlos Martínez Urbina vio que unos chavalos le estaban prendiendo fuego a la base de un árbol de lata blanco, de esos que son más conocidos como “chayopalos”. Eran cerca de las 11:00 de la mañana del 20 de abril de 2018 y apenas empezaba la rebelión pacífica contra la dictadura Ortega Murillo.

Martínez Urbina estacionó el vehículo cerca de donde estaban los jóvenes, del estadio nuevo de beisbol un poquito hacia el sur, se bajó, sacó dos grandes sierras que portaba y les habló: “Muchachos, así no lo van a botar. Tomen esto”.

Viendo estaba cómo botaban el primero de todos los chayopalos que fueron derribados durante las protestas de abril de 2018, cuando Martínez Urbina escuchó los gritos de unos estudiantes: “¡Por favor auxilio, un herido, un herido, por favor, ayuda, auxilio!”.

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Los jóvenes se le acercaron a Martínez Urbina y le pidieron apoyo. “¿Usted podría hacernos el favor de llevarnos a un herido?”, le preguntaron, a lo cual él contestó positivamente de inmediato.

Lo subieron por la puerta trasera del automotor y Martínez Urbina vio que se trataba de un joven de muy tierna edad y se dijo a sí mismo que al Hospital Militar no lo llevaría porque ahí posiblemente no lo iban a atender, por lo que condujo su vehículo al Hospital Cruz Azul, que está cerca de Tiscapa.

Horas después, Martínez Urbina se dio cuenta del nombre del herido, que para entonces había fallecido: Álvaro Manuel Conrado Dávila, quien 12 días antes de su asesinato había cumplido 15 años de edad.

Martínez Urbina, quien hoy está en el exilio huyendo de la represión orteguista, fue testigo de la caída del primer “chayopalo”, uno de los símbolos del poder en Nicaragua de Rosario Murillo, pero lo que realmente lo marcó es haber trasladado herido a Álvaro Conrado y ser testigo de cómo al joven le negaron atención médica en el Hospital Cruz Azul.

En su relato, que fue dado a conocer primero por el portal de noticias Obrera de la Tecla, de la periodista Elízabeth Romero, el hombre asegura que solo transcurrieron dos minutos y medio entre el momento en que él arrancó su microbús con Álvaro Conrado dentro del mismo, en una camilla improvisada, un pedazo de tabla, y el instante en que enfermeros del Hospital Bautista trasladaron a Conrado en una camilla de ese centro asistencial.

Lizeth Dávila, madre de álvaro Conrado. LA PRENSA/ ARCHIVO/ ÓSCAR NAVARRETE

Álvaro Conrado

El joven vivía en el barrio Monseñor Lezcano y estudiaba el cuarto año de secundaria en el Instituto Loyola de Managua.

A su madre, Lizeth Dávila, en la escuela siempre le dijeron que su hijo se destacaba por el don de hablar y hasta le aseguraron que era el “levanta masa” de su grupo.

Además, Conrado también daba muestras de su gran sentido de solidaridad. Cuando jugaba en grupo, siempre se iba con aquellos con quienes nadie más quería irse. O con los más pequeños. Cuando estaba en preescolar, había expresado su deseo de ser bombero, una ocupación que probablemente no está entre las que más pueden servir para ganar dinero, sino que más bien es de servicio a los demás.

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Dos días antes de su asesinato, según escribió la periodista Keyling T. Romero en esta revista Domingo, le pidió a su padre, del mismo nombre que él, que le explicara qué estaba pasando con los universitarios que protestaban. Después de escuchar las razones le dijo a su papá:

—¿Papa, por qué no nos vamos a asomar allí?

—Es muy peligroso. A veces cuando uno se está asomando en un pleito generalmente esas personas son las que salen afectadas. Y, además, vos sos un niño todavía. Mejor miremos las cosas por la televisión, miremos cómo se arregla eso.

Ese mismo día, jueves 18 de abril, antes de irse a dormir le envió un mensaje a una amiga que decía:

“Nuestra tierra pinolera. El lugar donde nacimos y crecimos. Nuestra bandera azul y blanco manchada con sangre de hermanos. Dónde está el respeto hacia nuestra patria. Es Nicaragua, no cualquier basura. Somos nicaragüenses. Somos uno solo. Contra eso no podrán nunca jamás”.

Nadie sabe decir con certeza cómo el día de su muerte, sin que sus padres se dieran cuenta, Conrado se dirigió a los predios de la Catedral de Managua para repartir agua y bicarbonato entre los estudiantes que en ese lugar recogían víveres para alimentar a los que se encontraban en las protestas. Los policías antimotines tenían acorralados a esos estudiantes. Les lanzaban gases lacrimógenos, balas de goma y balas de plomo.

También, para entonces, a como se supo con más detalles después, paramilitares orteguistas se habían apostado en la parte alta del estadio nuevo de beisbol, desde donde comenzaron a disparar con armas de alto calibre y alcance a los manifestantes.

Mientras repartía el agua y el bicarbonato, Conrado fue alcanzado por una bala que le rozó el labio inferior de la boca y le lesionó la tráquea y el esófago, según certificaría después el Hospital Bautista en el acta de defunción.

Cuando cayó herido, los estudiantes lo auxiliaron. Videos de ese momento revelan cómo el joven decía: “Me duele respirar, me duele”.

“Tranquilo, tranquilo”, le calmaba un estudiante. “Respirá tranquilo”, le decía otro. Y después otros gritan: “Oe, un médico, médico, médico, médico…”.

El que se acercó fue un médico de barba, que nadie sabe decir quién es. Se supone que aún era un estudiante de Medicina. Y ayudado por otros, en una tabla, llevaron a Conrado hacia la pista Tiscapa. Fue cuando le pidieron a Juan Carlos Martínez Urbina que lo trasladara a un hospital.

Un médico trata de evitar la hemorragia del cuello de Conrado. LA PRENSA/ CORTESÍA

Consumado opositor

Martínez Urbina nació en 1954 en Managua y era dueño de un negocio que se llamaba Telerepuestos, que estaba en Los Robles, de la Funeraria Monte de los Olivos hacia el norte.

Se trata de un político. Asegura que fue candidato a diputado en 1996 por el Partido Resistencia Nicaragüense (PRN) y luego fue fundador del Apre. Se graduó en historia y geografía en un colegio de Miami, Florida y también ha estudiado en el Incae. Además, se declara fundador también del Movimiento Nacional 19 de Abril que se organizó en Tipitapa.

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El día que mataron a Álvaro Conrado, Martínez Urbina asegura que primero estuvo comprando en una gasolinera por Metrocentro, desde donde observó a los antimotines que estaban apostados cerca del Consejo Supremo Electoral (CSE). Después se dirigió hacia el norte, en dirección a la laguna de Tiscapa y vio a los estudiantes entrando y saliendo por los predios de la Catedral. Se regresó de Tiscapa y luego vio a los estudiantes que trataban de derribar el chayopalo blanco, el primero que fue botado durante la rebelión. Fue cuando se detuvo para proporcionarle las sierras y luego le pidieron que trasladara a Conrado herido.

El microbús en el que fue trasladado Álvaro Conrado, ya herido. LA PRENSA/ CORTESÍA

Dos minutos y medio

A Conrado lo llevaban en una tabla rústica y lo subieron en la parte trasera del microbús blanco que manejaba Martínez Urbina.

Tres personas apoyaron a Martínez Urbina: un taxero que se comprometió a ir abriéndole paso al microbús, ya que para ese momento habían pequeñas barricadas obstaculizando el tráfico; el médico joven de barba y otro estudiante. Estos dos últimos iban con Conrado en el microbús.

Inmediatamente después que arrancaron, Martínez Urbina escuchó disparos desde el estadio pero no sabe asegurar si iban dirigidos o no contra su microbús.

El microbús lo llevaba a una velocidad de 60 kilómetros por hora. Lo más rápido que podía avanzar en ese momento. El taxi iba más rápido aún. Había barricadas, carros y motos en la vía y escuchaba voces que decían: “Ahí viene, ahí viene”. Y se apartaban.

La cabeza de Conrado va cerca de donde Martínez Urbina va manejando y escucha que el joven le dice: “Me duele respirar”.

El médico de barba y el estudiante trataban de contenerle la sangre que salía de la garganta. Y el herido pedía también que no lo dejaran dormir. “No te voltees le decía el médico a Conrado, porque parece que se quería mover”, cuenta Martínez Urbina.

En un minuto llegaron al Hospital Cruz Azul, que anteriormente había sido adquirido por el gubernamental Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS). “Yo estaba seguro que en el (hospital) Militar no lo iban a atender”, dice el hombre.

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Al llegar al Cruz Azul, 40 segundos fueron suficientes para darse cuenta que ahí tampoco sería atendido Conrado.

“Le niegan la entrada a pesar de que dije que yo traía a un enfermo, no a un herido. Sentí la situación bien tensa y la comencé a filmar, donde ellos se niegan a abrir la puerta. Estaba un vigilante hablando por radio no sé a quién. No quería abrir. Se hacía el loco”, recuerda el hombre.

Eran tres del personal del Cruz Azul los que se mostraron indiferentes hacia el pedido de que atendieran a Conrado.

En el video que grabó Martínez Urbina se ve al vigilante que no quiere abrir y una voz que dice: “Qué malditos estos…” Luego se alza la misma voz dirigiéndose al personal del Cruz Azul: “Oe, hay un enfermo ahí, hay un enfermo, hay un enfermo, broder”. Y otra voz pide: “Ayúdenle”.

Juan Carlos Martínez Urbina, el chofer del microbús blanco. LA PRENSA/ CORTESÍA

El vigilante no presta atención y hace como que habla por radio con alguien. “Oe, si no nos vamos al Hospital Militar”, aconseja otra voz. “En el Hospital Militar no lo atienden, dicen que en el Alemán”, refuta otra voz. “Ese maje es por la verga, mirá”, sigue diciendo la última voz. “Ideay, vámonos pues maje. ¿Qué estamos viendo a este paja”, dice desesperada la otra voz.

El video dura 35 segundos, por lo que en el Cruz Azul el grupo pidió ayuda unos 40 segundos y Martínez Urbina relata que inmediatamente se dirigieron al Hospital Bautista, adonde habrían llegado en menos de un minuto.

“Lo bajaron en emergencia, la tabla (donde iba herido Conrado) me quedó a mí, donde está la sangre, y a él se lo llevaron en una camilla”, recuerda Martínez Urbina.

La tabla con la sangre de Conrado, Martínez Urbina se la hizo llegar al padre del joven, confirmó Lizeth Dávila, madre de Alvarito.
Cuando los enfermeros del Bautista se llevaron herido a Conrado, el estudiante se quedó a acompañar al herido y Martínez Urbina se llevó en el microbús al médico de barba, porque tenía que regresar a los predios de la Catedral para seguir atendiendo a los demás jóvenes que eran atacados por antimotines y paramilitares.

Los padres de Conrado llegaron después al Hospital Bautista y cerca de las 4:15 salió un médico a decirles que lo sentía, que habían tratado de salvar a Conrado, pero se perdió demasiado tiempo en llevar al joven al hospital.

La tabla en la que fue llevado Conrado. LA PRENSA/ CORTESÍA

Al exilio

Más de seis meses después de la muerte de Conrado, el 15 de noviembre de 2018, Martínez Urbina se encontraba en la avenida Bolívar, en una fotocopiadora. No logró bajarse siquiera de su microbús, porque desde su asiento de conductor estaba revisando unos documentos que fotocopiaría, cuando una moto se estacionó detrás de su vehículo y de ella se bajaron un hombre y una mujer.

El hombre se le acercó y le dijo:

—¿Este microbús es suyo?

—Sí.

—¿Usted trasladó a Alvarito Conrado al hospital?

—Sí, yo fui.

—Vieras cuánto nos ha costado dar con este microbús.

—¿Usted es de la Inteligencia de la Policía?

—Sí.

—¿Cómo es eso que no habían podido dar? Este microbús es de la tienda Telerepuestos. Yo vivo contiguo en Los Robles.

—¿Podemos hablar con usted?

—Ya estamos hablando.

—¿Podemos llegar a su casa?

—Está bien.

A los días, a Martínez Urbina le llegó una cita de la Fiscalía para que se presentara en esas oficinas el 23 de noviembre. Después le llegó otra cita, esta vez de la Policía, para que se presentara el 24 de noviembre en la Delegación Uno, por el mercado Oriental.

Martínez Urbina vio raras las citaciones y el 21 de noviembre tomó un avión hacia los Estados Unidos y allí se encuentra desde entonces.

“Consideré que esas instituciones (Fiscalía y Policía) eran unas fantasmas y no tenía nada que hablar con ellos. Lo que quiero es que desaparezcan como instituciones y paguen por violar los derechos de los nicaragüenses”, afirma el hombre que trasladó a Álvaro Conrado al hospital.

Otra imagen de cuando Conrado es llevado herido. LA PRENSA/ CORTESÍA

Las muertes

Más de 325 personas fueron asesinadas durante la represión con armas de guerra y fuerzas paramilitares que el orteguismo desató contra la población civil que se rebeló contra la dictadura a partir del 18 de abril de 2018.

Álvaro Conrado, un niño, fue asesinado en el tercer día de las protestas.

Según datos de la Coordinadora de la Niñez y Adolescencia, al menos 28 menores de edad murieron durante las protestas como resultado de la represión. Conrado fue el primero.

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