Cansado de una vida sin carencias ni desafíos, Michael Papadakis lo dejó todo hace cinco años y se fue a China sin conocer el idioma o la cultura, pero tan decidido a buscarse a sí mismo que se encontró con una vocación, la antigua técnica de dibujos en madera a base de luz solar.
“Yo era tan privilegiado que ni vivía. Luego de visitar Corea fui a Pekín (China) y me quedé en el taller de un artista amigo. Y allí tuve la inspiración”, recordó en entrevista con Efe Papadakis.
Este hombre de Colorado, de 30 años, recuerda que al observar un rayo de luz que entraba por una ventana del taller y se dispersaba entre las obras de arte vio, literal y figurativamente, la luz, porque por primera vez observó “al sol como una herramienta para dibujar”.
A partir de ese momento, Papadakis, que se considera un activista antes que un artista, al punto que ni siquiera firma sus obras, empezó a practicar lo que él llama la técnica de la heliografía, esa que tiene a la luz solar como pintura y las lupas o espejos como pinceles, con los cuales dibujar sobre superficies de papel o madera.
El arte de la heliografía
“Muevo mi mano con el sol para seguir dondequiera que la luz vaya”, dijo Papadakis, quien, como es lógico, mayormente trabaja al aire libre.
La sencillez de la heliografía, explica, es solo aparente, ya que esta técnica requiere de dos elementos difíciles de superar para muchos iniciados: saber trabajar con cada color del espectro luminoso y tener mucha paciencia.
“Cuando la luz solar atraviesa la lupa, se produce un efecto prisma y yo veo cada uno de los colores del arco iris. El azul no quema la madera de la misma manera que el rojo. Saber qué color usar en cada momento y en cada lugar les da profundidad a las imágenes”, manifestó.
El tiempo y la paciencia, por su parte, resultan quizás los dos elementos principales de su trabajo y de hecho él mismo esperó cinco años antes de dar a conocer al público sus creaciones.
Esa misma paciencia le granjeó no solo dominar el uso de la lupa, sino también el manejo de los espejos cóncavos, los cuales le permiten dibujar a unos seis metros de distancia, una suerte de proeza solo para avanzados en este arte.
Papadakis ve al fuego como “luz detenida” y cree que el descubrimiento de este elemento por los humanos en los remotos tiempos prehistóricos se habría originado no por la fricción, de piedras o maderas, sino por una concentración de luz solar.
Por eso, busca en su oficio “reducir la velocidad de la luz para poder pintar con ella” y si pudiese hacerlo solo con sus manos cóncavas o con “lupas” de hielo, lo haría, tal como, afirma, ya lo hacían los antiguos.
A la larga, se trata de “danzar con el ambiente circundante”, de “no pensar en los resultados”, de “dejar de lado la obsesión de querer estar en control” y, por el contrario, ceder el control al sol.
Papadakis se mueve constantemente, se va a las montañas, a las laderas de los ríos, armado con sus lupas, con las que elabora trabajos en grandes superficies de madera principalmente, y por ello no es de extrañar que tenga una especial relación con la estrella.
“El sol es lo único que compartimos con todo el planeta y nosotros no lo controlamos. El sol seguirá saliendo y ocultándose día tras día, nosotros somos solo conductos de los rayos del sol”, aseveró.
“El sol no gira en torno a nosotros, sino nosotros alrededor del sol. De la misma manera, la heliografía es una vocación, algo que se nos llama a hacer, no al revés”, puntualizó.
No firma su arte
Por eso, sus trabajos en madera no los hace por negocio ni para que se exhiban en galerías de arte. Solo quiere difundir una “experiencia mágica”, la de “usar la luz como una poderosa herramienta para compartir mensajes”.
“La luz cautiva a la gente. Los sonidos, la música, pueden usarse para enviar mensajes. Y ahora lo podemos hacer con la luz del sol”, sostiene Papadakis, quien se define como “un alma vieja de algún rincón empático del universo”.
Cuando Efe le pregunta por algún personaje inspirador, el dibujante señala al “Che Guevara”.
“Supo decir cuán cerca de la medianoche estamos”, afirmó.